Qué son las empresas zombis y por qué vas a empezar a oír hablar de ellas
El 8% de las compañías españolas son muertos vivientes, según el Banco de España.
Una amenaza zombi se cierne sobre la economía española. Los muertos vivientes no solo aparecen en videoclips de Michael Jackson o en series de televisión como The Walking Dead. También han vuelto a salir a la luz del día gracias a la crisis derivada de la pandemia del coronavirus.
Zombi es el término que utilizan los economistas para referirse a aquellas empresas que tienen unos beneficios que no son suficientes para cubrir sus propios gastos financieros. Es decir, el dinero que ganan no solo no llega para devolver la deuda que tienen, sino que apenas sirve para pagar los intereses de sus préstamos.
Algunos estudios internacionales apuntan a que el 10% de las compañías en todo el mundo pueden ser consideradas zombis, siendo especialmente preocupante la situación en Europa y, obviamente, también España. Incluso el Banco de España reconoce que el 8% de las empresas españolas están en esta situación. La lista de ilustres muertos vivientes incluye nombres muy conocidos como Pescanova o Adolfo Domínguez.
Un auténtico peligro para la economía
Las empresas zombis no son viables. Los inversores ya no confían en ellas y solo sobreviven de manera artificial. Deberían haber echado la persiana hace tiempo, pero si se mantienen con vida es gracias a que logran refinanciar sus deudas una y otra vez. En circunstancias normales, habrían quebrado.
“Muchas empresas sobreviven refinanciando la deuda, tienen los beneficios justos para pagar los intereses. Lo pueden hacer porque los tipos de interés están muy bajos y hay mucha laxitud para conceder créditos”, explica Josep Lladós, profesor de economía en la Universitat Oberta de Catalunya.
El término zombi se empezó a utilizar en Japón durante el período conocido la década perdida, una etapa de estancamiento entre 1990 y 2003. Se extendieron por todo el mundo tras la crisis financiera iniciada 2008. Muchas compañías se habían endeudado con la esperanza de que lograrían una rentabilidad que luego no tuvieron.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) alertan del riesgo que suponen para la buena marcha de la economía. Estos organismos no suelen utilizar el concepto de zombi, sino que prefieren definirlas como vulnerables.
Estas compañías son un foco de problemas constante. No son productivas y tampoco tienen dinero para invertir, pero a la vez, encarecen el coste de la inversión ya que impiden que bajen los precios. Esto dificulta la posibilidad de que surjan nuevos proyectos.
“Las otras empresas necesitan ganar cuota de mercado y para ello tienen que invertir. Sin embargo, están compitiendo con empresas que en situaciones normales estarían fuera del mercado”, afirma Lladós.
Su alto endeudamiento dificulta que otras compañías puedan acceder al crédito. Los bancos se convierten en cooperadores necesarios de estos muertes vivientes. Las entidades financieras prefieren refinanciar esa deuda, aun sabiendo que es muy difícil cobrarla, a reconocer unas pérdidas en sus balances.
“Actualmente la rentabilidad de los bancos es muy baja, porque los márgenes son muy bajos. Los bancos si quieren mantener sus resultados tienen que tener mayor actividad. Les interesa refinanciar la deuda, en vez de limpiar su balance”, señala Lladós.
Algunos políticos liberales aseguran que el Banco Central Europeo ha favorecido esta situación de zombificación de la economía con sus políticas monetarias expansivas. El quantitive easing ha inundado de liquidez el mercado, con la compra de deuda de los países, para asegurarse que siguiera fluyendo el crédito.
Esta mayor liquidez ha permitido que muchas empresas puedan refinanciar sus deudas a pesar de no ser viables, gracias a que los tipos de interés estaban muy bajos. Esto ha generado una inmensa bola de deuda. Las compañías acumulaban a finales de 2018 una deuda de 13 billones de dólares, según la OCDE.
Los expertos recuerdan que si los tipos de interés vuelven a sus niveles normales, una parte de estas firmas no podría continuar. “El riesgo es que, en algún momento, vamos a tener que recuperar una senda baja de los tipos de interés. Cuando la situación se normalice, si esas empresas no normalizan ingresos están condenadas a la suspensión de pagos.
El 8% de las empresas españolas son zombis
España es uno de los países afectados por esta epidemia de muertos vivientes, aunque no es el que está en peor situación. El pinchazo de la burbuja inmobiliaria y la crisis provocó que muchas empresas quebraran y otras se convirtieran en zombis por su elevado endeudamiento.
El gran ejemplo de una empresa zombi española es Abengoa, que ha tenido varias reestructuraciones de su deuda, siendo rescatada de la quiebra ya en dos ocasiones. Actualmente afronta nuevas dificultades y negocia su tercer rescate, para el cual resultarían clave 20 millones de euros que la Junta de Andalucía no parece muy dispuesta a aportar.
El FMI advirtió del riesgo que corría la estabilidad de la economía mundial por la gran deuda empresarial vulnerable de países como España, China, EEUU, Reino Unido, Italia y Francia. En respuesta a este informe, el Banco de España elaboró un estudio en el que afirmaba que las empresas zombis se habían reducido del 16% del total en 2013 al 8% 2018.
“Estaríamos hablando de más de 250.000 empresas en España. Ahora ese número ha crecido porque estamos en medio de una crisis y han caído los ingresos. Veremos muchas empresas de servicios, vinculadas al turismo, la restauración, la hostelería y el comercio”, apunta Lladós.
El supervisor financiero que dirige Pablo Hernández de Cos recordaba que el endeudamiento también había mejorado con la recuperación económica. Estas compañías vulnerables poseían el 25% de la deuda en 2013. Cinco años más tarde, había caído al 10% de la deuda, unos 85.000 millones, según la Central de Balances del Banco de España.
El negativo efecto del coronavirus
El problema ha vuelto a aparecer con la irrupción de la pandemia, que ha provocado un terremoto económico. España sufrió un batacazo en el segundo trimestre, con una caída del 17,8% del producto interior bruto.
Ante este desplome, el Gobierno puso en marcha algunas medidas para paliar el golpe como los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) y las líneas de avales del Instituto de Crédito Oficial (ICO). Sin embargo, existe un riesgo de mantener con vida a empresas de manera artificial.
“Hemos tenido menos cierres de empresas que en el pasado, por esa red de apoyo del sector público. Pero si el tejido productivo no se reactiva, esas empresas se van a perder”, afirma Lladós.
Una vez se acaben estas medidas, pueden salir a la luz las debilidades de muchas empresas. Algunas no podrán volver a incorporar a todos sus trabajadores, llevando a cabo despidos, o no serán capaces de devolver los préstamos. Si esto ocurriera, se habría destinado dinero público a salvar una empresa que no era viable.
Con el objetivo de evitar esto, la vicepresidenta tercera y ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, ha asegurado que los ERTE deben centrarse en empresas necesitadas que sean viables.
“No se trata tanto de una cuestión de sector como de concentrar los esfuerzos en las empresas que verdaderamente más lo necesitan. Tenemos que asegurarnos de que se cubre a las empresas que eran solventes antes y están en una situación transitoria”, ha asegurado en una entrevista en La Hora de La 1 (TVE).
Un problema añadido de España es que su tejido productivo está formado principalmente por pequeñas y medianas empresas. Estas son más vulnerables si se producen situaciones complicadas como las que atraviesa actualmente el país.
Si se produjera una ola de quiebras o de insolvencias, tendría un impacto en el mercado laboral. El Banco de España calcula que la tasa de paro podría elevarse hasta el 24,7% en 2021.
Los expertos señalan que las ayudas públicas deben irse quitando, según se reactive la economía. “Los ERTE se tienen que conceder de forma temporal y se tienen que ir retirando a medida que se va recuperando la actividad. No se puede mantener indefinidamente”, afirma Lladós.