Rafael Berrio redescubre la zarzuela
Que a estas alturas del siglo XXI a alguien se le ocurra grabar una zarzuela es poco común. Y si ese alguien pertenece al mundo del pop, la cosa roza la extravagancia. Pero tratándose de Rafael Berrio y su versión de Adiós a la Bohemia, una ópera chica de los años 30 compuesta Pablo Sorozabal y Pío Baroja, es comprensible: lo ha hecho como un capricho de amor.
Ese romance nació cuando el músico tenía 13 años. Fue culpa de un profesor, cura para más detalles, que inoculó a sus alumnos el veneno de la literatura a través de la Generación española del 98. Entonces, el cantante y compositor donostiarra cayó rendido por las obras y la figura del maestro Pío Baroja. "Nunca me decepcionó -asegura-, nunca he dejado de leerlo, y cada vez me gusta más".
Esta aventura comenzó hace más de dos años, cuando Berrio preparaba una conferencia sobre Baroja y, buscando información descubrió el libreto que el autor de Los amores tardíos había escrito para Adiós a la bohemia. "Me fascinó. Escuché en Youtube la versión lírica y enseguida quise hacerla a mi manera sin ser tenor o barítono, pero manteniéndome fiel el guión".
Rafael Berrio, con la complicidad del compositor Joserra Senperena, se puso en marcha y así nació la versión solo para piano y voces de esta zarzuela con aires contemporáneos. Para llevar a buen puerto la grabación del disco, al barco se subió una tripulación encabezada por Ángela Molina, Antonio Bartrina Malevaje, Josean Bengoetxea, Eusebio Poncela, Miren Iza Tulsa y Rafa Rueda.
"Durante la grabación del disco, nos divertimos horrores -recuerda Berrio-. Lo que más disfruté fue con los preparativos: estudiar a cada uno de los 12 personajes e imaginar quién podría ser cada uno de ellos. Ángela Molina es Trini, la protagonista femenina; yo Ramón, el prota masculino, y Antonio Bartrina es El Vagabundo". Ahora, tras el parto del disco y la presentación de la zarzuela en el teatro Victoria Eugenia de San Sebastián a finales de junio y con representaciones previstas en distintos teatros del territorio nacional, Berrio mira hacia adelante.
Amante de la Velvet Underground, Leonard Cohen, Jacques Brel, Edith Piaf, Aznavour y de los tangos -"Los canto como nadie, soy un fiera cantando tangos"-, es imprevisible. Rafael Berrio tiene algo de Correcaminos, huye de sí mismo y, desde luego, nunca se alcanza.
Hubo un tiempo, en los 80 y en plena ebullición de La Movida, que Rafa Berrio se dedicaba a la pintura de paredes: "Está muy bien hacer trabajo físico, pero tuve la mala suerte de que las cosas me fueran bien y diera muchos conciertos y ahí se fastidió todo", recuerda con una sutil sonrisa. "Ahora soy músico, aunque siempre me he considerado un diletante, nunca hay que tomarse muy en serio, como hacen esos músicos que van las 24 horas del día con una guitarra y se la pasan tomando notas en una libreta. Yo puedo estar un año sin tocar la guitarra". Ni él se lo cree. "No me siento músico. Si yo tuviera rentas, ni tocaría la guitarra ni escribiría canciones. Sería un ser contemplativo", insiste para convencernos... o quizá convencerse.
Si estás todo un año sin componer y sin tocar la guitarra ¿Qué haces?
La verdad es que me paso meses y meses escribiendo y tocando la guitarra como un condenado. Pero es muy poco conveniente esmerarte en hacer letras, porque nadie te toma en serio la música. Para hacer una canción buena, hay que trabajar mucho, o a veces ocurre que tu mejor canción la haces en una tarde. Eso es muy desolador.
¿Por dónde aparecen tus musas?
La primera frase de la letra te viene dada, es un regalo de los dioses, como decía Carlos Barral, un flash, una iluminación, pero el resto es lo trabajoso.
¿Tus temas favoritos?
A mí me gusta hablar de cosas muy raras... Los letristas de rock no hablan, lo mío es una filosofía barata de haber leído cinco libros.
Venga, ¡tienes una pinta de biblioteca nacional condensada que sugiere lo contrario!
Soy muy lector, sobre todo de literatura del XIX, pero a los cinco minutos se me olvida todo lo que he leído. Bueno, mis temas son siempre sobre lo mismo: el amor, el vino, la muerte, las mujeres... En el arte está lo que se llama lateralidad, o sea, tomar los temas por los flancos, no de frente. Hay tantas manera de ver lo mismo como puntos tiene una esfera. Es tratar un asunto muy manido de una manera algo más original.
¿Alguna vez te has planteado escribir algo más largo que una canción?
Me han propuesto escribir muchas cosas, prólogos, artículos... ¡Me parece un trabajazo horrible! Escribir es un acto muy desagradable.
Pero tú escribes. ¿Lo tuyo es puro masoquismo?
Yo no me dedico a escribir. No es lo mismo redactar un texto o una prosa que hacer relojería con versos. Yo soy relojero.
Eres dramático, romántico, nostálgico...
Lo mío es la comedia. Yo hago letras con humor, aunque alguna gente no lo entiende. Soy un schopenhaueriano, Schopenhauer era un pesimista con humor, ¡era un cachondo! O Cioran, otro tanto de lo mismo.
Tú publicaste tu primer disco en los 80, una época de renacimiento en España. ¿Crees que ahora existe un fenómeno que pueda compararse a lo que significó la Movida, entonces?
No es el mismo mercado, ahora hay un mestizaje bestial, los medios asumen inmediatamente las nuevas tendencias... No sé si Internet ha acabado con la música y otras disciplinas tal como las conocíamos antes.
Hablas del artista como oficio...
Lo suelo decir, pero a veces pienso que oficio es una palabra vil para hablar del arte. Lo mejor es hacer creer al público que lo nuestro lo es, es arte angélico, que las cosas te vienen dadas, como revelaciones, que no hay ningún trabajo detrás, ni nada.
Entonces, ¿el talento qué es?
En la escala, primero están los genios, debajo los talentos y luego el vulgo. Digamos que los primeros se cuentan con los dedos de una mano, lo del talento sería lo de un artesano hábil, y el vulgo, pues vulgo.
¿Y la cultura?
Un fundamentalismo, como decía Gustavo Bueno. Es antipática, pero no hay solo una cultura.
Dejamos de preguntar a este hombre tan talentoso como escurridizo. Mejor y más sencillo es escuchar sus canciones. Seguramente Adiós a la bohemia será la única zarzuela de Rafa Berrios. A fin de cuentas, "todo esto ha sido un capricho mío. Pero estoy feliz". Y por aquello de zapatero a tus zapatos, añade: "Ahora me voy a poner con otro disco, que quiero sacar a final de año. Ya tengo unos cuantos bocetos y posiblemente, hasta me da miedo decirlo, creo que he escrito la mejor letra de toda mi carrera".