Guerras híbridas: cuando los conflictos se modernizan pero nada cambia
La crisis con migrantes entre Bielorrusia y Polonia no es tanto humanitaria, dice la UE, como un nuevo tipo de contienda para crear confusión y desunión en los Estados.
Frío, miedo o desolación. Eso es lo que revelan las caras de los aproximadamente 2.000 migrantes, según el Gobierno de Bielorrusia, provenientes de Oriente Medio y África que continúan varados en la parte bielorrusa de la frontera con Polonia en una maniobra clara de presión a la Unión Europea.
Por otro lado, están los análisis, los ensayos y textos especializados que definen este drama humanitario como “guerra híbrida”. Pero, ¿a qué se refieren los medios cuando hablan de este concepto?
El término lo acuñó en 2007 Frank Hoffman, un teniente coronel norteamericano en la reserva que se desempeña como investigador en la Universidad Nacional de Defensa (Departamento de Defensa) para aludir a la conjunción de modos y estrategias de guerra militares convencionales con tácticas terroristas que abarcaban la violencia y el desorden criminal.
En la práctica, bajo el paraguas del concepto “guerras híbridas” se enmarcan situaciones en la que los Estados hacen uso de su capacidad militar contra otro país o actor no estatal, a la par que se valen de otros medios vinculados a los ámbitos económico, político o diplomático.
El subsecretario general de Seguridad y Defensa de la OTAN, David Cattler, ya se refirió a las amenazas híbridas en abril de este año, catalogándolas como “estrategias que crean confusión y desunión en los Estados” y que pueden “socavar los valores democráticos de sus instituciones, sembrando dudas entre la población”.
“Las estrategias híbridas son usadas con frecuencia por los adversarios de la OTAN porque son conscientes de que en un conflicto convencional no podrían imponerse políticamente, militarmente o económicamente”, según David Cattler.
Desarrollo tecnológico e “hibridación”
Desde 2007, el desarrollo tecnológico ha propiciado que aumente la variedad de herramientas que aplicar en lo que para muchos especialistas no es más que una modernización de la “guerra de guerrillas” a través del uso de internet o redes sociales para condicionar el resultado de procesos electorales o mediante ciberataques para poner en jaque infraestructuras críticas de los Estados, como pueden ser su administración financiera, los servicios de salud o los suministros de agua o energía.
“La hibridación implica también a más actores aparte de los estatales, vemos como participan empresas, grupos criminales con los que según los intereses se colabora o no porque, por distintos fines, también han decidido participar en alguna campaña de desestabilización o agresión contra terceros”, explicó a EFE el investigador principal del Real Instituto Elcano en materia de Defensa y Seguridad, Félix Arteaga, para quien “los Estados ya no tiene el monopolio de los conflictos y se ven amenazados por otros actores”.
Para Arteaga, el caso del desafío bielorruso a la Unión Europea en la frontera con Polonia supone un episodio de “guerra híbrida” en la medida en que se utilizan fuerzas armadas y de seguridad para “encauzar los flujos migratorios generados políticamente por un Estado (Bielorrusia)” y se les “canaliza contra un país (Polonia)” y, por ende, contra la Unión Europea.
Por qué no son guerras convencionales
La diferencia de las guerras híbridas con las convencionales radica en que ahora estas acciones hostiles ocurren en períodos donde no hay una declaración de guerra previamente establecida, oscilando en un vacío entre paz y guerra al que los expertos en geopolítica han bautizado como “zona gris”.
“No se puede responder con medios militares en la mayoría de los casos porque se encuentran en zona gris, en la que no hay una mezcla fija de cuánto componente militar y de cuánto no militar debe existir”, especificó Artega.
El capitán de fragata Federico Aznar, que también es analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos, hace hincapié en que “la naturaleza de la guerra no es siempre necesariamente militar” y en que “no se debe confundir fuerza con poder”.
“La guerra es una actividad política”, entendiendo esta como el interés de los actores implicados en la “creación de agendas para gestionar un conflicto”, dijo.
Si antes las maniobras hostiles entre Estados podían consistir, además del despliegue militar, en la retirada de visados diplomáticos o el bloqueo económico, estas se siguen manteniendo pero han cobrado fuerza la utilización de la presión migratoria, los ciberataques o el uso de internet como palanca para orquestar campañas que condicionen la opinión pública a través de fake news con el mismo objetivo común históricamente: desestabilizar a Estados adversarios hasta conseguir que se fracturen.