Seis razones (y seis rincones de España) para apostar por el turismo rural
Tomates que saben a tomates, manzanas recién cogidas del árbol...
Poco a poco las aguas van volviendo a su cauce y la idea de planificar unas vacaciones para 2020 pasa de ser algo que nos rondaba vagamente la cabeza a convertirse prácticamente en una necesidad.
Ya basta de viajar desde el sofá, ahora Expedia.es proponen volver al campo. Pueblos con encanto, entornos rurales y naturaleza, mucha naturaleza, son sus planes para este verano.
La nueva normalidad invita a bajar el ritmo y a disfrutar de las pequeñas cosas Sobran las razones para apostar por el turismo rural esta temporada.
1. Espacios amplios
Tras semanas de confinamiento encerrados en casa y muy poco margen de movimiento (literalmente), nada mejor que un viaje a un entorno rural para disponer de espacio suficiente para campar a nuestras anchas.
En la sierra malagueña, muy cerca de Antequera, se puede vivir una experiencia de alto impacto en el Caminito del Rey. En este paso histórico por el escarpadísimo desfiladero de los Gaitanes se cumplen todas las medidas de seguridad para disfrutar de unas vistas de escándalo a 400 metros de altura, y sin tener que preocuparse por el aforo.
Lo mejor es buscar un alojamiento en las proximidades, en un cortijo o una finca con vistas a la sierra. ¿Quién dijo vértigo?
2. Ejercicio divertido
Pan, tartas, bizcochos... La pandemia ha convertido a los españoles en cocineros y quien mejor lo sabe es la báscula. Ha llegado el momento de reconciliarse con ella.
Las vacaciones rurales son una buena formar de retomar la actividad física. Un buen sitio para probarlo es la zona que rodea el espectacular Delta del Ebro, en Tarragona. Con un sinfín de rutas para recorrer en bici entre kilómetros y kilómetros de campos de arroz, este es un gran escenario para empezar a moverse en compañía de flamencos y otras aves. Y no solo eso: al final del camino espera el Mediterráneo, donde practicar todo tipo de deportes acuáticos con la sierra del Montsià como magnífico telón de fondo.
Las localidades de Deltebre y Sant Jaume d’Enveja también son dos destinos perfectos para acabar con la vida sedentaria.
3. Comida de verdad
Tomates que saben a tomates, manzanas recién cogidas del árbol... Los sabores del campo y sus productos de proximidad bien merecen un viaje. En España se come de vicio, aunque si hay un lugar que invita a sentase a la mesa y a disfrutar de lo mejor de la gastronomía es, sin duda, Galicia.
Los cañones del Sil, en la Ribeira Sacra, son un placer para la vista y el paladar. La singularidad de sus paisajes cautiva a cualquiera. Esta ruta pasa por miradores increíbles y monasterios de otro tiempo en una tierra que se llenó de viñedos cuando los romanos pusieran los pies en la región.
4. Calma y serenidad
Escuchar el repicar de las campanas mientras se camina entre las callejuelas de piedra es lo único que debe marcar ahora el paso del tiempo. Las bocinas de los coches no son bienvenidas, ni tampoco las prisas; de hecho, los paisajes propios de regiones como Picos de Europa no invitan a otra cosa que no sea disfrutar de la calma y de la serenidad.
Un hostal coqueto cerca de los lagos de Covadonga y a partir de ahí salir a descubrir lugares como Cangas de Onís, con su famoso puente de piedra; Covadonga, una pequeña parroquia con un santuario; o los lagos Enol y Ercina, de origen glaciar. Una dosis extra de paz.
5. Gente nueva
¿Cuántas veces antes de visitar una gran ciudad alguien te ha avisado de la antipatía de sus lugareños? Que si no ayudan a los viajeros, que si hay que vigilar con las trampas para turistas, que si... Sin embargo, habitualmente todo el mundo se deshace en elogios al hacer referencia al carácter de las personas que viven en zonas más rurales y recónditas.
Un buen lugar para comprobarlo es Zugarramurdi, una pequeña localidad en Navarra que ha hallado su fama alrededor de cuentos de brujas y cuevas misteriosas en las que se dice que se celebraban aquelarres y misas negras. Actualmente, solo hay lugareños amables con muchas historias que contar, todas apasionantes.
6. Noches con colcha
Nada mejor en verano que poder echarse una chaqueta a los hombros al llegar la noche para asegurar un buen sueño. Los pueblos pequeños de interior son una garantía en este sentido.
En la provincia de Teruel se encuentra Albarracín, un coqueto pueblo en plena sierra que nos lleva directos a la Edad Media sin necesidad de una máquina del tiempo. A 1.182 metros de altitud, las noches fresquitas están aseguradas, aunque lo difícil es meterse en la cama: con un casco antiguo considerado como uno de los más bellos de España, lo que realmente apetece es recorrerlo una y otra vez bajo la luz de la luna.