Rebrote no tiene por qué significar confinamiento, aunque a veces es la única solución
Y no, las cifras de contagios no son en absoluto similares a las de marzo, cuando se decretó el estado de alarma.
Este martes, en un reportaje televisivo sobre la situación que vive Lleida por los brotes de coronavirus y la incertidumbre sobre el confinamiento, una periodista preguntó a varios viandantes qué pensaban hacer ante la duda. Ellos contestaron que iban a aprovechar para salir todo lo posible por si al día siguiente los confinaban.
Esa respuesta, que puede sonar descabellada en un lugar con más de 50 focos activos, es probablemente la que habríamos dado muchos si se nos plantea que a partir de mañana sólo podremos salir de casa para ir a comprar y a pasear.
Más de uno mira de reojo su calendario de vacaciones cruzando los dedos para que estas lleguen antes que un eventual confinamiento. Y ya, si acaso, que el confinamiento les pille en la playa, o en el pueblo, pero no en su piso sin terraza y sin vistas donde ya han pasado varios meses encerrados. Parece que el mayor temor ahora no es tanto el coronavirus sino el confinamiento.
“El número de casos no es comparable al de marzo”, explica el epidemiólogo Pedro Gullón, miembro de la Sociedad Española de Epidemiología y autor de Epidemiocracia (Capitán Swing). “Y la tendencia, aunque es un poco ascendente, principalmente por los brotes de Aragón y Cataluña, ni siquiera es ascendente de forma exponencial, como lo era en marzo”, añade. “Pero, aun así, es normal que la gente tenga miedo. Siempre es preocupante que aumente el número de casos”, constata.
“No estamos viendo el iceberg completo, pero sí mucho más que antes”
La situación no es comparable porque en marzo “había muchísimos más contagios que ahora”; la diferencia es que entonces sólo se veía “una pequeñísima punta del iceberg”, explica Gullón. “Sólo veíamos casos de personas que tenían los tres síntomas compatibles (tos, fiebre y falta de respiración) y, además, venían de una zona de alta incidencia. Ahora, prácticamente con síntomas digestivos ya te hacen una PCR. No estamos viendo el iceberg completo, pero sí mucho más que antes”, asegura.
“Los contagios se están produciendo generalmente en gente joven, que tienen menos probabilidades de desarrollar cuadros graves, y en las residencias de ancianos parece que la situación está controlada, así que el volumen de ingresos en hospitales en relación con el total de casos es muy distinto al que teníamos tiempo atrás, cuando casi sólo investigábamos casos muy graves que llegaban al hospital”, apunta Joan Ramón Villalbí, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS). “Ahora se detectan muchos casos leves, e incluso asintomáticos, que se descubren al investigar los contactos, y eso está bien. Manifiesta que las cosas se están haciendo bien”.
Esta semana, el Ministerio de Sanidad ha aprobado con las comunidades autónomas el Plan de respuesta temprana en un escenario de control de la pandemia por Covid-19. Curiosamente, la palabra ‘confinamiento’ sólo aparece dos veces en el texto, y se plantea como una “medida adicional”, ya sea “en todo el territorio estatal o en territorios específicos” en el tercero de tres supuestos, cuando se produzca “transmisión comunitaria no controlada”. (Los otros dos supuestos son ‘Brotes controlados o casos esporádicos limitados’ y ‘Brotes complejos o transmisión comunitaria esporádica’).
Sí aparecen más veces enunciados los conceptos de ‘control de la movilidad’ o ‘reducción de la movilidad’, también en caso de transmisión comunitaria no controlada. No obstante, el plan matiza que, aunque “las medidas encaminadas a la reducción de la movilidad de las personas se han mostrado altamente efectivas para controlar la transmisión del SARS-CoV-2 cuando el virus alcanza un elevado nivel de difusión”, también “hay que tener en cuenta que este tipo de medidas suponen un elevado coste social y económico, por lo que conviene implementarlas estudiando la situación caso por caso”.
El origen de los contagios determinará el tipo de confinamiento
Algo así es lo que se hizo en Ordizia, explica Joan Ramón Villalbí. Cuando se registró un brote relativamente importante en este municipio de Guipúzcoa de unos 10.000 habitantes, los servicios de vigilancia epidemiológica “descubrieron que la gente se estaba contagiando cuando salía a tomar pintxos y copas por la noche, así que actuaron sobre los bares: cerraron las barras y limitaron las terrazas al 50%, y hasta ahora parece que les ha ido bien”, cuenta el epidemiólogo. El brote se considera ya “controlado”, igual que el de A Mariña, en Lugo, donde este jueves se levantaron las restricciones de movimiento en toda la comarca salvo en Burela. No obstante, se mantendrán las limitaciones en aforos, la obligatoriedad de la mascarilla y la limitación del horario de apertura de cafeterías, bares y restaurantes hasta las 00.00 horas.
Seguramente en Lleida no habría bastado con actuar sobre los locales de ocio. En este caso, una buena parte de los contagios iniciales se produjeron entre trabajadores temporeros, muchos de los cuales viven en condiciones precarias y sin domicilio fijo, lo cual ha complicado la detección y el control de la transmisión. “Lo que había que hacer en este caso era dar condiciones de vivienda y trabajo digno a estas personas”, afirma Villalbí. “La gente que vive al día no puede permitirse estar un día sin salir, y si se encuentran mal, a lo mejor se toman una aspirina y se van a trabajar. Esto es un problema”, zanja. En su opinión, “habría que buscar soluciones alternativas para las personas contagiadas que no pueden cumplir bien el aislamiento”.
El conseller de Trabajo, Asuntos Sociales y Familias de la Generalitat de Cataluña, Chakir el Homrani, estima que desde el comienzo de la pandemia se ha habilitado el alojamiento para unos 400 trabajadores de la fruta en la provincia de Lleida. “Los temporeros son víctimas de la situación y no los causantes”, recalcó hace unos días. Pero eso tampoco ha sido suficiente. La transmisión comunitaria en la comarca se ha descontrolado y este miércoles, después de muchas idas y venidas, se ha prohibido la entrada y salida de Lleida y de otros seis municipios de la comarca del Segrià.
El 45% de los brotes se generan en reuniones familiares
La situación que se vive en Hospitalet del Llobregat y en Barcelona no es muy diferente. Allí el Govern ha prohibido, por recomendación, las reuniones de más de diez individuos en los ámbitos público y privado, y ha limitado el aforo de bares y restaurante tanto de la capital como de varios municipios periféricos. Algo razonable cuando se calcula que el 45% de los brotes detectados se generan en reuniones familiares.
“Que haya brotes entra dentro de lo esperable”, apunta Pedro Gullón. “Mientras la transmisión que tengamos sea de brotes controlados, con los casos bien investigados y localizados, no sería algo alarmante, aunque aumente un poco el número de brotes. Preocupante sí es, pero no alarmante”, apostilla. “Lo que es más alarmante es cuando aumenta la transmisión comunitaria, ya que aparte de los brotes hay casos que no están relacionados con ellos. Siempre ha habido casos de origen desconocido, pero que aumenten estos es lo que a mí me parece alarmante. Eso es lo que está ocurriendo en Lleida, y son estos brotes los que tienen que hacer pensar en medidas más poblacionales [de restricciones de movilidad o actividad social]”, señala el epidemiólogo.
A la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, le preocupan “desde hace tiempo” los brotes cercanos a la capital. “Somos un frente vulnerable. Tenemos que coordinarnos”, reconoció este miércoles en una en una entrevista en TV3. En esa misma charla, la alcaldesa lamentó la falta de rastreadores y la Generalitat ha respondido este viernes anunciando que reforzarán el circuito de detección de casos de coronavirus con 500 “gestores Covid-19”, que harán un trabajo similar al de los rastreadores.
Joan Ramón Villalbí coincide con Colau: “Es muy importante que los servicios de vigilancia epidemiológica funcionen muy bien para establecer cómo se está contagiando la gente y ver si pueden actuar sobre los mecanismos de contagio sin que esto afecte a todo el mundo”.
De momento, Colau ha descartado un confinamiento domiciliario estricto, pero se ha mostrado a favor de recomendar a la población que no salga de casa más que para lo esencial. “Desde luego, con la conciencia social que hay ahora, una recomendación de quedarse en casa ya puede tener efecto en los contactos entre personas. La Generalitat tendrá que medir si esto ya es suficiente”, opina Pedro Gullón. Aunque “en España estamos muy acostumbrados a hacerlo todo a través del Estado con mecanismos legales y obligatorios, en otros sitios, como en Estados Unidos, los únicos confinamientos que ha habido han sido por recomendación”, recuerda.
Unos refuerzos que no llegan
Con o sin confinamiento, tanto Villalbí como Gullón coinciden en señalar la necesidad de reforzar los servicios de vigilancia epidemiológica (popularmente conocidos como ‘rastreadores’). “La avalancha del coronavirus ha hecho que su capacidad tenga que multiplicarse por mucho, y aunque estos servicios se han reforzado con contratos temporales o permanentes y se ha compartido parte del trabajo con atención primaria, servicios de prevención de riesgos laborales y servicios de emergencias en algunas comunidades, a veces no son suficientes”, explica Villalbí. “Se han montado circuitos nuevos sobre la marcha; quizás hubo demasiada prisa en acabar la fase de alarma en algunos territorios y los mecanismos no se han establecido lo suficientemente bien”, sostiene el epidemiólogo.
“Las lecciones que nos están dando estos casos de transmisión comunitaria es que en cuanto hay un aumento de brotes, vemos que el refuerzo de los sistemas de vigilancia posiblemente no ha sido suficiente, y esto es preocupante”, apunta Gullón. “Probablemente es necesario que las comunidades autónomas den una nueva vuelta de tuerca a estos refuerzos”, señala. “En Madrid y en Cataluña ni siquiera han llegado todos los refuerzos que prometieron contratar con la desescalada”, cita como ejemplos.
Ambos epidemiólogos también ven un lado ‘bueno’ en la detección de estos brotes, y es la rapidez de activación del ‘sistema de alerta’. “Lo positivo de todo esto es que ahora estamos siendo capaces de ver los brotes, así que es difícil llegar a la situación que se vivió en marzo, aunque tampoco imposible. Ahora, ante los menores indicios de transmisión comunitaria, ya se habla de hacer confinamientos parciales en una zona concreta”, explica Pedro Gullón.
“Hay todo un espectro de actuaciones posibles que dependerán del tipo de brote y del tipo de zona; pero, a veces, por desgracia, no está tan claro si es mejor sólo un cierre perimetral o si es mejor un confinamiento en casa otra vez. Hay un abanico de grises bastante complejo”, constata.
Para él, la clave se resume en: “Si eres capaz de controlar los brotes, vas bien; si hay un aumento de transmisión comunitaria, que te salten todas las alarmas, porque algo más tienes que hacer”. “Por desgracia, la posibilidad de que esto ocurra existe, y lo único que podemos hacer es reforzar los servicios de salud pública y esperar que funcionen bien y que ese aumento no se produzca, aunque puede ocurrir”, concluye Gullón.