¿Se avecina otra ola de covid-19?
Sin que la tercera ola haya terminado, ya se habla de una cuarta ola. La vacunación podrá aliviar los efectos más graves. Pero no será suficiente si no hay cooperación de la sociedad en su conjunto.
Ahora que se teme el advenimiento de una nueva ola de covid-19, hay que decir que lo peor es, sobre todo, que ese temor impida tomar las decisiones adecuadas. No debemos acrecentarla en nuestros temores, pero tampoco minusvalorar la situación.
Se habla de la cuarta ola sin que un análisis preciso nos permita saber cuántas olas ha habido en realidad. Y sin considerar que, dependiendo de la unidad territorial utilizada, la numeración de la ola puede variar.
Si nos referimos a lo observado en España a nivel nacional, y utilizando como medida la incidencia acumulada a 14 días (IA14), podemos contar como reconocibles las siguientes:
La primera, que afectó de marzo a mayo de 2020.
La segunda, de julio a noviembre de 2020.
La tercera, desde diciembre de 2020 a febrero de 2021.
Pero dentro de ellas podrían hacerse matizaciones. Muchas. Porque no han sido los mismos los criterios utilizados para definir casos, o la disponibilidad y utilización de las pruebas diagnósticas, ni la afectación en mortalidad o en ingresos hospitalarios.
Como tampoco han sido iguales las pendientes de la curva de IA14, ni la gravedad en términos de fallecimientos. Ni la caída de la incidencia entre olas, ya que sólo en el mes de junio de 2020 los valores podrían considerarse aceptables.
En la actualidad la, llamémosle, tercera ola ha caído con bastante rapidez, pero sin llegar a “tocar suelo”. A nivel nacional no se ha alcanzado siquiera un valor de 120 casos por 100 000 habitantes en IA14. Y se está viendo, en los últimos días, un cambio de tendencia.
Pero la situación no es igual en todas las comunidades autónomas. Mientras unas cuantas mantienen valores muy por debajo de estas cifras (Comunitat Valenciana, Baleares, Murcia), otras se han mantenido en todo momento muy por encima (Madrid, Ceuta y Melilla). Lo que es peor, en algunas se ha quebrado absolutamente la tendencia, y están comenzando a subir (Navarra y País Vasco).
Pero hay más. En algunos países europeos, cercanos y vinculados con España (Francia e Italia principalmente), la situación es peor y en otros (Alemania), sencillamente, no es mejor.
Por otra parte, la vacunación en España está todavía lejos de proteger a una proporción importante de la población. En este momento hay 2.505.842 personas con la pauta completa. Esto representa el 5,3% de la población. Aunque es importante resaltar que el 90% de las personas institucionalizadas en España ya están completamente protegidas por la vacuna.
El número de personas susceptibles. Sumando a la población completamente vacunada la que ha resultado infectada en el transcurso de la pandemia (3.255.324) tenemos al 12,2% de los habitantes. Dado que el estudio ENE-COVID en la última ronda publicada, la cuarta, cifró en un 9,9% la población con anticuerpos IgG, y que esto corresponde a un momento anterior a la tercera ola, puede considerarse que las personas con anticuerpos superarán en la actualidad esta cifra ampliamente. Con todo, el número de personas susceptibles en España es todavía muy elevado: muchas personas pueden aún ser afectadas por el virus.
Las variantes del virus. La diseminación de la variante B.1.1.7, la británica, es amplia (más del 50% en la mayoría de las comunidades autónomas y en algunas representa más de 70% del total de casos) y ha aumentado con rapidez en las últimas semanas. Esta variante se relaciona con un aumento de transmisibilidad y podría dar lugar a un incremento de la letalidad.
El incremento de movilidad debido a las fiestas. Comienza la semana santa y, pese a los cierres perimetrales de las comunidades autónomas, la movilidad puede incrementarse. Y también puede hacerlo desde países con peor situación que España.
La presiones económicas y la fatiga pandémica. Las medidas necesarias para contener al virus generan, en ocasiones, rechazo y su cumplimiento puede verse comprometido, máxime cuando, en algunos casos, las autoridades las aceptan a regañadientes. La afectación económica que las medidas tienen en muchos sectores de la economía ocasiona presiones sobre los decisores del ámbito político, que tratan de aliviar este impacto. A veces, siendo renuentes o más permisivos en su adopción o en la vigilancia de su cumplimiento. E incurriendo en ocasiones en contradicciones e incoherencias que desconciertan a la población.
La saturación del sistema de salud. Pese a la mejora, todos los niveles del sistema (primaria, hospitales, salud pública) siguen presionados y tensionados. Y agotados tras un año sin parar.
Todavía es posible evitar que el efecto de esta ola sea tan terrible como lo fue el de la anterior. Para ello debe solicitarse a toda la sociedad, autoridades y ciudadanía, que no se caiga en un optimismo infundado.
Hay que seguir haciendo, como ha hecho la Sociedad Española de Epidemiología, llamamientos para adoptar las medidas que se requieran según evolucione la situación y a maximizar el cumplimiento y respeto de estas, y a limitar la movilidad lo máximo posible. Es responsabilidad de todos porque afecta a toda la sociedad.
Y también debe contemplarse que la adopción, o el refuerzo de medidas cuando sea necesario, se haga con criterios de equidad, contemplando todos los escenarios y apoyando, de verdad, a las personas y sectores que están resultando más afectados. Nadie puede considerase a salvo si no se piensa en toda la sociedad, local y global.
Estamos mejor preparados, pero lo podemos hacer mejor. La vacunación podrá aliviar los efectos más graves que se han visto en anteriores olas. Pero no será suficiente si no hay cooperación de la sociedad en su conjunto.