¡Qué historia, esta de las elecciones en Francia!
"¡Qué historia, qué historia!". Parece que todavía sigo oyendo estas palabras de François Mitterrand la noche del 10 de mayo de 1981 mientras trataba de redactar su declaración de victoria y colocaba incrédulo su pluma frente a la televisión que proyectaba su rostro.
Lo mismo se puede decir de esta loca campaña cuyo primer acto terminó este domingo y cuyo segundo ya se adivina, antes de que lleguen las legislativas de junio que acabarán de rizar —o de revolucionar— la narrativa.
En dos años, dos presidentes y tres primeros ministros han fracasado frente a un pueblo francés enfadado y decepcionado. En dos años, todas las hipótesis, todos los pronósticos se han puesto patas arriba, e incluso en varias ocasiones. En dos años, se han derrumbado los partidos de gobierno, y especialmente el Partido Socialista, que nunca había afrontado una derrota tan grande desde 1969; se han inventado unas primarias que no han logrado en absoluto reunir a los bandos; hemos visto ministros que se niegan a votar por el candidato salido de su propia familia; hemos imaginado una abstención masiva que al final no se produjo; nos hemos acostumbrado a la idea de un Frente Nacional en la segunda vuelta, mientras que su presencia ahí hace 15 años provocó indignación; hemos imaginado a una Marine Le Pen con el 24% de los votos, incluso con un 30, para luego acabar segunda con menos del 22%; hemos asistido a la irrupción de un François Fillon soberano al acabar las primarias: entonces la victoria parecía imperdible para la derecha, y en dos meses se volvió imposible de ganar. Y luego hemos visto surgir dos fenómenos ajenos a los partidos: un Mélenchon que, con su tono zalamero, sus gigantescos mítines y sus ingeniosos hologramas, ha sabido despedazar al Partido Socialista y seducir a una Francia indignada y desfavorecida que ya lo veía presente en una segunda vuelta (de la que ha estado cerca); y a un joven casi desconocido, que emprendió él solo, sin partido y sin tropas, una sorprendente aventura que está a punto de lograr.
El destino presidencial de Emmanuel Macron se inscribe dentro de la improbabilidad histórica y estadística. Hace sólo un año lanzaba, entre la incredulidad general, un movimiento: ¡En Marcha!, del que decía que iba a transformar los códigos de la Quinta República. Nunca había ejercido un mandato; es verdad que fue un ministro popular, pero que sobre todo se hizo famoso —decían quienes se burlaban— por haber liberalizado el mercado de las empresas de autocares y por conseguir que los supermercados abran los domingos. Los políticos se reían, los periodistas sonreían: qué soñador, qué presuntuoso, de qué urgencia mesiánica se cree investido, este joven que se desgañita en los mítines. Pero luego su discurso convenció, las revistas se entusiasmaron, las salas empezaron a llenarse, los discípulos se creyeron conquistadores y ahí está, encabezando los resultados de la primera vuelta, con todas las posibilidades de ser elegido en 15 días presidente de la República.
El domingo por la noche, seguido en coche por las cámaras en las calles de París —lo que recordaba a la travesía triunfal de Jacques Chirac en 1995—, él también sabía que prácticamente había ganado su apuesta. En su discurso, que no fue el mejor, incluso dio la impresión de anticiparse un poco sobre el voto de los electores el próximo 7 de mayo. Pero, ¿cómo no iba a sentir vértigo ante su destino? Portador de una audacia inaudita, de la intuición de que Francia estaba harta de dividirse desde hace 30 años entre el Bien y el Mal, Macron se vio ayudado por la suerte increíble de que todos sus competidores fueron desvaneciéndose ante él. Pensadlo bien: sin contar a Bayrou, que se unió a él, Juppé, Sarkozy, Hollande, Valls y Fillon, fueron vencidos por el destino o por ellos mismos, y sólo él escapó de una hecatombe sin precedentes.
Dicho esto, Macron sabe que fanfarronear sería inoportuno, ya que la situación de Francia es frágil; a merced de los atentados que pueden alterar todo, Francia se levanta este lunes cortada en cuatro. Por primera vez desde 2002, ningún candidato ha alcanzado el 25% en la primera vuelta. Los franceses están furiosos con esta sociedad tan desigual. Los partidos políticos tradicionales están por los suelos. Los políticos, amargos, han salido a la emboscada, preparados para enfrentarse, para crucificar, a los perdedores, para desgarrarse entre ellos. Ahí está Jean-Pierre Raffarin, abandonando a Alain Juppé; Jean-François Copé, alegre por tomarse la revancha con Fillon; a Laurent Wauquiez, ya en la batalla legislativa y negándose a decir que votaría a Macron, a diferencia de un François Fillon elegante, que reconoce humildemente su derrota personal. Parecía que iba a correr la sangre entre los Republicanos. Resultó incómodo volver a ver el rostro cerrado y furioso de los malos días del candidato de la Francia insumisa. Se puede entender su decepción tras su excelente campaña, pero al negarse a aceptar su derrota y a tomar responsabilidades —prefiriendo denunciar a los "mediácratas y a los oligarcas"—, usaba una retórica más cercana a la de Georges Marchais que a la de Jean Jaurès.
Marine Le Pen tiene ahora pocas posibilidades de ganar las presidenciales pese a sus 7 millones de votos, récord histórico para el FN. Su techo de cristal está ahí —y somos muchos los que esperamos que ahí se quede—, pero Francia tendrá que encontrar algo de unidad. Una cuarta parte de los franceses sueña con una vida más tranquila y con menos precariedad, otro cuarto prioriza controlar los impuestos y la reducción de la deuda. La tercera cuarta parte reivindica la defensa de la nación y la representación del pueblo lejos de las élites. Por último, hay otro cuarto que confía más en el futuro, que quiere modificar profundamente la gobernanza y la política francesa. Es esa parte la que encarna Emmanuel Macron. Tiene 15 días para demostrar que es capaz de entender a las otras tres, y de representarlas. Entonces podrá empezar de verdad su increíble historia.
Este post fue publicado originalmente en la edición francesa del 'HuffPost' y ha sido traducido del francés por Marina Velasco Serrano
https://www.huffingtonpost.fr/anne-sinclair/resultats-1er-tour-presidentielle-macron_a_22052368/