¿Qué ocurre si muere un candidato a la presidencia de EEUU?
La infección por coronavirus de Trump, de 74 años, obliga a repasar lo que puede ocurrir con las elecciones del próximo 3 de noviembre
Donald Trump está enfermo. Tiene 74 años, se ha infectado de coronavirus y, por lo tanto, es población de riesgo, ya que el 86% de los muertos por esta causa tienen más de 70 años. Al presidente de EEUU no se le conocen males crónicos -sólo su adicción a la comida poco saludable-, pero es normal que su estado encienda las alarmas. ¿Qué pasa si un presidente del país más poderoso del mundo queda inhabilitado o fallece? ¿Qué pasa si muere siendo candidato a las elecciones?
En este último caso, hay una cosa clara: los comicios se celebran sí o sí. Si es Trump quien fallece, como representa al Partido Republicano, entra en juego la llamada Regla Número Nueve de la formación. Eso quiere decir que se abren dos caminos: o los componentes del Comité (168 personas, representando a todos los estados) eligen con sus votos a los nuevos candidatos o deciden abrir una Convención Nacional, en la que los 2.437 delegados tienen la palabra. Lo normal parecería que el elegido fuera Mike Pence, actual vicepresidente y aspirante a revalidar el cargo junto al magnate, pero no por ello tiene más posibilidades que los demás. La pugna es completamente abierta.
Si muere el candidato Joe Biden, del Partido Demócrata, es el Comité Nacional Demócrata, compuesto por más de 200 personas, quien decide. Tampoco hay una regla clara que diga que es su segunda en la boleta, la aspirante a vicepresidenta Kamala Harris, quien asume el papel (aunque, de nuevo, tiene toda la lógica que así fuera, en el hipotético caso que nos traemos entre manos). El nuevo nombre puede salir de una convención, de un sondeo a militantes, de otras primarias... Lo que se decida sobre la marcha.
En ambos casos, se use el mecanismo que se use, el problema es el tiempo, que corre en la búsqueda de un candidato oportuno.
Los Trump, de momento, se han visto obligados a cancelar todos sus próximos compromisos de campaña, a un mes de los comicios. No se sabe cómo se buscarán alternativas a los mítines previstos en Wisconsin, Florida o Arizona. Tampoco está claro si la prueba positiva de Trump le impedirá asistir al segundo debate presidencial, que tendrá lugar el 15 de octubre en Miami (Florida).
Los interrogantes son muchos, trascendentes, empezando por si se mantendrá la fecha de las elecciones, el 3 de noviembre, o se intenta retrasar, lo que requeriría de un cambio en una ley federal, porque el presidente no tiene poder sobre ello, informa nuestra compañera del HuffPost USA Sarah Turnnidge.
De momento, se sabe que el sistema de defensa del país se ha activado incluso antes del anuncio de la prueba positiva de los Trump, y los expertos señalan que aviones nucleares han despegado de ambas costas del país, media hora antes de que se hiciera pública la noticia, en un intento de tenerlo todo controlado.
¿Y si muere un presidente?
Los padres fundadores de EEUU, al redactar la Constitución, ya tuvieron en cuenta este escenario. El artículo II, sección primera, apartado 5, prevé que, ante la muerte, renuncia o incapacidad del mandatario, el vicepresidente ocupará la presidencia, hasta que se celebren las siguientes elecciones. También se contempla esta solución si es destituido de su cargo mediante un juicio político y llega su correspondiente sentencia condenatoria.
Así pues, el vicepresidente Pence es hoy el primero en la línea sucesoria para asumir el mando. Hasta ahora, ocho de ellos han tenido que quedarse con esa responsabilidad por muertes de sus superiores (John Tyler, Millard Fillmore, Andrew Johnson, Chester Arthur, Theodore Roosevelt, Calvin Coolidge, Harry Truman y Lyndon Johnson) y uno más por su renuncia (Gerald Ford).
Por desgracia, esta posibilidad de relevo por muerte ha cristalizado en EEUU, en el pasado, en varios casos muy dramáticos. Tenemos el asesinato de en un teatro Abraham Lincoln en 1865, la muerte de F. D. Roosevelt por derrame cerebral en 1945 o la de John F. Kennedy en 1963, tiroteado en un desfile. Posiblemente el relevo que todos tenemos en la cabeza es el que, de este último, tomó Lyndon Johnson en un hospital de Dallas, ante una viuda ensangrentada.
Aunque el articulado parece claro, en la práctica han surgido algunas dudas. Qué es y que no es incapacidad, si la sustitución se entiende como de pleno derecho, con competencias al 100%, o es en funciones, o qué pasa si el vicepresidente no puede asumir el cargo tampoco, por los motivos que sea. Por eso, tras la muerte de Roosevelt y la llegada de Harry Truman, se reformó el texto en 1947 y se estableció una línea completa de sucesores: después del vicepresidente, le sigue el presidente de la Cámara de Representantes y, después, el presidente del Senado (que de ordinario es justo el vicepresidente, pero que se supone que habría sido ya relevado por un sucesor temporal).
Por poner nombres, con la cantidad de casos de coronavirus que se están dando en la Casa Blanca, “es factible que Pence también dé positivo”, aunque por el momento tanto él como su esposa Karen han dado negativo, y entonces, si llega a estar incapacitado, sería la presidenta de la Cámara, la demócrata Nancy Pelosi, quien se haría cargo de todo, explican nuestros compañeros del HuffPost USA.
¿Qué pasa si todos ellos también se marchan, mueren o quedan inhabilitados en sus cargos? Los miembros del Gabinete presidencial serían los que asumirían la responsabilidad del Gobierno, empezando por quien lleve en ese momento la Secretaría de Estado (la más antigua), hasta la Secretaría de Seguridad Nacional (la de más reciente creación).
Sobre el tipo de poder que tiene el sucesor de un presidente, se añadió otra enmienda a la Constitución que estableció que el vicepresidente asumiría la presidencia de pleno derecho, y además se estableció un protocolo para declarar con seguridad la incapacidad del presidente. Por supuesto, se dejó claro -había dudas- que un vicepresidente ascendido por estas circunstancias sobrevenidas tiene derecho luego a presentarse a la sucesión a la Casa Blanca.
Pero no hay que llegar a tanto. Si la salud de Trump simplemente empeora, la Vigesimoquinta Enmienda de la Constitución prevé que el presidente ceda temporalmente el mando del país a su número dos, una hipótesis que no se plantea desde 2007, recuerda Europa Press. El presidente puede reflejar por escrito que, por las circunstancias que sean, es “incapaz” de desarrollar las funciones propias del cargo. El vicepresidente Pence asumiría, entonces, el poder, hasta que el presidente presentase un nuevo escrito revertiendo la medida, cuando se encuentre mejor.
El último presidente en invocar dicha opción fue George W. Bush, en dos ocasiones. En 2002, cedió el testigo a Dick Cheney durante poco más de dos horas para someterse a una colonoscopia, y ese escenario se repitió de nuevo cinco años más tarde, con circunstancias y tiempos similares. Sin mayores consecuencias.