Retiro tropical en Sri Lanka
Hay ocasiones en la vida en las que merece la pena perderse para, a continuación, volverse a encontrar, y Sri Lanka es uno de los mejores destinos donde hacerlo. Con un espíritu y una belleza aún inalterados, arrancamos un viaje de conexión con el momento presente en un entorno que parece pensado para provocar a la imaginación.
Un exuberante paisaje tropical, comida sana, playas salvajes y solitarias e infinitos campos de arrozales forman uno de los destinos más deseados del mundo. Esta perla del Índico lleva años conquistando los corazones de muchos tipos de viajeros; ya sucedió con Marco Polo, quien escribió allá por el siglo XIII que se trataba de la “isla más bella del mundo”. No se equivocaba el explorador porque, aunque unos cuantos siglos más tarde, soy yo misma quien tiene la oportunidad de recorrerla para confirmarlo. Y así es, la belleza natural y los legendarios tesoros de esta tierra fértil y salvaje también a mí, lo confieso, aún me tienen en trance.
Con su característica forma de perla, Sri Lanka cuenta con numerosas riquezas, no solo materiales, que también, donde destaca la felicidad que emana de su ordenada vida salvaje, una contraposición que resulta, además, de lo más exótica. Es cierto que existe un gran parecido entre Sri Lanka y la India, aunque la primera resulta mucho menos picaresca y caótica. Su riquísimo legado cultural resulta casi apabullante y, al igual que le ocurrió a Marco Polo, no resulta difícil caer rendido ante los encantos de esta isla y de maravillas naturales como Yala o de ciudades milenarias como Sigiriya y Polonnaruwa.
Divisar las plantaciones de té a bordo de un tren o sumergirse de lleno en la cultura local del país, en sus mercados, en sus calles y por supuesto, en la sonrisa de su gente, son sin duda lo mejor del destino. Pero Sri Lanka es, además, tierra de una profunda espiritualidad. Así lo demuestran sus antiguos templos plagados de estatuas de Buda a donde sus fieles acuden a rezar cargados de sus coloridas ofrendas, sus pegadizos mantras y su empeño por creer que el mundo puede ser un lugar mejor. De ahí que precisamente Sri Lanka se haya convertido en un prolífico destino de bienestar, de felicidad y de realización personal donde milenarias terapias como el Ayurveda o los retiros de yoga están hoy más de moda que nunca. Una vuelta a la vida sencilla donde el lujo reside en el contacto con la naturaleza y, sobre todo, con uno mismo.
Es el espíritu del viejo Ceilán.
Yoga entre arrozales
Unión, esfuerzo, conjunción… son muchos los significados de la palabra “yoga” y también muchos los tipos de disciplinas para lograr la tan añorada “mayor eficiencia en el dominio de la concentración anímica”, tal y como lo define la RAE. En mi caso, la práctica del yoga ha sido uno de mis grandes retos personales durante los últimos diez años de mi vida. No me considero una persona particularmente deportista, pero sí particularmente nerviosa. Así que cuando alguien a quien estaré eternamente agradecida me animó a comenzar a practicarlo, reconozco que me lo pensé dos veces, pero sucumbí a la tercera. Y hasta hoy.
Exactamente lo mismo que me ocurrió durante mi viaje por Sri Lanka, donde tuve la oportunidad de ir un poco más allá en lo que al mundo del yoga se refiere y, tratando de entender el concepto como un todo en lugar de como una clase aislada, tuve la oportunidad de sumergirme de lleno en días de práctica, meditación, cocina saludable y posturas imposibles. Me acomodé en el hotel Maya, una coqueta propiedad de tan solo 5 habitaciones y decoración colonial que consagra su belleza gracias a su ubicación, en mitad de un arrozal y un campo silvestre con una piscina como núcleo principal. Un hotel que rezuma paz por los cuatro costados, probablemente sea gracias a su buen hacer en la organización de retiros de yoga y wellness que ofrece durante diferentes meses del año.
Uno de los más populares es el de Ashtanga Yoga, donde durante 12 días se vive una inmersión plena en el mundo del yoga y en el interior de uno mismo. Cada mañana y cada tarde se practica una clase de yoga y las comidas, en la mayoría de los casos, suelen ser vegetarianas. Al principio me dieron un poco de pereza, pero confieso fueron deliciosas. Aquí, y aunque sin tiempo para realizar el retiro completo, pude empaparme a la perfección de lo que supone hacer un parón en mitad de la vorágine de nuestro día a día occidental y, sencillamente, dedicarse tiempo a uno mismo, algo tan sencillo pero a la vez tan complicado. Parar para volver a empezar.
Elixir de vida
Recuerdo a la perfección la sensación de montarme en el antiguo tren de vagones de madera que, con un intenso traqueteo, recorrió las sinuosas curvas de la vía que me condujo directamente hasta las cotas más altas de Sri Lanka. Aquí, rodeada de un paisaje completamente diferente al del resto del país, desembarqué con un objetivo claro: aprender todo lo posible del milenario arte del té en el país cuya producción es una de las más importantes del mundo. Para ello me esperaban en Pedro Tea Factory, ubicado muy cerca de Nuwara Eliya, el pueblo principal de la región y una de las mejores muestras del legado británico —tanto arquitectónico como cultural— que quedan en el país.
Allí, además de realizar una visita guiada a la fábrica, construida originalmente en 1885, también se pueden divisar las impresionantes vistas de las plantaciones y quedarse hipnotizada ante las inolvidables sonrisas de las mujeres Tamiles, las encargadas de la recolecta del té. El famoso té de Ceilán es de dos clases, verde y negro, y ambas suelen ser muy suaves. Este elixir de vida cuenta con propiedades que nos ayudan a reducir el riesgo de numerosas enfermedades, la presión arterial o el colesterol. Y además, servido preferiblemente sin leche, como me contaron los expertos, está delicioso.
La experiencia Ayurveda
Pero Sri Lanka no solo es un país con un impresionante bagaje cultural, arrozales por doquier o plantaciones de té de fama mundial, también ha sido un centro de sanación espiritual y física durante más de 2.000 años. Uno de mis mayores empeños mientras preparaba este viaje por el país, fue el hecho de poder disfrutar de uno de sus famosos programas ayurvédicos, que consiste en una amplia gama de tratamientos a base de hierbas y varios tipos de baños y masajes, que se combinan junto con técnicas de revitalización como el yoga, la meditación y una dieta especial para resetear el cuerpo.
Encontré mi particular centro de sanación en el spa del hotel Anantara Peace Heaven, en Tangalle, un bohemio pueblo con mucho encanto rodeado por algunas de las playas más espectaculares del país. Aquí, los médicos especializados encaran el diagnóstico mediante el uso de los cinco sentidos. Mientras yo hablaba, el doctor Sampath Perawattha, licenciado en Medicina y Ayurveda por la Universidad de Colombo, evaluaba las condiciones de mi respiración y el habla, por ejemplo. También mi pulso. Una de mis mayores preocupaciones estaba vinculada con el tema del sueño, ya que en ocasiones padezco episodios de insomnio, algo que aquí tratan con una terapia llamada ‘Svabhavoparamavada’, un proceso de auto-sanación. También con Shirodhara, la técnica ayurvédica destinada a la relajación profunda que trabaja sobre diferentes estados de ansiedad, trastornos nerviosos y por supuesto, problemas de sueño.
El tratamiento, que se realiza en absoluto silencio e impresiona muchísimo, consiste en la aplicación de aceite tibio sobre la frente (sexto chakra). Puedo afirmar sin ningún género de dudas que nunca había alcanzado un estado de relajación tan profunda. Ya en plena vorágine occidental y acompañada por un tratamiento personalizado del doctor Sampath, aún no puedo afirmar que mis problemas de sueño estén solucionados, pero sin duda voy por el buen camino.