Se ríen en las barbas de Su Majestad
Superan al truhan de Richard Nixon, cuando confesaba que “lo ilegal lo hacemos inmediatamente, pero lo inconstitucional nos cuesta un poco más”.
La inauguración solemne del Año Judicial fue más de lo mismo: el presidente del Consejo General del Poder Judicial dijo lo que se esperaba y como se esperaba: subió el tono, como era justo y necesario, escenificando su hartazgo por unas prórrogas que, en esencia, constituyen un desacato, una burla, un conchavo, tal cual, que agrieta los cimientos de la ‘tutela judicial efectiva’. Porque este mandato de la CE78 se canaliza a través de los jueces predeterminados por la ley. Y las prórrogas del CGPJ, al no estar contempladas en la Ley Fundamental, que sencillamente las ignora, por una parte disminuyen la legitimidad de origen, y por la otra contaminan por el efecto cascada el nombramiento de los altos cargos jurisdiccionales.
Y estos son los principales engranajes en que se sustenta y fundamenta la tutela judicial efectiva. Por si algún lector o jurisconsulto despistado no se hubiera dado cuenta, nosotros también somos Hungría. En el fondo, y hasta en el descaro de las formas, esto es puro ‘orbanitismo’. Las mismas intenciones, la misma desvergüenza, la misma falta de respeto a las reglas del juego, la misma chulería populista que la de Víctor Orbán, el caballo de Troya en la UE.
Ayer martes abría El País con una frase de Carlos Lesmes, el presidente del Poder Judicial: “Me opongo a que el CGPJ se declare en rebeldía”. Lo cual es totalmente inexacto y tiende a encubrir una verdad de las verdaderas, no de esos ‘hechos alternativos’ que constituyen una depurada técnica de intoxicación y de lavado de cerebro colectivo.
De todas formas la medusa ha sobrevivido sin cerebro durante más de 600 millones de años, y ahora mismo investigadores de la Universidad de Oviedo parecen haber descifrado su genoma de inmortalidad, veo en las redes, y eso da esperanzas a las legiones de tontos y aprovechados: el CGPJ se declaró en rebeldía cuando los jueces conservadores (para entendernos, los que bailan a la comba del PP, y en vez de leer la CE78 juegan al ‘yo-yo’ y al mí me conmigo) impidieron la renovación reglamentaria de los órganos judiciales.
Porque los nombramientos efectuados por los ‘rebeldes’, al ser unos usurpadores, serían nulos de pleno derecho. Este sí que es un buen tema para que los tribunales europeos, o los jueces y magistrados que se sientan afectados y dañados en sus legítimos intereses y aspiraciones, tiren del hilo. Alberto Núñez Feijóo, les facilita incluso una pista: sobre el acuerdo en el desacuerdo para conseguir los tres quintos en el Congreso y el Senado el ex presidente de la Xunta es claro y terminante: que le llame Sánchez y ya verá si el presidente acepta sus condiciones. O sea, chalaneo a las claras. Quiere titiriteros. Para qué disimular si las encuestas le son favorables. Pero los vientos rolan en el momento más inoportuno y cambia los lugares en la pole y en el pódium. Superan al truhan de Richard Nixon, cuando confesaba que “lo ilegal lo hacemos inmediatamente, pero lo inconstitucional nos cuesta un poco más”. Hasta que llegó Trump, claro.
Sí, Lesmes fue en esta ocasión, como se esperaba, más duro que en las anteriores. Pero en la práctica, y en el ambiente, algunos creen que “estos se están riendo en las mismas barbas del rey. Amagan, pero se quedan en eso. Ganando tiempo…”. Hay un clamor transversal que achanta hasta a los fanes mediáticos. Pero sin pasarse. Hay una foto de Felipe VI que en lenguaje no verbal refleja duda y asombro. Y algo que no acierto a definir. Sobre el pertinaz bloqueo el presidente del Poder Judicial dijo que “si persiste (la rebelión, sedición, golpe, boicot, quizás incluso, aunque suene a lo tremendo, malversación de fondos públicos por cobrar por un cargo que no se ostenta legalmente, desde el punto de vista estrictamente constitucional) habrá que tomar decisiones que ni queremos ni nos gustan”.
Hombre, y mujer, o lo que sea usted en el DNI, es obvio que nadie quiere dimitir por la sencilla razón de que no han dimitido, y que a nadie le gusta hacerlo, y que por un salario tan suculento, un cuponazo anual, hay mucha gente dispuesta a sacrificar su ética, su estética y su obligada apariencia profesional de imparcialidad.
Poderosísimo pegamento es un sueldo muy apetitoso en tiempos de penuria e incertidumbres negras además del ringorrango de la función. También es conocido acicate las expectativas de saltar a otros destinos políticos que mantengan salarios y botafumeiros, si interpretan debidamente los intereses políticos de sus amados líderes asustados con el pedrisco de la corrupción y los paseíllos: ministros, secretarios de Estado, directores generales…. Qué menos. Algo para que siga sonando el móvil y para seguir gozando de un minuto de flashes y glorias en medios de comunicación. Vanitas vanitatis.
Los ciudadanos normales, y los periodistas que intentamos salir fuera de la burbuja, no entendemos, por ejemplo, que sea absolutamente imposible que de los tres poderes el Estado, dos de ellos, el Ejecutivo y el Legislativo no puedan ni locos prorrogar sus mandatos y el tercero, el Judicial, sí, porque les da la judicial y corporativa gana. Y como Juan Palomo, yo me lo guiso y yo me lo como. Y a ‘pulpiar a la marea’, que se dice en Canarias.
¿Se imaginan que Pedro Sánchez se proponga prorrogar un par de añitos más su mandato porque le faltan unos AVE, entre ellos el de Extremadura y uno que acabe en Ferrol, o a ser posible en Ortigueira; o terminar de romper al separatismo catalán; o remontar en las encuestas, cuando la guerra de Putin ya no pase factura a Europa; o cuando los españoles se cansen de los conjuros y las conjuras? No es imaginable. Como no lo es con las Cortes, por mucho que en ellas radique la soberanía nacional.
Todos tienen que respetar las reglas, el famoso fair play, y antes que nadie los jueces. Recuerdo las palabras que pronunció el profesor Alejandro Neto en su investidura como Doctor Honoris Causa de la Universidad Carlos III, en la apertura del curso 1995/1996 que me ha vuelto a enviar un ex magistrado del TS y ex Fiscal General: “El hecho es que me he pasado la vida persiguiendo con entusiasmo energético una pieza valiosa, y ahora me presento con las manos vacías. ¿Qué es el derecho? ¿Qué hay detrás de esta palabra que todos tienen en los labios y muy pocos en el corazón?”. Y seguía, párrafos adelante: “El caso es que en el curso de la experiencia terminé dándome cuenta de que los pretendidos siervos de la ley eran, en realidad, sus señores, y señores despóticos e incontrolados que obligaban a decir a los textos lo que jamás se hubiese pensado….”. Y etcéteras parecidos.
Está bien, es muy moral y muy edificante, que Lesmes avise de que “en semanas” “puede dimitir”, pero el que no ha dimitido tiempo ha tenido. Eso, “en unas semanas” para dimitir, o para lo que sea, lo oigo todos los días en Galicia cuando se necesita un fontanero, un herrero, un carpintero, un albañil…”. “Para la semana”, dicen; aunque al final vayan, o vengan, de entrada no concretan de qué mes ni de qué año. Dos años llevo pasando ‘semanas’ de esta naturaleza para que un contratista arregle una chapuza y cumpla lo convenido.
Como bien decía Upton Sinclair, por cierto citado por Tony Judt en ‘Algo va mal’: “Es difícil que un hombre entienda algo cuando su sueldo depende de que no lo entienda”.
El ex presidente de la Xunta, en fin, pone el listón muy alto, por lo menos en los cerros de Úbeda y más allá: “Yo no puedo decir sí a Pedro Sánchez cuando perjudica a España”, aunque este sentimiento se dé tortas con los algoritmos y las estadísticas. El fiel Bendodo, a veces más papista que el papa, dice bien encorbatado que “España necesita una estrategia energética alejada de la ideología”. O sea, teológica y metafísica. ¿Cómo el CGPJ y el TC? Como decía el poeta, poesía eres tú. Y tú, y tú, y siempre tú…¡País!