Rajoy o cómo perder-perder
Liquidar, desinfectar, descabezar... Alto voltaje en la recta final de la más atípica campaña electoral de cuantas haya vivido España. Sólo faltan tres días para que los catalanes elijan entre independencia o Constitución, entre ruptura o convivencia, entre unilateralidad o diálogo... Y, a juzgar por las últimas encuestas, no está nada claro que el resultado acabe con el desempate al que aspiran unos y otros, mucho menos en una victoria por goleada de ninguno de los bloques en liza.
La escena es de "locura frenopática", que diría Unamuno, porque con la que ha caído, ERC se mantiene en primera posición y Puigdemont, huido de la Justicia española desde hace mes y medio tras declarar la independencia exprés, sigue siendo el favorito de los catalanes para presidir la Generalitat.
Si alguien pensó, por tanto, que la aprobación del 155 y una convocatoria electoral temprana traerían el principio de la solución al problema catalán y, sobre todo, que rebajaría el entusiasmo independentista, se equivocó sobremanera. Y haberlos, haylos a lo largo y ancho de todo el espectro ideológico.
Ni las 2.000 empresas que han salido ya de Cataluña, ni el aumento del desempleo, ni la inseguridad jurídica, ni las advertencias de Europa, ni las consecuencias penales del 1-O, ni la República fallida han provocado la mella que esperaba el mal llamado constitucionalismo entre quienes se declaran partidarios del independentismo. Sea de forma unilateral o por la vía del diálogo hay más de dos millones de catalanes que no quieren seguir en España. Y eso no ha cambiado con la estricta aplicación de la Constitución, ni con el encarcelamiento de los principales líderes del procés, ni con la disparatada campaña electoral a la que asistimos estos días.
Si gana el independentismo será un fracaso del 155, del Gobierno que lo impulsó, de las Cortes que lo aprobaron y hasta de la Jefatura del Estado que lo avaló con su inequívoco discurso tras el 1 de octubre. Las alarmas han empezado a sonar en la calle Génova porque será, pese a todo, el PP quien pagará en las urnas el más alto precio por lo ocurrido, aunque Ciudadanos y el PSC avalaran con sus votos las decisiones del Ejecutivo. No en vano, mientras los populares se aproximan al abismo electoral, los de Rivera crecen muy por encima de sus actuales 25 escaños, y el PSC se recupera notablemente del batacazo sufrido hace dos años.
De confirmarse los peores augurios, la posición político-electoral en Cataluña de los de Rajoy será peor que antes de la aplicación del 155. En ajedrez la escena se conoce como posición "zugzwang", que significa que el jugador al que toca mover ficha -Rajoy en el caso que nos ocupa- empeora su situación sea cual sea el movimiento que haga y con alto riesgo, incluso, de perder la partida.
Los populares perderán, sin duda, después de haber movido ficha más tarde que pronto, a juicio de algunos sectores del centro-derecha. Casi todas las empresas de demoscopia le atribuyen el farolillo rojo con un resultado que podría igualar su peor marca, registrada en 1988 con el ex ministro Jorge Fernández Díaz de cabeza: un exiguo 5,3% de los votos y sólo 6 escaños.
La contundencia de la derrota tendría, sin duda, consecuencias en la escena nacional, ya que el resultado de Ciudadanos como primera fuerza constitucionalista arrebataría al PP la bandera de la unidad nacional y le colocaría en una buena posición a menos de año y medio de las próximas elecciones autonómicas y municipales y, quién sabe, si también de unas generales.
Si el bloque independentista sumara un voto más que el constitucionalismo, no habrá una socialización del fracaso, sino más bien una factura a nombre de Rajoy que le harán pagar propios y extraños. En el PP porque hay quien aún se lamenta de la inacción durante años del Gobierno ante la deriva secesionista, y en C's y el PSOE porque una mejora en sus resultados respecto a 2015 les permitiría atribuir el fiasco en exclusiva a los populares. Esto por no hablar de la ausencia de un plan B en La Moncloa para el caso de que el bloque rupturista se impusiera de nuevo en las urnas tanto en votos como en escaños.
La preocupación en el cuartel general de los populares no es tanto por el resultado que sume su candidato Xabier García Albiol en las urnas sino por las consecuencias que pueda tener en el hasta ahora incontestable liderazgo interno de Rajoy y el oxígeno que pueda dar a sus críticos para el futuro inmediato. Que el separatismo sólo registre una pérdida de apoyo de dos puntos porcentuales en las encuestas supone un tibio castigo si se atiende al daño causado en la convivencia, en la economía y en la política.
Y eso, se mire como se mire, empeorará a partir del próximo viernes la situación de un PP nacional en minoría que nunca tuvo un relato alternativo al independentismo y al que le ha salido un competidor por la derecha -Ciudadanos- que su electorado empieza a ver como el verdadero garante del patriotismo constitucional. Vaya, que si todo pinta como dicen, a Rajoy no le espera más que perder-perder. Lo que viene siendo un zugzwang, para los amantes del ajedrez.