Seguimos —siguen— pasmados
‘Casualmente’ hasta la fecha (la derecha) ha sido implacable boicoteadora de todo lo que suene a progreso y no huela a gasolina o diésel.
Empezaban los años 80 del siglo pasado cuando expertos militares y civiles advertían a autoridades, ciudadanía y medios de comunicación, urbi et orbi, que uno de los grandes desafíos españoles era, ya en aquel entonces, romper la dependencia energética del petróleo y el gas, porque ese secuestro condicionaba la soberanía nacional y el futuro económico del país.
A esa conclusión, y a la urgente necesidad de potenciar la investigación y el establecimiento de plantas de energía solar y eólica, fundamentalmente, pero también de explorar en serio las posibilidades de la mareomotriz y la geotérmica, habían llegado 305 especialistas, de ellos 161 de las Fuerzas Armadas y 144 de las universidades canarias y profesionales libres. Fue en el seno de una iniciativa conjunta, pionera en España, liderada por un teniente general, Jesús González del Yerro y un rector, catedrático de Historia en La Laguna, Antonio de Bethencourt y Massieu.
Ambos pusieron en marcha los ‘Seminarios Cívico Militares de Canarias’ (SCM), ideados conjuntamente el 28 de diciembre de 1978, y encerrados en cinco gruesos tomos (1979-1984), ya con las huellas del moho habitual en libros a los que no les da el aire del hojeo. Hay un vicio generalizado y es el de leer ‘por encima’, sea la Constitución, las leyes orgánicas, incluida la de universidades, que sigue inédita incluso para quienes quieren sustituirla por otra presuntamente, solo presuntamente, mejor, pero en la realidad real en que encaja (y no es ociosa la redundancia en estos tiempos) es la de un anteayer, contado en décadas.
A pesar de lo razonable de sus conclusiones estratégicas y de sentido común, y de la solidez de los datos aportados en aquella ocasión, principios de los ochenta, así como de las soluciones técnicas con alta visión de futuro y de la responsabilidad política, seguimos en las mismas condiciones pasmadas. Algo se ha avanzado, claro, incluso mucho, pero siendo así también es bastante menos de lo que se podía haber progresado en la dirección obligatoria.
El resultado es que al aumentar la industrialización a escala casi paranoica y al convertirse los combustibles fósiles en un producto básico del menú, si te falla te mueres de hambre por sus efectos en cascada: se producen tres consecuencias que, unidas en el tiempo, se convierten en un cóctel explosivo.
Es, con algunas correcciones, lo que ahora ha ocurrido en grado de alto riesgo con la guerra de Ucrania, pero a cuyo lobo ya se le habían visto las orejas hace casi, o sin casi, medio siglo; aunque incluso podríamos remontarnos a la ‘guerra de los seis días’ en 1967, entre Israel y una coalición árabe liderada por Egipto. Al cortarse el tráfico por el canal de Suez, Europa, y medio mundo sufrieron de inmediato las consecuencias por el principio del acordeón al interrumpirse la circulación de los buques y, sobre todo, de los petroleros.
La batalla fue corta, pero el cierre del canal duró ocho años. Los buques se vieron obligados a abrir una nueva ruta segura: doblando el cabo de Buena Esperanza para entrar en el Atlántico y seguir hacia el Mediterráneo y el norte de Europa. Una consecuencia inmediata, afortunada para muchos astilleros, entre ellos los de Ferrol, fue la construcción de superpetroleros para poder rentabilizar los viajes. al de muchos consuelo de tontos. Fue una década prodigiosa para el puerto de La Luz… pero no para los bolsillos de los porteños. La mariposa voló sobre los desiertos y el Sinaí, pero fue el mundo entero quien padeció la inflación, la crisis y la especulación que hizo más ricos a los ricos y más pobre a la emergente clase media con la ruina casi generalizada de tenderos, comerciantes del import-export y pequeñas empresas e industrias familiares.
Los expertos de distintas ramas estudiaron a fondo todos estos asuntos, con un lenguaje perfectamente adaptado a la actualidad. Aunque se circunscribieran al ámbito canario estaba implícita la palabra hoy de moda: la ‘geoestrategia’, un concepto que envuelve al entorno y a los vinculados: “Tanto en el caso de un conflicto mundial en que participara España como en el de una situación que llevara al práctico aislamiento de Canarias (…)” se recomendaba una especial protección de los puntos considerados altamente sensibles, como puertos, aeropuertos e industrias esenciales.
Una protección no solo militar: “La producción de energía constituye hoy (referido a los 70) el problema más acuciante”. Aplicable el modelo teórico a toda España, y Europa, se consideraba que las importaciones de choque que incluirían carbón y gas, serían solo un parche. “Se impone, pues, la urgente búsqueda e instalación de plantas generadoras de energía basadas en otras fuentes…”. Y se citaban la eólica, como la más avanzada en aquellos momentos, así como la solar y la geotérmica… ¡Hace más de cincuenta años!, porque aunque el SCM lo plasmó entre 1979 y 1984 el tema venía siendo actualidad desde 1967…Todo este tiempo mareando la perdiz y, sobre todo, dificultando con argucias increíbles la alternativa elemental: así como el barril de crudo Brent estaba el pasado 31 de mayo a céntimos de los 120 dólares USA, el barril de aire puro de monte o marino de la mejor calidad, de Loewe para arriba, está a 0$.
De repente afloran los nervios, y hasta la derecha, emperrada negacionista del cambio climático, igual que antes negó que el tabaco matara, y hasta hace nada la inigualable (menos mal) Ayuso defendía en nombre de la libertad la bollería industrial, en la que lo único que no hace daño es el agujero del Donut, clama ahora por soluciones mágicas.
‘Casualmente’ hasta la fecha ha sido implacable boicoteadora de todo lo que suene a progreso y no huela a gasolina o diésel. El ‘impuesto al sol’, aplicable al aire, no fue sino un intento desvergonzado e irresponsable para dinamitar el autoconsumo.
“Eso puede arruinar a las eléctricas”, decía uno de sus creadores. “No se puede permitir”. Hay que matizar: las eléctricas no trabajan para el interés general sino para su cuenta de resultados, como se demuestra claramente en el actual tsunami económico: beneficios récord y ‘bonus’ indecentes para un empobrecimiento igualmente récord de los que sustentan la gran pirámide.
Como preveía John Maynard Keynes en Cambridge en 1925 “el Partido Conservador siempre será un hogar para los reaccionarios”, por eso él se confesaba liberal, y Feijóo no parece que vaya a hacer una revisión, corregida y aumentada, de sus tablas de la ley esculpidas a escondidas. Las presiones son muy fuertes. Cuando las multinacionales tensan la cuerda de los intereses el patriotismo disminuye.
Mirando por el retrovisor, parece claro que muchos de los problemas que ahora estallan en modo racimo fueron dejados por la gestión de los expertos populares, “buenas cabezas para un caldo de pescado”, que diría una compañera periodista. Rato y la estafa de Bankia, Aznar y la privatización al 100% de la empresa pública ENDESA vendida parta hacer caja a ENEL, la empresa pública italiana. Si la mayoría de sus acciones se hubiera mantenido en poder del Estado, el Estado (el español, claro) hubiera podido amortiguar el impacto de la guerra de Ucrania en la tarifa eléctrica. Simplemente, aplicando en beneficio del servicio público esencial las leyes del mercado.
Lo mismo puede decirse de otros problemas arco de bóveda: la revisión mariana de la Ley de Costas de Cosculluela, que preveía el aumento del nivel del mar por el calentamiento global, ha dejado en primera línea del desastre a cientos de urbanizaciones en la orillita del litoral. En la Galicia ‘feijóoana’ cuando no llueve no hay agua. En Canarias no importa que no llueva: hay islas cuyo consumo (para más de un millón de habitantes en total) depende absolutamente de las plantas desalinizadoras. Los trasvases entre ríos, que tuvieron su sentido en el siglo pasado, son pan para hoy y hambre y sed para mañana.
A ‘mayores’ en su día intentaron dinamitar los fondos de cohesión cuando llamaban pedigüeño a Felipe González, movieron el avispero contra la reconversión industrial, que luego reinscribieron en la partida de nacimiento; trataron de abortar hace nada los fondos Next Generation sembrando dudas sobre su gestión… sin darse por enterados de sus bien trabajados masters de banquillos.
¿La gran diferencia entre Feijóo y Casado? Que Feijóo es más educado y que domina el arte de que no se sepa si cuando está en la escalera sube o baja. El poeta polaco Stanislaw Jerzy Lec se hacía una pregunta en sus Pensamientos descabellados: “¿Puede el caníbal hablar en nombre de quienes se ha comido?”. Reflexionemos.