Salvador Sunyer cuenta por qué no deberías perderte la 30 edición de Temporada Alta
"Las artes escénicas no cambian el mundo, pero sí la mirada que tengamos sobre él".
El comienzo de la 30 edición del Festival Temporada Alta de Girona, del que se dice que es el mejor festival de otoño de España y del sur de Europa, facilita la entrevista con su director, Salvador Sunyer, premio Nacional de Teatro de 2018.
¿Qué aporta Temporada Alta localmente al público de Girona y alrededores?
Localmente aporta la programación de una gran ciudad a una pequeña ciudad. Tenemos programados más de cien espectáculos de quince países diferentes, algo que solo se puede ver en algunas grandes ciudades del mundo, y no en todas.
¿Y por qué debería desplazarse alguien hasta Girona para asistir al festival?
Al festival vienen, además de personas que viven en la región, espectadores del resto de Cataluña, del resto de España y del sur de Francia. La frontera de este país está a tan solo 60 kilómetros de Girona y Salt y en otoño se programa muy poco teatro internacional en esa región francesa.
La mayor parte del público que se desplaza hasta aquí lo hace para ver los espectáculos internaciones. Hay muy pocos festivales en España, si exceptuamos el Festival de Otoño de Madrid y el Grec de Barcelona, en los que se programen tantos espectáculos internacionales como en Temporada Alta.
También vienen profesionales del teatro, programadores. Estos, además de los espectáculos internacionales, quieren ver los estrenos que tienen lugar en el festival.
¿Qué es lo más nuevo o innovador que traen este año?
El festival tiene lo que se llama la semana del programador [del 22 al 25 de noviembre], en la que se concentra lo más nuevo o innovador. En esa semana se estrenará la nueva producción de Angélica Liddell; Bros, el nuevo espectáculo de Castellucci, el director más reconocido y buscado en la actualidad, obra que también producimos junto con otras instituciones; Sonoma de La Veronal, un espectáculo de danza que ya se ha visto en Madrid y en el Festival de Avignon, y cuyo estreno en Cataluña se hace dentro del festival.
Además, está todo lo que tiene que ver con el flamenco contemporáneo, como Mellizo doble de Israel Galván y El niño de Elche o Inicio (Uno) de Rocío Molina. Este tipo de espectáculo es el que más atrae a los programadores internacionales. El mejor flamenco y el más innovador o lo conoces en nuestro país o no tienes otra oportunidad de conocerlo.
¿Por qué en la presentación del festival se hace diferencia entre público y ciudadano?
Se podría decir que el público es un cliente. Una persona que compra entradas para venir al teatro a ver lo que se programa en el festival.
A la vez tenemos una actividad llamada A Tempo que hacemos con la Fundació La Ciutat Invisible. Con este programa se pretende llevar las obras a los institutos e instituciones educativas de forma gratuita. Nuestro objetivo es que puedan ver las obras y que las artes escénicas formen parte de su educación como ciudadanos.
Pero, ¿tiene el festival algún papel político concreto?
Únicamente el que acabo de comentar. Tratar de que las artes escénicas entren a formar parte de la enseñanza oficial reglada.
Dicho lo anterior, creo que todas las artes hablan de lo que nos está pasando y, por tanto, ofrecen una mirada sobre temas como la ecología, la economía, la actualidad. Pienso que las artes, incluidas las escénicas, no cambian el mundo, pero sí la mirada del espectador sobre ese mundo.
Por ejemplo, el festival se inauguró con Tio Vania, un clásico escrito por Chéjov. En este clásico ya se hablaba de algo tan contemporáneo como es la ecología. En la obra también hay una pregunta recurrente para muchos de los personajes sobre el sentido que habrá tenido su vida. Sobre si dejarán un mundo mejor o peor, o si la gente será más feliz con lo que han hecho. Preguntas que se han oído cada día durante la pandemia de covid, y para las que da una respuesta.
¿Cómo ha contribuido Temporada Alta a cambiar la mirada de sus espectadores y de los ciudadanos?
Un festival como este lo que tiene que hacer es ofrecer muchas miradas diferentes para que luego el ciudadano pueda elegir, decidir.
El riesgo de los festivales es hacer o mostrar lo que es políticamente correcto. En las artes no debería haber censura ni, lo que es peor, autocensura. Todo el mundo debería poder decir lo que piensa, y luego, el ciudadano elegirá, que la gente no es tonta.
Sin embargo, cuanto más diversas sean las miradas que se muestren, más se ayudará al público y a los ciudadanos a tomar decisiones menos homogéneas.
¿Por qué ofrecéis en la web itinerarios, es decir, diferentes caminos a través de los espectáculos programados?
Nuestro festival está pensado como el menú de un restaurante. Desde espectáculos para un público que solo quiere distraerse, pasar el rato, hasta espectáculos supercontemporáneos o reflexivos.
Entre los 106 espectáculos programados hay desde obras para niños de tres meses o comedias, sin más, hasta obras muy especulativas. Por eso pensamos que sería bueno dar pistas a los espectadores para que no se pierda en esta biblioteca de Babel que ofrecemos.
Por ejemplo, si alguien ha visto una de Shakespeare es muy probable que le interese Chéjov. Y a aquella persona que haya visto un montaje tradicional, es probable que le interese poco las formas más contemporáneas.
Aunque, también pensamos que siempre hay que ofrecer un poco más. Facilitar a través de los itinerarios, con la idea que he comentado, otra vuelta de tuerca a cada espectador que le permita descubrir nuevas miradas.
El festival ha mantenido la exhibición online, que el año pasado fue mucho más potente por la pandemia. ¿Piensa que esta forma de exhibición ha llegado para quedarse?
Sí, pienso que sí. El año pasado se usó para exhibir espectáculos porque los teatros estaban cerrados. Este año, con los teatros abiertos, ya no es necesario cubrir esta función.
Sin embargo, el teatro a distancia, como lo hemos llamado en el festival, sirve para ver espectáculos que ya no se pueden ver en escena porque no se exhiben. Y sirven para todos esos formatos que son difíciles de encuadrar. Que se encuentran en el límite entre géneros. Formatos cuyo desarrollo se ha acelerado con la pandemia. Creo que es por ahí por donde va a crecer esta parte de la programación.
¿Como la webserie de Rodrigo García que presentáis y también producís?
Rodrigo García es un artista muy potente que se ve poco en España, desgraciadamente. Además, Movidas raras es una propuesta muy potente con muchos colaboradores interesantes. Por eso la coproducimos con el Grec de Barcelona, el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque de Madrid y otro montón de instituciones y teatros europeos.
Temporada Alta es un festival muy abierto. No solo programa teatro, también programa circo y danza. Incluye conciertos y la proyección de cine. ¿Cuál es la necesidad de tener una programación tan amplia? ¿Qué deben tener esos otros espectáculos para que los programéis?
Cuando comenzó Temporada Alta hace 30 años, los géneros eran bastante estancos. Excepto los musicales, que siempre han mezclado teatro y música. Con el paso de los años los géneros se han ido hibridando, por eso ya no hay festivales que programen un solo tipo de género.
En nuestro caso concreto programamos otros géneros siempre que tengan un alto componente escénico. El mejor ejemplo de este año es el concierto de Silvia Pérez Cruz, que es una mezcla entre un concierto y un espectáculo musical, hecho en colaboración con Pablo Messiez. O como en Entre chien et loup de Jatahy, que es una versión escénica de Dogville de Lars von Trier, una mezcla entre teatro y cine. Por cierto, esta película también se proyecta durante el festival.
Sin embargo, no hay teatro musical u ópera en la programación.
No, no hay musicales al uso. Es cierto que tenemos programado Parné, un pequeño musical encuadrado en el mundo de la copla. Pero nuestro trabajo no es programar grandes óperas ni musicales. Tampoco tenemos el presupuesto para hacerlo.
El festival se dedica más al teatro contemporáneo. El gran musical de primera línea no es nuestro mundo. Los musicales solo se pueden ver en una o dos ciudades en España en las que pueden estar muchos meses para cubrir la inversión.
¿Podría hacer una reflexión sobre los 30 años del festival?
La gracia del festival en estos 30 años es que ha crecido con el público. El no haber crecido de golpe, sino el haber empezado con una pequeña programación de cuatro espectáculos que poco a poco se fue aumentando.
Y que, en esos 30 años, ha conseguido que el 30% del presupuesto se financie a través de patrocinadores privados. Algo poco o nada habitual para festivales de estas características.
También que estamos haciendo crecer el teatro desde abajo. Llevando las artes escénicas a los institutos, como ya he comentado. Hay entre Girona y Salt 60 institutos y en 57 programamos espectáculos totalmente gratuitos.
Tanto el Gran Teatre del Liceu como el Teatro Real montan óperas en colaboración con los institutos. ¿Tiene Temporada Alta un programa parecido a estos?
Sí. Lo tiene. Es A Tempo la actividad de Temporada Alta en el aula que te he comentado antes. Los institutos y los teatros nos hacen propuestas. Si nos parece que tiene interés, buscamos un artista o un grupo de artistas y los ponemos en contacto con el instituto para que trabaje con ellos todo el año.
Al final del trabajo habrá un espectáculo que se muestra siempre en Temporada Alta, menos este año. Debido a la pandemia no se podían reunir grupos, por lo que no se podía trabajar.
Este año Rosa Gámiz de T de Teatre trabajará con los alumnos de un instituto de Salt para montar una obra que parte de los griots, los cuentacuentos africanos. El resultado no se podrá ver hasta finales del curso en el que estamos, puesto que acaban de empezar a trabajar en ello.
¿Y qué tendría que decir sobre la edición de este año?
En nuestra programación lo local es importante. El programador que viene quiere ver lo que se hace aquí, no lo que hace todo el mundo y puede ver en cualquier parte. Sin embargo, creo que la noticia de esta edición es que ha vuelto el teatro internacional al festival.