Saphia Azzeddine: "Escribir es gritar sin hacer ruido"
La autora francomarroquí teje en 'El viento en la cara' el relato de una heroína libre e insumisa que le da la vuelta a las incoherencias de los fundamentalistas del Islam.
Saphia Azzeddine (Agadir, Marruecos, 1979) es uno de los más recientes fenómenos literarios de Francia. Escritora pero también periodista, actriz, guionista y directora, suma a su imagen de mujer moderna y de genio un acercamiento poco heterodoxo a materias peliagudas: la familia, la mujer, la religión.
"De cultura y fe musulmanas", como ella misma se define, criada entre Suiza y Francia, acaba de publicar en España El viento en la cara (Grigalbo), novela en la que teje una historia a tres bandas sobre una mujer perseguida por los integristas de su comunidad, un canto a la libertad que supone, además, un aldabonazo sobre el sometimiento de "todas las mujeres del mundo", explica a El HuffPost.
La protagonista es una joven viuda musulmana que se enfrenta a un juicio por haber hecho algo haram, prohibido, pecaminoso: un día se subió al minarete de la mezquita de su pueblo y llamó a la oración de los fieles antes del amanecer en lugar del muecín enfermo. Ella, fémina tentadora e impura, osó además comparar el valor del rezo con el del trabajo del hombre y su descanso. Sacudida la villa por su atrevimiento, la mujer es sometida a un juicio público en el que habrá de demostrarse si es merecedora de la muerte por lapidación, una tensión que se mantiene hasta la última página.
El libro narra las lenguaraces respuestas de la acusada frente a las incongruencias de los fanáticos islamistas, los episodios de su vida que la convierten en firme y dura. Dos personajes ayudan en la trama: el juez que la interroga —y la visita a escondidas y la conoce de lejos— y que sabe que está apuntalando una condena por el simple delito de ser mujer y con libre albedrío; y la periodista norteamericana que llega al país —que nunca se cita, pero que está completamente sometido a la sharia o ley islámica y, por tanto, es un escenario universal— con buena voluntad y muchos prejuicios, ojos occidentales que también juzgan y no entienden, hasta que entienden.
"Básicamente, Bilqiss [la protagonista, quien casualmente comparte nombre con la reina de Saba], es una heroína moderna, iconoclasta, que se reapropia de su dios y su religión y que es insumisa, nada dócil, libre en el sentido más noble del término, pues es libre, completamente libre, porque ya no tiene nada que perder", explica la autora.
Esta "moderna Scherezade", como la ha denominado la crítica gala, salpica intencionadamente de veneno a quienes asisten a su juicio pero, a la vez, cala en el corazón del juez, que prolonga la vista sin que nadie entienda sus razones. ¿No estaba claro el caso, por qué no hay veredicto? Uno tras otro, la protagonista tumba la incoherencia de los fundamentalistas: por qué la mujer no puede leer poemas, por qué no puede estudiar, por qué ha de taparse con un velo o burka. "Todavía confío en ustedes, señores. Sigo alimentando la esperanza de que algún día cercano logren superarse y contemplarnos de arriba abajo sin tener una erección, les dice a la cara.
Aunque Azzeddine sostiene que antes de ponerse a escribir "ignora" de lo que va a hablar, lo cierto es que en su obra no deja de repasar ninguno de los sometimientos más claros de las lecturas más rigoristas del Islam, del sexo al amor, al matrimonio y la complicidad. El dibujo es, así, completo.
"Mi novela no es un ensayo, es una historia. Si después acaba teniendo un alcance mayor, tanto mejor, pero no es la idea, ese no es mi papel, no lanzo una denuncia. Sin embargo, lo único que sé es escribir, es lo que me gusta hacer y es algo que no controlo, que sale de mis entrañas, y en un momento dado tiene que brotar todo lo que guardo. Escribir es gritar sin hacer ruido, que decía un autor", resume.
(Puedes seguir leyendo tras la foto...).
La religión es para ella un asunto privado, que en este caso le sirve para narrar cómo una mujer se encara a su mundo con pasión y convicciones —"Aduláis a Dios, pero no lo honráis jamás", se repite—. Y con algunas anécdotas entre lo mágico y lo sórdido: los libros enterrados en el jardín para que el marido no los vea, la foto que un viajero occidental le hizo cuando era pequeña —imposible no pensar en la niña afgana de Steve McCurry—, la extraña relación con unos soldados norteamericanos que combaten en la zona...
Azzedine trufa el texto de referencias a clásicos de la literatura en árabe que, por supuesto, su protagonista relame a escondidas, inspirada por otra mujer libre, tanto que se abrió las venas a mordiscos por no tener otra cosa con qué hacerlo en su asfixiante hogar. Entre los imprescindibles que recomienda conocer la escritora marroquí están Amin Maalouf y Mahmud Darwish. "Todo, absolutamente todo de ambos".
¿Puede ayudar su novela a que aprendamos a ver el Islam con otros ojos, una religión como la que defiende Bilqiss frente a la monolítica visión que marcan tendencias como el wahabismo? "Igual uno puede darse cuenta de que hay diferentes maneras de entender el Islam y de hacer Islam. Tal vez ayude a reconciliar a parte de la sociedad con esos musulmanes ilustrados, como lo es ella. Pero no espero nada, de mis lectores en general o de los españoles, en particular ahora que sale aquí la novela. Yo les doy mi libro y ellos hacen con él lo que quieren. Una vez entregado, el libro se me escapa", concluye.