Raúl Arévalo: "Por un tema ideológico en el cine aquí nos quedamos un poco descafeinados"
Entrevista con el actor y Paz Vega, que protagonizan la película 'El Lodo'.
Cómo un acto entendido en un inicio como “de buena voluntad” puede convertirse en obsesión y destrozar todo lo que lo rodea. Con ese preámbulo se podría presentar El Lodo, la última película de Iñaki Sánchez Arrieta —se estrenará el 10 de diciembre—, que aborda la historia de Ricardo (Raúl Arévalo) un biólogo que se traslada junto a su mujer, Claudia (Paz Vega), al Levante español para proteger un enclave natural donde se había criado, pero con sus decisiones se encontrará de frente a los lugareños.
En una entrevista con El HuffPost, Arévalo cuenta que en estas situaciones, como sucede con el cambio climático, “no todo es blanco o negro”. “Si le dices a la gente que está allí que dentro de 15 años esto va a estar seco y se va a morir todo lo que hay aquí, te va a decir ’ya, pero es que yo no llego a fin de mes”, detalla.
“A veces lo que necesitan hacer, a pesar de que estén jodiendo el terreno, es que lo necesitan para comer y eso es jodido de cambiar”, detalla. Para Paz Vega, el cambio climático “es un problema con el que tenemos que luchar todos a una e ir hacia eso, hacia políticas proteccionistas, ecologistas”. “Me parece fundamental. No hay planeta B, si se nos acaba el agua potable, se acaba y si el mar se jode, nos jodemos todos”, detalla.
La intérprete recuerda que las políticas actuales “pueden chocar, en ciertos lugares, con otros intereses”. “No se está haciendo suficiente, obviamente. Se está haciendo muy poquito. De lo que pactan los grandes, no se está cumpliendo en absoluto”, se queja.
Ninguno de los dos se atreve a mandar un mensaje claro sobre esta concienciación medioambiental. “Qué mensaje vas a mandar, lo importante es cualquier ámbito o cualquier tema es hablar desde un punto de vista de no crispación, que ahora todo lo copa la crispación y la falta de diálogo. Resolver problemas, dar una chapa de cuidar el medioambiente, sí, pero ¿qué pasa ahora?”, defiende él. Vega, sin embargo, cree que estos problemas son los que tienen “difícil solución”.
En la cinta, Claudia, el personaje de Vega, se presenta como una mujer inestable que ha caído en una depresión tras perder a su hijo mayor y que es incapaz de cuidar a su hija y sobreponerse. Esta imagen, de la mujer siempre como “loca” tan usada en el cine, y en la sociedad en general, se rompe al final del largometraje.
“Creo que aquí es un caso que es una forma de contar que no. Es todo lo contrario, al final aquí la que está cuerda es ella, el que está mal es aquí el primo [señala a Arévalo], que no lo acepta y está bloqueado y se niega a vivir lo que pasó”, recalca.
Vega indica que su personaje toma “una posición valiente ante este hecho dramático”. “Se pone en manos de especialistas, admite que tiene un problema y que necesita cerrar una herida”, añade y critica la posición machista, que tanto se ve en la sociedad y que encarna el personaje de Ricardo. “No está, no la oye. Parece que sí que la cuida, que está pendiente, pero no la está cuidando ni la está oyendo y al final es ella la que toma la decisión de me voy a ir de aquí con mi hija o algo va a pasar”, detalla.
“Hay una escena en la que el personaje abraza al de paz y le dice ‘está todo bien, cariño’. Pero es para decirle, el que no está bien eres tú, hijo de puta”, apunta Arévalo. “Esto es tan común, odiando la palabra micromachismo, pero para entender un poco lo que sería todavía esa cosa de ver al hombre sin ser consciente de lo que pasa abrace con paternalismo a su pareja”, explica el actor que recalca que “la palabra micromachismo es machismo en general”.
Para Arévalo, la visibilización que se está haciendo de la salud mental hace que se hable de ello. “Se han hecho tantos documentales como el otro día el de J Balvin, Lady Gaga o el príncipe Harry, porque que se hable tanto de la salud mental, al final, es tan necesario porque se normaliza y también la pone en relevancia, más ahora después de la pandemia”, explica.
“Esto que decía un amigo mío de ‘yo de lo que me doy cuenta es de que aquí bien no está nadie’. La diferencia es que, como decía mi amigo, ‘yo estoy mal, pero lo sé e intento hacer algo con ello. Estoy harto de hablar con mi familia y ni ven que están mal ni quieren verlo’. De eso por lo menos cada vez hay más conciencia, no te digo que se esté solucionando, pero al menos hay un paso el normalizarlo y que todos en algún momento de la vida necesitemos una ayuda o un apoyo psicológico”, añade.
En este sentido explica que su personaje no está “para ayudar a nadie” porque es incapaz de solucionar sus problemas internos. “El otro día vi un vídeo de John Cleese en Twitter que decía una cosa chula de los mandatarios y el sentido del humor. Decía que alguien que se sepa reír de él mismo es alguien que se ha tratado, se sabe ver y reírse de sus problemas”, añade. “Eso llevado al extremo, los dirigentes que han sido dictadores tengan sus taras tanto psicológicas como físicas. Decía, ¿cuándo hay un dictador guapo? No llevan bien que se rían de ellos, ni tienen sentido del humor. Si no sabes ni ver tus problemas, cómo van a dirigir desde ahí un país”, detalla.
Con respecto a la libertad que hay en el cine español y las dificultades que se encuentran, ambos coinciden en que es más difícil “arriesgar” ahora que hace unos años y que no es igual que en otros países europeos.
“El riesgo en el cine es una cuestión de no arriesgar por arriesgar, si no esta cosa de decir ‘quiero hacer una película que hable de corrupción de no se qué’. Se hace, pero hazlo de verdad”, zanja.
“No como que aquí se hace y te llega ‘que dicen los que han puesto la pasta, que esto mejor quitarlo’, ‘¿la escena de sexo la puedes quitar?’, ‘oye, si va a haber pistolas, no’, ‘oye, esto va a molestar’, ‘que sean guapos y guapas’, y te quedas como ’¿dónde está la película de corrupción?”, explica.
Arévalo recalca que odia la comparación con otras cinematografías, ya que todas la sufren. “A veces en Europa ves otras películas que dices, ‘esto en España hubiera costado mucho’. Pero por un tema ideológico de que aquí en el cine nos quedamos un poco descafeinados. Se ha avanzado mucho, sabemos hacer mejor cine en muchos aspectos técnicos, pero falta eso de que si te metes, te metes”, añade el actor quien destaca que se siguen recibiendo muchas indicaciones “dese arriba”.
“Esto lo vivo mucho como actor, de ver que una película era cojonuda y ahora parece una para todos los públicos y digan no, es que querían bajar la edad, la distribuidora ha dicho que para 13 años... Ese tipo de cosas”, añade.
Vega añade que películas del conocido como cine quinqui de los años 70 y 80 no se podrían hacer hoy en día. “Nada, películas como El Pico sería imposible o sería un escándalo en Cannes”, ironiza Arévalo.