¡Qué cruz!
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La Generalitat de Cataluña ha concedido este año una Creu de Sant Jordi a la expresidenta del Parlament, Núria de Gispert, a pesar de los diferentes tuits insultantes, xenófobos (que no reproduciremos) que ha ido escribiendo contra la política de Cs, Inés Arrimadas.
Ha reincidido de Gispert en decirle a Arrimadas que se fuera a su casa, a su tierra. Es difícil entender donde se sitúa, desde donde habla, qué derechos se otorga una persona para decirle a otra que no está en su casa, que no está en su país, que se vaya. Quizá la clave sea saber que de Gispert, más que ser independentista (quizás lo sea), lo que es seguro es que es de derechas, muy de derechas, militaba en la desaparecida UDC (repleta de gente del Opus Dei), formación que gobernó muchos años con Convergencia. Ambas tenían una idea patrimonial de Cataluña, creían que era «suya» y por eso intentan expulsar a gente de ella. Cuando CiU fue relegada entre 2006-2010 a la oposición por el govern de Entesa —más conocido como tripartito— consideró que les habían entrado ladrones a robar en su casa.
Nada que ver con la realidad de Cataluña. Hace muchos años, hacia el 1995, en el IES Narcís Monturiol de Barcelona se detectaron algunos brotes contrarios a la inmigración, algo especialmente doloroso en un centro escolar situado en Montbau, un barrio mayormente obrero. La Comisión de Coeducación (y es que la Coeducación siempre se arremanga y llega donde sea) para abordarlo hizo una sencilla encuesta y preguntó a todo el personal del Instituto (alumnado, docentes, PAS) dónde había nacido, de dónde era su madre, de dónde su padre, así como las respectivas abuelas y abuelos. Resultado: sólo una persona del centro y sus seis personas correspondientes habían nacido todas en Cataluña. Si alguna persona quiere «pureza», va bien lista. Cataluña es eso.
Estamos hablando de un país que desde 2008 cuenta con una Mesa de Ciudadanía e Inmigración (anteriormente contaba con un Consejo Asesor de la Inmigración), un órgano de consulta y participación (con fuerte presencia de la sociedad) para las políticas de gestión de las migraciones. ¿Cuánta gente habría en Cataluña sin la inmigración? ¿Cómo sería este país? ¿Quién decide quién está o no en su casa?
No contenta con los tuits anteriores contra Arrimadas, y después de ser galardonada con la Creu de Sant Jordi, de Gispert ha hecho un tuit en el que califica de cerdos a la propia Arrimadas y a su correligionario Juan Carlos Girauta, así como a Dolors Montserrat y a Josep Enric Millo del PP. (Las mujeres sabemos muy bien qué quiere decir que te animalicen.)
Si se tiene en cuenta que Núria de Gispert el pasado octubre fue reprobada por el Parlament por los ya mencionados tuits contra Inés Arrimadas, no se entiende que el Gobierno de Cataluña le haya coincidido tal distinción y quizás aún menos que ella la haya aceptado. No cabe decir que lo siente, no cabe borrar su último tuit, no cabe decir que la composición del mismo no es suya. Quizás lo ha fabricado otra persona pero la responsabilidad es enteramente suya.
Aún tiene tiempo para no aceptarla (aunque sea para no empañar las creus de este año) y/o el Gobierno de no concedérsela. Las creus de Sant Jordi se reparten con ciertos criterios de representatividad a personas o a asociaciones para tareas de muchos distintos órdenes (por ejemplo, a alguna activista, sea feminista, del campo de la educación, de los derechos de la infancia), también sería una gran cosa que se dejaran de conceder de una vez por todas a miembros de instituciones políticas.
(Este año a de Gispert se le ha otorgado como ex presidenta del Parlament, así como a Joan Rigol y a Ernest Benach. Da un poco de grima que el gobierno que se las ha concedido esté compuesto por los mismos partidos o sucedáneos que las tres personas mencionadas. Que se vayan autoconcediendo medallas entre sí —a menos que tomen ejemplo de la Medalla de la Comunidad de Madrid, otorgada directamente, entre otras personas y entidades, a toda ex presidenta y ex presidentes de dicha comunidad—. Por un lado, de Gispert, Rigol y Benach realizaron, con más o menos fortuna, un trabajo ya suficientemente bien pagado, reconocido y prestigioso, y por otro, no se honra a una institución —si ésta era la intención— dándole una medalla desde otra institución hermana; pura endogamia y colusión.)
Tampoco de Gispert favorece a presas políticas y a exiliados. Con sus insultos racistas, clasistas (y en algún caso, sexistas), distrae la atención respecto al drama de estas personas; el cinismo de la pretendida imparcialidad de Manuel Marchena; el, como mínimo ilícito, si no ilegal, disparate, un alarde más de aporellismo, de la Junta Electoral Central que pretende dejar en la cuneta a Clara Ponsatí, Toni Comín y Carles Puigdemont.