¿Qué está pasando en Hong Kong?
A pesar de haber un movimiento político separatista de independencia, la realidad de que ocurra es poco viable.
Vivimos la era de las migraciones, tanto o más que las prehistóricas, en donde las fronteras cambian de definición. No es de sorprenderse que los movimientos separatistas se vuelvan más y más frecuentes. California, Cataluña o el Brexit, son la punta del iceberg. En el lejano oriente también viven su propias insurgencias y sentimientos independendistas.
En julio de 1997, Reino Unido devolvió Hong Kong a China tras concluir los 100 años de arrendamiento que hizo que Inglaterra se apropiara de la ciudad tras las guerras del opio. A partir de ese momento se generó una visión en el exterior hacia China de ser “un país con dos sistemas”.
Todo empezó cuando Gran Bretaña se anexó Hong Kong, convirtiéndola en una colonia como parte del botín de guerra resultado de la famosa Guerra del Opio, un conflicto que enfrentó a Inglaterra con China, entre otras causas, por el comercio ilegal del narcótico del que se derivaría el analgésico más valioso del siglo XX: la morfina. El opio ya se contrabandeaba desde mucho tiempo atrás usando como ruta comercial la India, que ya era colonia británica, así como la ruta de la seda.
Al finalizar el conflicto, ambos países firman un tratado en donde Hong Kong queda a disposición inglesa por un periodo de 100 años. Pero como en toda guerra, siempre queda un descontento en el país vencido tras perder uno de sus territorios.
Transcurrieron esos 100 años en los que China reclamó Hong Kong, al tiempo que la gran ciudad crecía económicamente hasta convertirse en la potencia que es hoy. Se occidentalizó, se gentrificó y se internacionalizó.
Durante ese tiempo, el gobernador era nombrado por el Reino Unido, de tal suerte que todos eran ingleses y ninguno era chino (la misma situación que en Sudáfrica antes de Nelson Mandela) hasta Chris Patten, último gobernador previo a la transición.
A partir de 1997, el líder pasa a ser llamado jefe ejecutivo, siendo ahora un ciudadano de Hong Kong, pero lo seguía designando, no Inglaterra, sino ahora China. Surge una legislación llamada “Ley Básica” en la que Beijing le permite a Hong Kong elegir a su gobernante, pero bajo un comité electoral, de esta forma impidiendo que la ciudadanía votara directamente.
Actualmente Hong Kong ya forma parte del país asiático; sin embargo, no es 100% chino, está bajo un estatus particular llamado “Región Administrativa Especial”, una condición privilegiada que le otorga cierta soberanía, como usar su propia moneda (dólar hongkonés), idioma (cantonés) y pasaporte especial. Motivo por el cual los ciudadanos de la mayoría de los países no necesitan un visado para entrar a Hong Kong, pero sí para ingresar a China.
Cuando a China se le restituyó Hong Kong, la obtuvo con una única condición: que a la ciudad se le permitiera seguir siendo independiente por 50 años más antes de su adhesión total.
Dejando atrás las diferencias por la pugna de Hong Kong, que incluso llegó a niveles de cierta tensión cuando el propio Deng Xiaoping, líder de la República Popular de China en los ochenta, amenazara a Margaret Thatcher con tomar la ciudad por la fuerza. Han pasado ya dos décadas y las cosas han cambiado drásticamente, la incertidumbre que la población tuvo en un inicio se ha transformado en una actitud más desenvuelta y cómoda para la ciudad. Muchos años de colonialismo británico dejaron una marcada influencia occidental en la ciudad.
Ahora surge la duda: ¿qué va a ocurrir en julio de 2047? El dólar hongkonés dejará de existir para dar entrada al yuan, el mandarín sustituirá al cantonés como lengua oficial y el pasaporte de Hong Kong desaparecerá. Hay un segmento de la población que no quiere que las cosas cambien, otro que desea ser una república independiente, y otro que sí está a favor de la asimilación total con los beneficios que esto conlleva.
Argumentos de los separatistas son, por ejemplo, la negativa a la imposición de otro idioma, la preservación de su identidad cantonesa y la oposición al régimen político de la República Popular de China. Este discurso se contrarresta con los que muestran simpatía por la política china, el valor del yuan con respecto al dólar hongkonés, mayor apertura comercial de Beijing y el control de la inmigración en detrimento a las fuentes de empleo de los ciudadanos (Hong Kong es una ciudad con enorme densidad de población que no pide visa, y la residencia legal así como permiso de trabajo para extranjeros es relativamente sencilla).
Pero más allá de todo, existe una inconformidad de no poder elegir directamente a su propio gobernante sin la intermediación de un comité electoral formado solamente por 1.200 personas, seleccionadas de diferentes industrias y del sector privado, que son las que al final votan por el dirigente.
¿Y quiénes son estos 1.200? Un grupo minúsculo de los casi 4 millones de votantes que hay, formado por empresarios, políticos, figuras públicas, líderes sindicales y hasta celebridades, agrupados por sectores financiero, comercial, educativo, hotelero, textilero, construcción, transporte, salud, seguros, cultural, deportivo, pesquero, agricultor y hasta religioso. Incluso las compañías extranjeras están representadas ahí, así como las cámaras de comercio de Francia y Australia, y las aerolíneas. Todos menos los ciudadanos comunes y corrientes.
Reacciones como “sí hay una minoría que desea ser independiente. Yo no apoyo del todo la idea y pienso que es un poco irracional”, u otras como “en realidad China ha propuesto que se nos permita elegir a nuestro propio gobernante, pero el Gobierno sigue con ese comité”, son algunas de las opiniones de los ciudadanos de a pie de la gran metrópoli.
A pesar de haber un movimiento político separatista de independencia, la realidad de que ocurra es poco viable. Hong Kong es una de las capitales financieras más importantes del mundo, poseedora de una de las bolsas de valores más poderosas. Beijing no va a dejar ir a Hong Kong, y a la ciudad no le convendría separarse.
Bajo la llamada “Ley Básica de la región administrativa especial de Hong Kong de la República Popular China”, está garantizada la protección y transición pacífica y democrática en el periodo de adhesión.