¿Salvará la verdad a la democracia americana?: La comisión de investigación del 6 de enero de 2021 comienza a difundir sus hallazgos
Los republicanos han intentado por todos los medios impedir que se averigüe la verdad sobre la fallida conspiración.
“La verdad os hará libres,” dice una frase bíblica que se usa con frecuencia en la
conversación en Estados Unidos. Muchos ciudadanos han estado esperando las revelaciones de la comisión de investigación del 6 de enero de 2021 con la esperanza de que un exacto y minucioso análisis de los eventos que desembocaron en el asalto al Capitolio acabe con el poderoso hechizo en el que Donald Trump tiene sumido al partido republicano. La gran mentira de que en las elecciones presidenciales que dieron la victoria a Joe Biden hubo fraude electoral es creída a pies juntillas por la mayor parte de los votantes republicanos, para quienes es un dogma de fe. En estos momentos cualquier político republicano que contradiga esta narrativa es condenado al ostracismo. Como consecuencia, la gran mentira tiene cada vez más fuerza, ya que todos los que desean medrar deben repetirla constantemente. Los votantes republicanos oyen a sus líderes más importantes entonar esta perniciosa cantinela y asumen que, como estos les dicen, las investigaciones en curso son maniobras partidistas por parte de los demócratas.
Los republicanos han intentado por todos los medios impedir que se averigüe la verdad sobre la fallida conspiración para anular los resultados de las elecciones presidenciales que tuvo lugar a finales de 2020 y a comienzos de 2021 y culminó con el asalto al Capitolio. Primero, se negaron a aprobar la creación de una comisión bicameral y bipartidista para investigar los hechos. Luego, cuando los demócratas crearon una comisión del Congreso, los republicanos nominaron para esta comisión a cinco congresistas, dos de los cuales habían participado con todo descaro en la insurrección. Los demócratas aceptaron a tres, pero rechazaron a los dos que, por estar implicados en los hechos, tenían un evidente conflicto de interés. Los republicanos entonces retiraron a sus cinco candidatos con la intención de boicotear la comisión, tras lo cual los demócratas escogieron a los dos únicos congresistas republicanos que estaban dispuestos a hacer caso omiso a su partido y aceptar la invitación, a saber, Adam Kinzinger y Liz Cheney. Además, los demócratas pusieron en la comisión en el papel de
consejeros a algunos republicanos que habían tenido puestos de responsabilidad en el pasado, preservando de esta manera el carácter bipartidista de esta.
Para desesperación de los republicanos, la comisión empezó su trabajo, que ha
continuado incansable hasta ahora. De manera sistemática, la comisión ha examinado más de 140.000 documentos y entrevistado a más de 1.000 testigos y su trabajo continúa. Antes de escribir su informe final, lo que planea hacer en el curso del verano, la comisión ha decidido hacer unas presentaciones públicas televisadas en todo el país a las horas de máxima audiencia. Estas presentaciones se harán en varias jornadas espaciadas entre sí.
En la primera de estas, que tuvo lugar el día 9 de junio, la comisión dio a conocer sus principales descubrimientos hasta la fecha, los cuales muestran que hubo una conspiración muy extensa y bien organizada para mantener a Trump en el poder cuando quedó claro que este había perdido las elecciones. Deseando continuar como presidente por encima de todo, Trump hizo presión a numerosos políticos republicanos para que, aprovechando las peculiaridades del sistema electoral norteamericano, anulasen los resultados de las urnas alegando fraude y los reemplazasen por otros emitidos por personas de su confianza. Para que este plan funcionase era crucial la colaboración de
políticos en cargos clave en el proceso de certificación de las elecciones, como el vicepresidente Mike Pence, quien se negó a participar en la conspiración. Aunque algunos detalles ya eran conocidos, muchos son nuevos. Por ejemplo, se ha sabido que Trump dijo que Pence merecía que lo ahorcasen, como pedía la turba, y que el que finalmente llamó a la guardia nacional para desalojar a los asaltantes fue Pence y no Trump, quien seguía esperando a ver si estos triunfaban.
Pero lo más novedoso de todo no fue la difusión de detalles desconocidos, sino la declaración de la comisión de que Trump fue centro y motor de una conspiración sediciosa en la que participaron no solamente muchos de sus aliados políticos, sino también grupos paramilitares de ultraderecha neofascista, como los conocidos por los nombres de Proud Boys y de Oath Keepers, los cuales ya han sido imputados por este delito por el Ministerio de Justicia. Parece que las presentaciones de la comisión van a seguir el formato de los juicios penales, en los cuales al principio se anuncia lo que se va a probar, en las jornadas siguientes se justifican las acusaciones y al final se enumeran las
conclusiones. En esta primera jornada se insinuó que estos dos grupos parecían
coordinados no solamente entre sí, sino también con Trump, ya que parecían saber que este iba a enviar más tarde a la turba al sitio por el que ellos comenzaron el asalto al Capitolio. La comisión también hizo hincapié en el hecho de que Trump había sido informado por numerosos colaboradores, entre ellos, el fiscal general del Estado y los abogados de la Casa Blanca, de que había perdido las elecciones y de que cualquier esfuerzo por mantenerse en el poder sería un acto delictivo. Esto es importante porque, para que la acusación de conspiración sediciosa prospere, debe probarse que existía conciencia de su ilegalidad.
Mientras que, por una parte, la comisión presentó con gran deliberación los aspectos legales del caso, por otra, no descuidó sus aspectos emocionales, poniendo un vídeo nuevo que mostraba descarnadamente la violencia del asalto y entrevistando a la agente de la policía del Capitolio Caroline Edwards, quien, con gran fuerza y dignidad, relató las brutales agresiones que había sufrido y presenciado. El gráfico y preciso testimonio de esta mujer fue uno de los momentos clave de la jornada. Pero lo más impactante de todo fue la participación de otra mujer, la valiente congresista republicana Liz Cheney, quien, desafiando a su partido y jugándose su carrera política, se ha convertido en la más visible defensora de la democracia. Como vicepresidenta de la comisión, Cheney tuvo un papel muy importante en la exposición de los hechos, comportándose con gran aplomo y autoridad. Quizás el momento más memorable de la jornada fuese su apelación a sus colegas republicanos, que siguen defendiendo lo que, según dijo ella, no tiene defensa. “Llegará el día en que Donald Trump ya no esté, pero vuestra deshonra perdurará,” dijo con gran sentido de la historia, que transmitió a los espectadores.
Las presentaciones del 9 de junio han sido muy iluminadoras. Parece que el intento de golpe de estado estuvo más cerca de triunfar de lo que se creía y que hay muchos implicados, algunos de los cuales son miembros del Congreso. En vista de esto se comprende el afán de los republicanos, primero por evitar que se hiciese una investigación y ahora por desacreditarla. De hecho la cadena de televisión Fox y otros medios de comunicación de ultraderecha decidieron no transmitir las presentaciones de la comisión, poniendo en su lugar “contraprogramación,” o sea, ataques a la comisión cuestionando su imparcialidad. Los votantes republicanos que viven dentro de la burbuja
desinformativa de estos programas de propaganda masiva no tienen manera de saber la verdad porque están siendo inoculados contra ella a diario.
En Estados Unidos los dos grandes partidos políticos ya no representan a la izquierda y a la derecha. En estos momentos, los demócratas defienden la democracia y la verdad mientras que los republicanos están entregados al autoritarismo y a la mentira. La verdad es el enemigo número uno de los políticos de este partido, quienes, sometidos a los deseos de Trump, están concentrando todos sus esfuerzos en luchar contra ella. En este contexto, ¿de qué puede servir la difusión de los hallazgos de la comisión? En primer lugar, podría dar lugar a cambios en los procedimientos electorales para impedir que en el futuro estos se puedan prestar con éxito a manipulaciones como las que fracasaron en el intento de golpe de estado que culminó con el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021.
En segundo lugar, aunque tuviese poco efecto en los votantes republicanos, debido a la “contraprogramación” a la que están sujetos, la difusión de los hallazgos de la comisión podría tener bastante impacto en los votantes independientes, quienes al fin y al cabo son los que deciden los resultados de las elecciones. En tercer lugar, si la evidencia de delitos es incontrovertible, y por lo que se ha visto hasta ahora, parece serlo, podría obligar a actuar al ministro de Justicia, Merrick Garland, quien, por miedo a ser acusado de partidismo, hasta ahora había mostrado pocas ganas de ir en contra de Trump, presidente de signo político diferente al suyo. De momento, Garland ha imputado por el delito de conspiración sediciosa a varios participantes del asalto al Capitolio, pero no a los políticos que formaron parte del intento de golpe de estado que llevó a ese asalto. Si Garland imputase por ese delito a Trump y a sus colaboradores, el hechizo podría romperse. Los amantes de la democracia no pierden la esperanza de que, tarde o temprano, la verdad la salve. Es un momento de máxima expectación.