Qué es AfD: el partido de extrema derecha que preocupa a Alemania (y al resto)
Los sondeos le dan entre el 8 y el 12% de los votos, por lo que podrían entrar en el Parlamento.
No tienen un líder, sino dos. Alice Weidel es una mujer de 38 años, doctora en economía, lesbiana, madre de dos hijos, y ex asesora de Goldman Sachs. El otro es Alexander Gauland, de 76 años, que disfruta parafraseando a Donald Trump con su "Alemania Primero" y exmiembro de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Angela Merkel. Son dos caras diametralmente opuestas de la misma moneda, el Partido Alternativa para Alemania (AfD), la formación de extrema derecha que casi con toda seguridad tendrá representación en el Parlamento alemán. Nada en este partido es casual: ni el hecho de tener dos candidatos, ni cómo son sus perfiles, ni las bases de la que dicen ser su ideología. La estrategia, al menos de momento, parece funcionarles.
El partido, fundado en 2013 por euroescépticos escindidos de las filas conservadoras y liberales, se quedó a las puertas de entrar en el Bundestag aquel año. Pero aquello no supuso su final, como ha pasado con otros de índole parecida en Alemania —véase Pegida—, sino que su formación se ha consolidado gracias, en parte, a cómo ha configurado sus listas. La formación es tan consciente de que su electorado no procede sólo de la derecha como de que, a estas alturas, todo lo que tiene que ver con los extremismos desprende un olor a rancio, que repele en toda la UE y que genera rechazado entre el electorado germano. Por eso la formación, que comenzó basándose única y exclusivamente en su euroescepticismo, se ha hecho un lavado de imagen para "normalizarse", para desprenderse de su lado más repulsivo y así ampliar su base electoral. Algo parecido a lo que hizo Marine Le Pen con el Frente Nacional en Francia, presentándose como el partido de los "trabajadores", desligándose de las posturas más radicales y vinculadas al nazismo.
De ahí que, aunque choque, la formación haya jugado más la baza del perfil aportado por su co-candidata. Alice Weidel constituye un factor de atracción de diseño pensada para colectivos liberales y homosexuales. Al ser abiertamente lesbiana, su figura ha propiciado formación de "Alternativa Homosexual", la agrupación gay patriota de AfD, que reúne a homosexuales de diferentes procedencias y desafectos con los círculos izquierdistas que tradicionalmente han venido defendiendo sus derechos. Con Gauland, un desencantado de la CDU, aspiran a atraer a los desencantados con Angela Merkel. La suma de ambas estrategias logra la cuadratura del círculo.
"La AfD es un partido que no tiene una sola alma, aglutina a desencantados de diversa índole con unos y con otros. Esta formación hay dos corrientes: una más de extrema derecha, vamos a llamarlo nacionalista, y otra más nacional conservador, de valores tradicionales. El hecho de que la AfD esté liderado por dos personas refleja un poco esa doble alma", explica a El HuffPost José Manuel Sáenz Rotkko, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia Comillas ICAI-ICADE y experto en Alemania y Austria.
"Su transversalidad es fundamental para entender su crecimiento. Es un partido ultraderechista, que ha construido un voto más allá del espectro neonazi", explica por su parte el periodista español Andreu Jerez, autor junto al argentino Franco Delle Donne del libro "Factor AfD. El retorno de la ultraderecha".
La AfD ha ido evolucionando tras darse cuenta de que aquel discurso eurófobo inicial no cuajó y supo ver dónde estaría su nueva baza con el estallido de la crisis migratoria de 2015. Fue entonces cuando viró abiertamente hacia la xenofobia. Empezó a alimentarse del voto de protesta, en un país que desde 2015 ha recibido 1,3 millones de refugiados, y a adoptar tonos antisistema cuando le conviene. Justo lo contrario de Angela Merkel, que ha mostrado su cara más amable abriendo las fronteras del país "por cuestiones humanitarias" y a quien, en definitiva, culpan de todos los males del país.
"AfD es una aspiradora del descontento hacia los otros partidos", apunta Nico A. Siegel, del instituto demoscópico Infratest dimap. Hay más hombres que mujeres y tiene más anclaje en el este que en el oeste, pero no hay un perfil claro de su electorado, más allá de que se extiende a todos los estratos sociales, según el experto.
Y así, sumando adeptos de un lado y del otro, pueden llegar a convertirse en la tercera fuerza del país. O en el principal partido en la oposición si se reedita la gran coalición entre la CDU de Merkel y el SPD de Martin Schulz. Y eso asusta. Los sondeos les dan una intención de voto que oscila entre el 8 y el 12% y sólo necesitan el 5% para entrar en el Parlamento. De nuevo, la ultraderecha amenaza a un país europeo... Y esta vez no es uno cualquiera: es el que se considera el líder del recién estrenado club de los 27 tras la salida de Reino Unido.
El mero hecho de acceder al Bundestag será festejado como un hito por la ultraderecha, que de su posición de extraparlamentaria pasará a estar en todas las comisiones de la cámara —incluida la de secretos oficiales— y verá acrecentada su financiación pública. Ser primera fuerza de la oposición le daría además el derecho a la primera réplica en todo debate parlamentario, un regalo para un partido que usa la provocación como estrategia y que ha movilizado a su militancia al grito de "Merkel debe irse" en la campaña.
Es justo ella, la canciller alemana, la que está en el punto de mira por el ascenso de la AfD. Sobre su persona han recaído las críticas, tanto desde su CDU como desde la Unión Socialcristiana (CSU) bávara, de haber abandonado el perfil conservador y haber cedido ese espacio a la derecha radical. "AfD aglutina un voto a la derecha de la Unión que ya existía, como existe en Escandinavia o en Francia. Era cuestión de tiempo que aflorase en Alemania", sostiene el politólogo Werner Patzelt, de la Universidad Técnica de Dresde.
Por eso, estos días resuenan en Alemania aquellas palabras pronunciadas en 1973 por el patriarca bávaro Franz-Josef Strauss a su rival interno en el bloque conservador Helmut Kohl: "A la derecha de la Unión no debe haber ningún partido legitimado democráticamente". Strauss quería un partido lo más derechista posible para no dejar espacio, dentro de la legalidad, a otra formación.
AfD aspira a ser ese partido al que tanto temía Strauss. De momento, todos los partidos han dejado claro que no contarán con ellos en caso de que los necesiten para formar gobierno. Alemania no se lo puede permitir. Sus políticos se lo deben a la historia.