Rocío Carrasco no está loca y nosotras tampoco
La 'luz de gas' es una forma de maltrato psicológico difícil de identificar.
Del silencio a un grito desgarrador. Rocío Carrasco ha hablado 20 años después para contar los presuntos malos tratos que recibió por parte de su expareja, Antonio David Flores, en el documental Rocío, contar la verdad para seguir viva.
“Si esto les ha pasado a Rocío Jurado o Rocío Carrasco, ¿cómo no nos va a pasar a las demás?”, se preguntaba una mujer en Twitter después de que Carrasco asegurase que Antonio David Flores logró callar también a la cantante. Una pregunta que deja entrever que Rocío Carrasco hablando en prime time es sólo la punta del iceberg. ¿Qué pasa con todas aquellas que no tienen voz? ¿Cuántas mujeres se habrán sentido reflejadas en las palabras de Carrasco en televisión? ¿Cuántas de ellas ni siquiera se habían planteado que eran víctimas de maltrato?
En un momento del segundo capítulo de la serie, la hija de Rocío Jurado describe cómo Antonio David ejercía sobre ella ‘luz de gas’. Un maltrato sibilino, sutil y manipulador, que consiste en poner en duda todo lo que dice la mujer o infravalorar sus opiniones hasta hacerla dudar de sí misma. “Me decía: “Estás loca. Las hormonas… El embarazo te está afectando a la cabeza”, “los celos te están volviendo loca” y que “por culpa de los celos iba a malparir a mi hijo”, recuerda Carrasco.
“Estás loca”, “no fue así”, “eres una exagerada”, “te lo estás inventando”, “no es para tanto”... Son algunas de las frases más utilizadas para hacer luz de gas.
La violencia ejercida mediante luz de gas, así como la psicológica y la vicaria —en la que se utiliza a los hijos para hacer daño a la madre— se han tratado en las leyes, en conferencias sobre expertos en violencia de género y en diarios feministas cuyos artículos quizá llega al millón de visitas en un año. Pero ahí entra el poder de Telecinco y del prime time: desde el domingo pasado, millones de personas están escuchando estos términos y, entre ellas, miles de mujeres que nunca habían oído hablar de este tipo de agresiones y algunas de las cuales posiblemente también las hayan sufrido.
El relato de Rocío Carrasco, más allá del show de Telecinco, está sirviendo para derribar clichés. Dos de ellos muy importantes y solo en cuatro capítulos. El primero: que la violencia machista no entiende de clases y no existe un perfil de víctima. Entiende de género. El segundo: que el maltratador no siempre es un hombre rudo, alcohólico, que pega a su mujer palizas al llegar a casa si no tiene la cena hecha.
El maltrato empieza con un insulto, con la luz de gas o con una amenaza y acaba con una paliza y, en el peor de los casos, con un asesinato o un suicidio. Rocío Carrasco intentó quitarse la vida mientras su expareja hablaba de ella en Gran Hermano VIP.
¿Cuántas mujeres habrán aprendido este domingo lo que es la ‘luz de gas’? ¿Cuántas se han dado cuenta de que lo han padecido y les han hecho sentir como unas locas? ¿Cuántos de nosotros lo hemos presenciado en algún momento de nuestra vida y lo hemos normalizado? ¿Cuántos hombres lo han hecho sin pararse a pensar de que es otro tipo de violencia?
La luz de gas, la humillación, la manipulación, la utilización de los menores, minar el autoestima… También son formas de violencia. Quizá uno de los grandes éxitos del documental, si no el más relevante, sea mostrarlo con toda la necesaria crudeza ante tantos millones de personas.