Ocho motivos para NO hacer el Camino de Santiago
¡Ni se te ocurra!
Puede que aún no lo hayas hecho, pero con la cantidad de peregrinos que llegan cada día a tierras gallegas seguro que alguno de ellos es amigo, familiar o antiguo compañero Erasmus tuyo. El Camino de Santiago se ha hecho tan popular que si le das una patada a una piedra... ¡boom! ¡Aparecen cinco peregrinos! Y, de ellos, dos seguro que son repetidores.
¿Cuántas veces han intentado convencerte de que lo hagas? Aunque seguramente te hayan dado motivos irrefutables, hay otras muchas razones para no escucharlos (a no ser, claro, que no quieras perderte la que será una de las mejores experiencias de tu vida).
Estos son los ocho motivos de expedia.es para que no sigas las flechas amarillas.
¿Francés, portugués, inglés? No, no hablamos del currículo: con tu inglés medio y tu más que sobrado español (catalán, gallego, vasco o lo que se tercie) llegarás perfectamente a la plaza del Obradoiro.
Estas son solo tres de las muchas rutas (¡hasta 12, si no más!) que te acercan a Santiago. Si todos los caminos llegan a Roma, seguro que pasan por Compostela. Y si tú eres de los que nunca saben por dónde tirar, aquí tendrás que esforzarte porque, si bien muchas convergen, todas al mismo tiempo no se pueden hacer.
El Camino Francés cruza ocho provincias y presume de ser la ruta más popular, seguida por el Camino del Norte, que discurre por la costa cantábrica y cuyos muchos ramales se unen en varias etapas al Camino Primitivo, donde podrás seguir los pasos del primer peregrino (el mismísimo rey Alfonso II). Las dos versiones del Camino Portugués, tanto interior como por la costa, son igualmente fascinantes, y menos exigentes que cualquiera de los anteriores... Y así podemos seguir hasta cansarnos (o escribir otro post). Lo ideal aquí es que puedes empezar donde quieras y hacer la ruta como mejor te convenga, ya sea a pie, a caballo, en bici... Lo único que no vale es subirse a un vehículo motorizado (¡trampas, no!).
O estás muy en forma o no vas a querer ir cargando con una mochila llena de porsiacasos en tu espalda. Así que apunta: pastilla de jabón. Es más, si quieres, ni la cargues... Siempre puedes comprarla de camino. Lo que sí debes hacer es preparar unas cuantas mudas y aprender a lavar a mano. Por el camino encontrarás multitud de lugares increíbles donde hacerlo, ya sea en el baño del albergue o en los magníficos lavaderos que te cruzarás a tu paso y que te trasladarán a una época sin lavadoras (y sin nadie que te lo haga).
Sin duda, regresarás a casa con ganas de vaciar armarios y liberar espacio. Después de varios días con lo esencial pensarás: ‘Pero, ¿para qué necesitaba todo esto?’.
Seguimos con lo de no cargarte la espalda: aquí compras, las mínimas. ¿Dónde las vas a llevar? Deja eso para cuando llegues a Santiago, donde podrás despacharte a gusto con marisquerías, empanadas, licor café o lo que te surja.
De camino, ahorrarás suficiente para eso y más. El alojamiento te saldrá muy barato: los albergues públicos suelen pedir apenas un donativo voluntario, mientras que los privados no suelen pasar de los 15 euros. Eso sí: normalmente
las plazas se asignan por orden de llegada (¡intenta no despistarte mucho!). En cuanto al transporte... Bueno, muchas zapatillas de deporte tendrías que gastar para que no te saliesen las cuentas.
Si lo tuyo no es hacer amigos, este no es tu sitio. No sabemos muy bien qué tiene el carné de peregrino, pero ten por seguro que la gente no es igual cuando te la cruzas en el ascensor que cuando te la cruzas por el Camino. Que se lo digan a ese ciclista francés, esa pareja de Sevilla o esa chica asturiana que quizás no se habrían atrevido a hablarte en otro momento, con todo ese carisma que desprendes...
Además de ser una de las mejores experiencias de tu vida, aquí conocerás tan buena gente, y de todos los rincones, edades e ideologías, que cambiará tu visión del mundo. ¿Será porque nos olvidamos de las obligaciones y los prejuicios de siempre? ¿O serán las meigas?
Una cosa está clara: Galicia es verde. Y no un verde cualquiera, sino un verde natural que engancha y atrapa. Y no lo decimos nosotros, lo dicen todos los que han estado en la comunidad autónoma. Ahora imagínate recorriendo rincones que quizás no conocerías de otro modo, perdidos en medio de la Ribeira Sacra, por ejemplo, entre robles, pinares y eucaliptos, con un aire puro y fresco... O recorriendo sus famosas rías... ¿Que por qué los gallegos presumen tanto de su tierra? No tardarás en entenderlo.
Evidentemente, el Camino no solo es Galicia: son todas las provincias, pueblos y aldeas que irás dejando a tu paso hasta llegar a Compostela. ¿Sabes la cantidad de lugares que querrás instagramear? Tantos que al final pasarás de publicar nada, pues lo único que conseguirás será no disfrutar de tu camino. Te sentirás tan en paz con la naturaleza que al volver a casa tendrán que recordarte qué es Internet y para qué sirve.
Sobra decir que el Camino de Santiago, independientemente de la ruta y el transporte elegidos, es deporte. Es posible que el gimnasio no sea lo tuyo y que te tire para atrás el hecho de que este viaje sea en cierto modo deportivo... No te asustes, si gente de todas las edades puede hacerlo, ¿qué podría frenarte a ti? Las etapas están muy bien establecidas, entre 20 y 30 km por día, y bien señalizadas (por si la orientación tampoco es lo tuyo): ¡nada grave! Y lo mejor es que las disfrutarás tanto que ni te darás cuenta de que estás haciendo deporte.
Vale, el Camino de Santiago no solo es Galicia, pero esta sí es su meta. Sobra decirte todo lo que aquí te espera: paisajes de infarto (playa y montaña, ¿quién da más?), fiestas patronales que ríete tú de los conciertos en el Palau Sant Jordi... Si los pimientos de Padrón han llegado a Orange is the new black, poco más podemos agregar sobre la fama de su gastronomía. Por cierto, sabes que tu ruta también puede pasar por Padrón, ¿no?
Dicho esto, ya sabes: a grandes males, grandes remedios. Si quieres que dejen de darte la tabarra con tanto Camino de Santiago, ¡hazlo y ya! Una cosa está clara: si de algo irás llenando tu mochila, será de auténtica morriña. De nuevo, ¿las meigas?