Quién es Ashraf Ghani, el presidente huido de Afganistán
Ghani ha admitido que los talibán han ganado y ha salido del país prácticamente al mismo tiempo que las tropas estadounidenses.
La fulgurante ofensiva talibán se ha llevado por delante al presidente de Afganistán, Ashraf Ghani, obligado a huir del país para evitar lo que habría sido un “desastre”, según sus propias palabras. Con su salida, se pone punto y final a una etapa en la que Ghani, que pasó de tecnócrata a político de primera línea, ha tratado sin éxito de sellar una paz definitiva con sus históricos enemigos.
Nacido en una influyente familia pastún en 1949, Ghani creció primero en la provincia de Logar, en el este del país, y luego ya en Kabul, lugares ambos en los que fue avanzando en una educación que terminaría llevándole a Líbano para cursar estudios universitarios.
Regresó en 1974 a Kabul, para enseñar Estudios Afganos y Antropología, y tres años más tarde volvió a irse, para lo que en principio iba a ser una estancia de dos años de Estados Unidos, informa la web de la Presidencia. Sin embargo, el auge soviético le obligó a quedarse fuera, lo que le hizo seguir en el extranjero una carrera que en 1991 le llevó al Banco Mundial.
Su vuelta a Afganistán fue precisamente tras el final del conocido como ‘Emirato Islámico’ de los talibán, el mismo que ahora vuelve a estar sobre la mesa, dos décadas después. Ghani comenzó a ejercer como asesor del enviado especial de la ONU para Afganistán y tomó contacto de primera mano con la realidad política de su país natal.
Fue ministro de Finanzas en el Gobierno de transición tras la caída talibán y comenzó entonces una carrera política que en 2009 le llevó a presentarse por primera vez a las elecciones presidenciales. Quedó cuarto, pero al siguiente intento, en 2014, fue declarado vencedor, no sin polémica por el pulso librado con Abdulá Abdulá, cuya sombra le ha acompañado durante todo su mandato.
La sombra del fraude electoral y la incapacidad para hacer frente a lastres como la corrupción o la inseguridad fueron minando en parte la amplia popularidad de la que gozaba, principalmente en núcleos urbanos, aunque no lo suficiente para impedirle la reelección cinco años más tarde.
Como en la primera victoria, de nuevo el principal rival de Ghani fue Abdulá, que terminó encontrado acomodo al frente de un proceso negociador con quienes han terminado por ser sus verdugos políticos. Los talibán aceptaron negociar en Doha un acuerdo que nunca llegó y que, a la vista de los últimos acontecimientos, nunca llegará.
Al menos no con Ghani dentro del palacio presidencial. El hasta ahora presidente ha salido del país el mismo día en que los talibán han irrumpido en Kabul, poco más de una semana después de que los milicianos comenzasen a hacerse con el control de capitales de provincia como si de un castillo de naipes se tratara.
Las críticas internas habían minado la autoridad de Ghani en estos últimos meses, en los que aparentemente ha perdido voz frente a otros dirigentes que le reclamaban un cambio de rumbo ante unos talibán que no dejaban de ganar presencia, en un momento clave por el progresivo repliegue de los países aliados.
Ghani, un títere de Estados Unidos a ojos de los milicianos, ha terminado saliendo del país prácticamente al mismo tiempo que las tropas norteamericanas. Su principal aliado internacional, Joe Biden, recibió en junio al mandatario afgano en la Casa Blanca, donde le reiteró su compromiso con un Afganistán democrático.
Menos de tres meses después de esta simbólica cita, Ghani ha explicado en un mensaje publicado en su perfil de Facebook que ha huido por el bien del pueblo afgano, para evitar un derramamiento de sangre. Ha admitido que los talibán han ganado, al menos en términos militares, pero ha puesto en cuestión que puedan ser los representantes legítimos del pueblo afgano.