Raphael, la locura más hermosa
El disco Raphaelíssimo recupera en formato digital canciones poco conocidas o censuradas de la primera época de oro de Raphael.
Desde hace décadas, cada año, por Navidad, Raphael elude responder a la pregunta: ¿cuándo se va a retirar? No lo sabe, dice, porque la última palabra la tiene el público, el suyo, ese que abarrota los conciertos y que compra los discos.
Lo que la música une no lo separan las modas ni el tiempo. El idilio entre Raphael y sus seguidores surgió a principios de los sesenta. Como han contado Charlie Arnáiz y Alberto Ortega en Rapahelismo, esa cuidada serie que convierte su vida en una película, los comienzos no fueron fáciles. Nunca lo son para ningún mito. Las cosas empiezan a cambiar, sin embargo, cuando, casi por casualidad, el de Linares llega en 1964 a Hispavox, la mítica discográfica con la que la música española cruzó fronteras y se hizo moderna.
En Hispavox, a Raphael, y su inseparable Manuel Alejandro, le esperan el talento de Enrique Martín Garea, de Rafael Trabucchelli, de Gregorio García Segura y Waldo de los Ríos, entre otros. Sin olvidar a los propietarios, los hermanos Vidal Zapater. Gracias al apoyo que recibe de ellos, en noviembre 1965, consigue dos de los muchos hitos de su vertiginosa carrera: la presentación en el exclusivo Teatro de la Zarzuela y La canción del tamborilero, su primer éxito discográfico.
Con algún altibajo, la relación entre Martos Sánchez y la disquera se quebró en 1986, cuando ésta ya pertenecía a la multinacional EMI y el andaluz había instalado el puente de mando de su trabajo al otro lado del Atlántico. Hasta ese momento, en el inolvidable estudio grande de la calle Torrelaguna se habían gestado más de una veintena de elepés que conforman, quizás, su época de oro: desde Yo soy aquél a Balada de trompeta, de Hablemos del amor a En carne viva.
Junto a genios como Waldo, César Gentili, Bebu Silvetti o Danilo Vaona, El monstruo de la canción, como le llaman sus millones de seguidores en América, convirtió las creaciones de Manuel Alejandro o José Luis Perales en auténticas piezas clásicas que han sobrevivido al gusto de varias generaciones. En los archivos de Hispavox quedaron, sin embargo, numerosas grabaciones inéditas que atestiguan el trabajado riguroso de Raphael, su constante evolución y la búsqueda infatigable de nuevos horizontes artísticos: descartes de algunos álbumes, versiones de éxitos de otras estrellas o incursiones en géneros y formatos ajenos al suyo
Gracias al interés de Javier Bilbao, el jefe de catálogo de Warner Music Spain, la actual propietaria de los fondos de Hispavox, hemos podido escuchar las versiones en japonés, alemán o italiano de esas canciones que el público sigue coreando en cada actuación. Ahora, disfrutaremos también de una serie de rarezas e inéditos que esperaban una oportunidad en el archivo en la compañía.
Además de un recopilatorio de grandes éxitos, Raphaelissímo nos brinda la oportunidad de descubrir, por primera vez en España, Te quiero, te quiero, el éxito de Augusto Algueró con el que quiso anticiparse a Nino Bravo en América, como ocurriría diez años después con Rocío Jurado y Como yo te amo. Para el público mejicano grabó dos rancheras de Juan Gabriel, antes incluso que la Dúrcal popularizara el género.
Dentro de esa admiración por cantautores, que El Niño nunca ha disimulado, como la propia Cecilia, Patxi Andión, Aute, Mari Trini o, ahora, Pablo López, el álbum incluye también su particular recreación de Dama, dama o Qué dirán de mi, de Alberto Cortez.
No podría entenderse la figura de Raphael sin esos trazos de provocación que imprime como nadie a algunas de sus interpretaciones. En algunos casos la osadía llegó muy lejos, tanto que obligó a la censura franquista a intervenir. Las letras de Nada y Los amantes tuvieron que modificarse en 1971 para borrar la sombra de un amor imposible entre dos hombres. Esa misma actitud del qué sabe nadie sobrevuela también Te voy a dar lo que tú quieres, que en su día tuvo que contentarse con ser una desapercibida cara B.
La escucha Raphaelíssimo nos devuelve, además, al artista, el primero quizás en España, que se esfuerza en dar una dimensión internacional a sus actuaciones, ya sea versionando a The Doors o The Beatles o en el arrebatado final de This is my life, que su amada Shirley Bassey popularizó en todo el mundo. Como han comentado muchos compañeros de profesión, después de Raphael todo fue más fácil. También sobre el escenario.
Ahora, esta intrahistoria en trece tomas desconocidas o inéditas, nos acerca a una primera época de oro del mito, la de sus primeras conquistas en todo el mundo, que enlaza perfectamente con Victoria, su último trabajo del que, con la ilusión del muchacho que fue, habla estos en días en radios y televisiones. Como dice Pablo López en una de las canciones del álbum, qué bella es la locura que suena diferente.
Y Raphael lo sabe.