¿Qué ha sido de nuestra televisión?
Somos la televisión que consumimos y, por ello, esta es una obra muy reveladora respecto a quiénes somos en realidad.
Hace años, recordarán algunos, la televisión no era así. Antes, no hace tanto, tenía otros códigos, otra programación, otra profundidad; y esto no es algo que preocupe a un sector minoritario, sino que plantea cuestiones más obscuras. ¿Acaso no se han preguntado dónde está la programación infantil? ¿No se han parado a pensar que los espacios culturales prácticamente han desaparecido? ¿Verdad que han percibido que el cine en la pequeña pantalla es algo sospechosamente residual?
A todas estas preguntas se responde en un libro de referencia titulado La edad dorada de la televisión generalista en España (1990-2010). Programas y programaciones el cual, en sus más de mil páginas, realiza un exhaustivo recorrido por los cambios que han operado en nuestra televisión durante las últimas décadas, para entender este presente (hasta ahora) incomprensible.
El libro comienza analizando la televisión con el surgimiento de los canales privados y finaliza su recorrido con la iniciación de la era digital y el fin de las emisiones en analógico. Lo que sucede entre estos dos hitos históricos es la esencia de la televisión actual, que tan solo evoluciona desde el modelo competitivo que se estableció en aquellos años.
El libro, dirigido y editado por los catedráticos Julio Montero-Díaz, María Antonia Paz y Charo Lacalle, elabora un recorrido minucioso por todos aquellos aspectos que llaman la atención de la televisión actual. El porqué de los informativos tal como hoy los conocemos, el cambio de tono, la inserción de realities por encima de nuestras posibilidades o la sustitución de los seriales de origen extranjero por los de nacionalidad española son algunos de los temas que se abordan.
Interesante es el enfoque que despliegan con respecto a la desaparición de los niños como público objetivo. El nacimiento de los canales temáticos especializados ha reducido a la mínima expresión el contenido adecuado para menores, lo cual ha desembocado en que la programación excluya por completo a los niños dentro de sus parrillas. Atrás quedan los programas infantiles, los contenidos dedicados al gran público, las series animadas; los niños han sido desterrados de una televisión que ve en la juventud su nuevo mercado.
Lo mismo ha sucedido con el cine. Permítanme que haga hincapié en ello, ya que tengo la inmensa fortuna de haber podido analizar este proceso en el capítulo consignado a este menester. Hace décadas, el cine inundaba los canales de televisión; el cine de verdad (no producciones de dudosa calidad o TV movies miméticas y plagadas de estereotipos de género) podía ser consumido de forma ordenada, lógica y bien programada en los canales generalistas. No era necesaria la suscripción ni el pago, porque de manera orgánica los programadores tomaban en consideración a los espectadores, ofreciendo la oportunidad de culturizarse mientras se disfrutaba del tiempo de ocio. Ahora el cine en televisión es algo secundario, irrisorio si me apuran, que tan solo aparece en horarios intempestivos o, y esto es el único alivio, en un canal pensado para una inmensa minoría: La 2 de Televisión Española.
Profundicemos más. Hablemos de la programación cinematográfica en los canales generalistas. ¿Recuerdan ¡Qué grande es el cine! conducido por José Luis Garci? Se trataba de un programa de análisis profundo que ofrecía la oportunidad de ahondar en el arte cinematográfico. En la actualidad, salvo en canales públicos, minoritarios y/o autonómicos este tipo de contenidos ya no está presente en la programación.
A excepción de los canales estatales, con La 2 como paradigma, apenas existen programas cinematográficos en formato televisivo. Por fortuna, contamos todavía con Días de cine, con sus más de treinta años de existencia, al igual que Versión española o Cine de barrio, este último en La 1. Curioso que se desdeñe este tipo de contenidos en el resto de cadenas, cuando la proliferación de podcasts y perfiles de TikTok dedicados a analizar secuencias de cine ha alcanzado una cifra de descomunal proporción.
Tal como expone el libro, los que siguen triunfando y ofreciendo un amplio margen de beneficio son los realities, aquellos formatos novedosos en las postrimerías del siglo XX que, ya en el nuevo milenio, ha conseguido imponerse sobre cualquier otro modelo de programación audiovisual.
Junto a estos, hay muchos más aspectos fundamentales en nuestra televisión que marcan la pauta del presente, los cuales hablan de nuestra cosmovisión como país y como generación: por qué el fútbol ha anegado nuestras parrillas; cómo se ha transformado el concepto de entretenimiento; por qué se da el fenómeno de la nostalgia televisiva o desde cuándo tenemos a nuestra disposición subproductos como los infoshows.
Somos la televisión que consumimos y, por ello, esta es una obra muy reveladora respecto a quiénes somos en realidad. Le duela a quien le duela. Porque entendiendo un poco más el modo en que está programada nuestra televisión, también entenderemos la forma en que está programada nuestra mente. Todo un imprescindible.