El rey y el emérito: una relación padre-hijo herida de muerte antes de los escándalos
La reunión entre Juan Carlos y Felipe VI el lunes en Zarzuela tiene más tintes formales e institucionales que emocionales, como cabría esperar de este reencuentro, después de casi dos años sin verse.
Jueves, 18 de mayo de 2022. El jet privado en el que viajaba Juan Carlos I desde Emiratos Árabes aterrizó a las 19 horas en el aeropuerto de Vigo. Al pie de la escalerilla del avión le esperaba su amigo Pedro Campos, anfitrión durante su estancia en Sanxenxo, y su hija mayor, la infanta Elena, que se lanzó a abrazar cariñosamente a su padre para, acto seguido, dedicarle un saludo más formal, una reverencia.
Ella fue el único miembro de la familia del rey emérito que estuvo allí, presenciando ese momento histórico. Su reacción al ver a su padre evidenció el cariño que le tiene, con el abrazo, y reivindicó la figura institucional de Juan Carlos I, con la reverencia. De nuevo, gestos que constatan la ruptura de la familia, como lo hizo la polémica foto del viaje en Semana Santa que las infantas y sus hijos hicieron a Abu Dabi, lugar en el que Juan Carlos reside desde que en agosto de 2020 decidiese abandonar el país.
Pero este jueves, ni rastro de su hija Cristina, ni de ninguno de sus nietos. Y, como ya se sabía, ni rastro de su hijo, el rey Felipe VI, con el que se reunirá el lunes 23 de mayo en Zarzuela, antes de regresar a Abu Dabi. Una cita con más tintes formales e institucionales que emocionales, como cabría esperar de este reencuentro, después de casi dos años sin verse, entre un padre y un hijo, entre un monarca emérito y un monarca alejados en la distancia y en los afectos.
Esta es la cronología de una ruptura anunciada:
Lunes, 3 de agosto de 2020. En una carta remitida a su hijo, Juan Carlos I comunica su decisión de abandonar España “ante la repercusión pública que están teniendo ciertos acontecimientos pasados de mi vida privada” y guiada “por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los españoles, a sus instituciones y a ti como Rey”.
“Deseo manifestarte mi más absoluta disponibilidad para contribuir a facilitar el ejercicio de tus funciones, desde la tranquilidad y el sosiego que requiere tu alta responsabilidad”, le transmitía el padre al hijo en esa misiva, recalcando que el futuro de la monarquía y del rey de España era lo único que había tenido en cuenta al tomar la decisión.
Las noticias sobre el emérito, Corinna, las comisiones, los paraísos fiscales y las irregularidades con la Hacienda pública ponían en un serio aprieto a la institución. El emérito debía desaparecer de la escena pública y así se pactó su marcha.
Juan Carlos puso kilómetros de por medio con su país y se alejó de su hijo. Desde que abandonó España poca o ninguna relación han tenido. Así lo confirmaba el ‘exiliado’ a la periodista francesa Laurence Debray en la biografía Mi rey caído. “El rey Felipe toma en serio su papel y considera que la relación personal es igual que la institucional y corta las dos de manera muy radical”, manifestaba la autora en una entrevista en La Razón.
“La relación entre padre e hijo es nula, casi inexistente”, aseguraba el periodista José Antonio Zarzalejos en julio de 2020 a El HuffPost días antes de la marcha del emérito. Pilar Eyre dice estar también convencida de que la relación, tanto pública como privada, está totalmente rota desde que el Juan Carlos se fue de España. “Pueden haber mantenido alguna conversación, puntualmente, cuando el padre ha estado enfermo y el hijo le ha llamado por teléfono. Pero nada más. Hablan a través de sus secretarías o de las personas que tienen al lado. Las relaciones están absolutamente rotas”, afirma la periodista experta en monarquía.
Domingo, 15 de marzo de 2020. Ese día, Casa Real anunció que el rey eliminaba la asignación oficial de Juan Carlos I y renunciaba a la herencia de su padre. Con esta drástica decisión, Felipe VI quiso romper con el pasado, con todo lo que pudiese enturbiar su mandato y que derivase de las prácticas poco éticas de su padre.
“Ese comunicado, desvinculándose del padre, de las cosas que habían salido y de las cosas que pudieran salir en el futuro, fue el tajo certero entre ellos”, señala Pilar Eyre como el verdadero punto de inflexión en la relación pública que mantenían padre e hijo. Era el momento de, igual que años atrás había hecho con su hermana Cristina e Iñaki Urdangarin, interponer un cordón sanitario con el fin de contener las amenazas a la estabilidad de la institución.
“El peor adversario del rey ha sido y sigue siendo su padre, Juan Carlos I. Nadie le ha procurado más daño moral y político que su progenitor, antes y después de su abdicación. La herencia de Juan Carlos I transmitida a su hijo constituye para él el mayor de los problemas tanto en el presente como en el inmediato futuro. Cualquier conversación en abierto con el monarca no podría eludir ni preguntas ni respuestas sobre aspectos abrasivos acerca del comportamiento de su padre, la ruptura familiar en varios frentes y, en definitiva, el planteamiento de cuestiones muy sensibles”, escribe José Antonio Zarzalejos en su libro Felipe VI. Un rey en la adversidad, analizando la relación entre Felipe VI y el rey Juan Carlos I desde el punto de vista institucional.
Pero la reflexiones del periodista trascienden este papel y medita también sobre los vínculos afectivos entre ellos. “Felipe VI sería, según algunos testimonios recabados, un hombre muy golpeado por acontecimientos vitales en los que interviene la desestructuración familiar que vivió desde su adolescencia, un sentimiento contradictorio hacia su padre —de admiración como estadista y de decepción en lo personal, pero especialmente por el trato al que ha sometido a su madre, quizás la única persona más allá de su mujer y sus hijas por la que siente una sincera debilidad y cierta admiración—”.
En estas cuestiones íntimas que se vivían en Zarzuela incide Pilar Eyre para explicar la deteriorada relación entre padre e hijo. “Además de las cuestiones políticas que los separan y de todos los escándalos, esa relación estaba herida de muerte porque su padre no trató bien a su madre, y el rey adora a su madre. Ha sido toda una vida de infidelidades públicas y de humillaciones, y al hijo le ha costado mucho superarlo. Esto ha influido mucho en el hijo y en las hijas. Hubo un momento en el que se tuvieron que marchar porque no soportaban esa tensión”, cuenta la periodista.
Domingo, 1 de abril de 2018. La tensa escena protagonizada por la reina Sofía y Letizia en la catedral de Palma el domingo de Pascua a costa de unas fotografías con las niñas hicieron explotar la cordialidad ‘vendida’ entre los miembros de la familia.
El forcejeo entre las dos reinas y las malas caras de todos los presentes se analizó en cualquier foro durante muchos días y abrió la veda para hacer pública la mala relación entre suegra y nuera pero, especialmente, entre suegro y nuera. Entonces se habló de las veces en las que el padre le había pedido al hijo que se divorciase de ella, y de lo frío y distante que era el trato entre ellos.
Letizia fue el motivo de uno de los más duros enfrentamientos que Felipe tuvo con su padre. Juan Carlos se oponía al matrimonio de su hijo con una plebeya —aunque siempre contó con la complicidad de su madre—. “Hay una frialdad permanente, la no relación. Su mujer tampoco con su suegro tiene la mínima empatía, no hay química”, contaba José Antonio Zarzalejos.
Pero hay otro capítulo de la vida sentimental del rey en el que la intervención de su padre provocó la ira de Felipe. En 2001, mantenía una relación con la modelo noruega Eva Sannum. Con ella acudió a la boda de Haakon Magnus de Noruega y Mette-Marit, gesto que se consideró la confirmación oficial de su noviazgo. Pero “el rey no paró en barras hasta conseguir que en diciembre de 2001 se convocase a una decena de periodistas en la Zarzuela para que el príncipe, vestido con camisa y vaqueros, sin fotógrafos ni grabaciones, diese por concluida su relación con la modelo quedando, dijo, ’como amigos”, detalla Zarzalejos en el libro sobre el fin de ese noviazgo.
Con Letizia sí logró casarse. El apoyo de la reina Sofía y el miedo a que el príncipe provocara una grave crisis en la institución si no se le permitía este matrimonio hicieron ceder a Juan Carlos.
Lunes, 23 de mayo de 2022. Precisamente, la presencia de Letizia en el encuentro que Juan Carlos mantendrá con la familia el lunes en el palacio de La Zarzuela está siendo sido motivo de polémica.
“Don Juan Carlos tiene previsto permanecer durante esas fechas en la localidad gallega de Sanxenxo, y el lunes 23 viajar a Madrid, para estar con Su Majestad el Rey, con Su Majestad la Reina Doña Sofía y demás miembros de su familia en el Palacio de La Zarzuela”, rezaba el comunicado emitido por Casa Real.
El escrito comete un notable error al no citar a Letizia. “No se puede hacer tan patente. Eso es una falta de todo protocolo y de las más elementales cortesías. Es una grosería con la reina consorte, no sé cómo Felipe lo ha consentido”, sentenciaba Pilar Urbano en La Sexta.
“Supongo que Letizia estará en esa reunión. Sería muy raro, a pesar del desprecio que le han hecho no mencionándola. Es que lo del resto de la familia lo dicen de tal manera que podrías hasta estar el Borbón que está en Supervivientes”, manifiesta Eyre.
A la espera de que llegue el lunes y padre e hijo mantengan ese encuentro de carácter privado —no consta en la agenda oficial de los reyes— que tiene a muchos en vilo, el emérito parece sentirse especialmente feliz en Sanxenxo donde disfruta de un baño de masas, de los cuidados de su anfitrión, de la compañía de su hija Elena, de la complicidad de sus compañeros de regatas y de la gastronomía gallega. Mientras, su hijo aguarda en Zarzuela las consecuencias de este viaje privado de su padre temeroso de reactivar el debate sobre la legitimidad y continuidad de la institución que él representa.