Pulsión de muerte
El chalé de Iglesias reabre el debate sobre la retirada de Iglesias y trunca las posibilidades de Montero como posible candidata.
Lo teorizó Freud y hay quien en Podemos cree atisbar algo de ella en la polémica decisión de Pablo Iglesias e Irene Montero de adquirir una vivienda unifamiliar en las afueras de Madrid, lejos de los focos y las miradas indiscretas. Se llama pulsión de muerte. Y es aquella que lleva al individuo a dirigir todo su esfuerzo a eliminar aquello que aumenta la tensión psíquica para tratar de reducirla al mínimo y liberarse así de cualquier sufrimiento.
Hace tiempo que en Madrid se especulaba con una retirada de Pablo Iglesias de la primera línea. Y, aunque no había fecha ni estrategia declarada, cada vez eran más quienes no descartaban que el secretario general del Podemos pudiera, en un tiempo no muy lejano, dar la sorpresa y ceder espacio en favor de un nuevo liderazgo. Era en ese contexto en el que el nombre de su pareja y portavoz parlamentaria, Irene Montero, había logrado situarse en las quinielas. Mujer, joven y primera candidata a la Presidencia del Gobierno.
El reclamo no era baladí en una España en la que la voz de las mujeres se abre paso en un mundo controlado hasta ahora exclusivamente por hombres en todas las esferas de poder y en la que ningún partido hasta ahora ha elegido a una mujer como aspirante a La Moncloa.
El planteamiento tampoco era baladí a tenor del resultado que las encuestas anotaban sobre el desgastado liderazgo de Pablo Iglesias y la decepción de una parte del electorado que votó a Podemos en 2016. El caso es que el zumbido estaba ahí, igual que estaba el del cansancio de Iglesias por soportar la presión de la primera línea, el escrutinio de sus movimientos y la radiografía permanente de su vida.
Quienes hicieron bandera de la transparencia en la vida pública y exigieron el desnudo integral de sus adversarios, empezaban a notar en carne propia la incomodidad de la exposición permanente en una democracia cada vez más exigente con los representantes públicos y en un periodismo donde hace tiempo que se difuminaron los límites de lo éticamente aceptable.
Y todo esto viene a cuento de la polémica sobre la casa unifamilliar que Iglesias y Montero han adquirido en la sierra madrileña por 600.000 euros con una hipoteca a 30 años de 540.000 concedida por la Caja de Ingenieros, el chantaje emocional al que la pareja ha decido someter a los inscritos con una consulta sobre si deben o no seguir en sus cargos después de la adquisición y el efecto que todo ello puede tener en el electorado de Podemos.
Pablo Iglesias e Irene Montero tienen derecho a comprar una vivienda donde quieran y cómo quieran, tenga el precio que tenga, siempre que la paguen con sus ingresos. Lo que no está tan claro es que la solución a un problema personal -el de la coherencia entre lo que dijeron y lo que hicieron- lo tengan que dirimir los inscritos. Y, aun en el caso de que estos entendieran que deben seguir en sus cargos, será el electorado quien decida en su día si pusieron demasiado alto el listón de la decencia y el de las incompatibilidades para el ejercicio de la política.
Esclavo de sus palabras, fue Pablo Iglesias quien dijo no hace tanto, en un reportaje en televisión grabado en su antigua casa de Vallecas, que los políticos que viven aislados en sus chalés no están legitimados para gobernar porque pierden la conexión con la ciudadanía. La frase le perseguirá de por vida y es consecuencia de lo que algunos dirigentes de Podemos achacan al comportamiento de unos jóvenes bisoños que cuando llegaron a la política "hacían Interrrail, se hospedaban en albergues cuando viajaban y pensaban que todo el que quería dormir en una cama grande, era casta".
Siete años después, han crecido y al hacerlo han comprobado que la vida real es lo que hasta ahora no tenían, responsabilidades familiares y económicas que atender con una limitación salarial de tres salarios mínimos (1.900 euros), que ya empieza también a cuestionarse internamente.
Lo grave para algunos sectores de Podemos es que Iglesias, en su afán por recuperar el Nirvana o emanciparse del sufrimiento que le ocasiona el escrutinio y la persecución permanente, no cayera en que la operación del chalé afectaría también a las posibilidades de Montero como posible candidata a la Presidencia del Gobierno.
Ambos quedan debilitados ante sus críticos y sobre todo tocados ante la opinión pública, sea cual sea el resultado de la consulta, porque es a los votantes, y no sólo a los inscritos, ante quienes los deben rendir cuentas, no de sus propiedades ni de su forma de vida, sino de sus contradicciones y de su nivel de autoexigencia.
Si Iglesias y Montero decidieron legitimamente anteponer su "proyecto de vida" y el de sus hijos a los principios éticos que ellos mismos exigían para la dedicación a la vida pública están en su derecho, pero antes de tomar esa decisión debieron preguntarse si ello afectaría o no la credibilidad de la formación que lideran.
P.D. Y mientras hablamos de contradicciones e incoherencias en Podemos conviene no olvidar que en el PP continúan los escándalos de corrupción, en España sigue abierto el encaje catalán y en Ciudadanos han hecho de Marta Sánchez la musa de una plataforma patriótica contra el independentismo.