¿Qué depara el futuro para la industria musical?
La música en vivo, sin lugar a duda, ha sido golpeada con fuerza por esta crisis, sin embargo, nunca desaparece del todo.
“La música en vivo es el segundo negocio más viejo del mundo: elige entre el amor y la guerra para el primero y, en cualquiera de los dos, necesitarás músicos para llamar la atención de tus clientes”.
Esta frase es la que utilizo para contestar a todo aquel que, extrañado, me pregunta para qué me dedico a la música en vivo, pudiendo haber hecho, con un título de Ingeniero Superior de Telecomunicación, cualquier otra cosa más ‘bien vista’, ‘con menos riesgo’ o ‘más estable’.
La música en vivo empieza tarareando, entre juguetes, en la ducha o en el asiento trasero de un coche. Desde ahí, surgen las ganas de hacerla grande, compartiéndola en el descanso entre clase y clase del instituto, en un autobús o en el césped de la universidad. Todos nuestros momentos felices tienen una canción, un disco o un estilo asociado, y generan grandes recuerdos cuando los celebramos, bien sea en un bar una sala con músicos, o un estadio. La música también nos aporta esa magia que nos permite relacionarnos con los amigos. Ese grupo con el que íbamos a festivales en nuestra ciudad o los amigos con los que viajamos a otros países para escuchar a nuestros grupos favoritos.
Se trata de crear momentos que rompan con la monotonía de nuestra vida diaria. Sin embargo, de repente, nos han quitado todo este placer y nos piden paciencia, a lo mejor, mucha paciencia, para poder volver a vernos y compartir, una vez más, estas experiencias maravillosas.
Desde que tengo conciencia, mi entorno ha vivido golpes de estado, una decena de crisis económicas que iban a destrozarlo todo y numerosas protestas masivas que alteraban nuestra vida diaria. Y siempre ha habido música en vivo, hasta en los peores momentos. Esta tampoco es la primera pandemia que el mundo ha sufrido: podría mencionar al sida, el ébola, la gripe española o la peste, para nombrar sólo algunos. Sin embargo, esta vez podemos estar especialmente orgullosos del nivel de solidaridad que ha mostrado la sociedad en su conjunto, demostrando que no tenemos nada que envidiar a nuestros antecesores en materia de resiliencia o generosidad. La música en vivo, sin lugar a duda, ha sido golpeada con fuerza por esta crisis, sin embargo, nunca desaparece del todo. Siempre sigue allí, aunque sea a distancia, en videoconferencia, pero no falla nunca. Siempre hay alguien tocando para alguien en este mundo.
Así que creo que podemos estar relativamente tranquilos de que la industria del entretenimiento vaya a salir de esta, aunque sea el último sector en hacerlo y aunque tenga que enfrentarse a inmensos desafíos.
Es fácil obviar la gran complejidad de la industria musical. Todos esos participantes que colaboran de diferentes formas, preparando tu siguiente escape, en forma de concierto, festival o pasacalles: tú comprabas tu entrada con mucho tiempo, porque era más barato o porque si no te quedabas fuera y las personas de la industria de la música, con ese dinero, lo invertían en todas las sustancias necesarias para hacer magia. Esas personas no solo son los artistas, que son solo la punta del iceberg de una legión de promotores, productores, técnicos, equipos de marketing, de redes sociales, personal de servicios, seguridad y miles de puestos más incluyendo concejalías y comisiones de festejos de ámbito público. Todos formando parte de ese complejo entramado empresarial que ahora se ha metido en hibernación.
Esta nueva realidad nos trae oportunidades, dando tiempo a los artistas y promotoras a innovar y a aprender nuevos trucos para cuando volvamos a reunirnos, sin embargo, también hay numerosos riesgos. ¿Ha pensado alguien, por ejemplo, en las grandes dificultades económicas que muchos profesionales del sector están sufriendo en estos momentos, y en la posibilidad de que se sientan obligados por sus circunstancias a reorientar su vida para encontrar nuevas formas de ingresar dinero?
Esta situación nos puede hacer que nos preguntemos si, cuando acabe todo esto, quedará alguien allí esperando para retomar las cosas donde las habíamos dejado. ¿Quién va a conseguir que todos los artistas que tanto queremos regresen a los escenarios? ¿Serán los propios artistas? ¿El Gobierno? ¿Y qué pasaría si todas aquellas personas que trabajaban para hacer posible esos eventos terminan trabajando en consultoras o en bancos para sobrevivir? ¿Se habrán olvidado de la magia y tendrán que volver a aprenderla de nuevo?
Si después de alimentarte, cuidar a los que tienes alrededor, planificar tus próximos meses y ayudar al Sistema Nacional de Salud, tienes algo de tiempo, te pediría que reflexionaras en si quieres ayudar a las personas que hacen que pase la magia cuando quieres escapar de tu rutina, a aquellos que ahora se plantean volver a esos sitios de donde salieron para que tu pudieras sentir la magia, comprando un ticket o guardándote el que tienes para la fecha a la que muevan el concierto que ya habías comprado. Queremos que todos estén ahí para prepararnos la fiesta más bonita de la historia para celebrar que lo hemos hecho muy bien como equipo ganando a este virus. Tenemos que mantener el respirador puesto para que cuando se recupere la normalidad podamos volver a asistir a esos eventos y espectáculos que nos generan tanta ilusión.
Cuando mis hijos me preguntan qué es lo que más me gusta de mi trabajo, les digo que es justo el momento en el que se apagan las luces antes de que un artista sube a dar un show. Justo en ese momento, trato de girarme al público y ver la cara de la gente. Esas sonrisas son altamente contagiosas.
Somos música en vivo: apuesta por tu ilusión, decide en qué festival o concierto vas a celebrar que toda esta pesadilla se ha acabado y compra una entrada. Es nuestra responsabilidad asegurarnos de que los sueños no se acaben, porque son esos sueños que aportan la magia en la que se basa toda una industria. Únete a esa esperanza.