El embrollo Puigdemont: en libertad y con cita en los juzgados italianos para el 4 de octubre
La detención durante horas del expresident agita las aguas políticas, une al independentismo y pone en riesgo el diálogo.
Pasadas las seis de la tarde de este viernes se abría la verja. Carles Puigdemont salía de la cárcel de Sassari, en la isla italiana de Cerdeña. Junto a él iba la presidenta del Parlament, Laura Borràs. Llevaba detenido desde la noche del jueves, cuando llegó a esta zona del Mediterráneo para participar en una serie de actividades populares.
A su llegada al aeropuerto italiano le detenían los policías: sobre él pesa una euroorden de búsqueda y captura emitida por el Tribunal Supremo española (que ha fracasado en sus intentos anteriores en Bélgica y Alemania). Se encendían todas las alarmas, muchos ya lo veían camino de Madrid para ser extraditado y juzgado por España.
Pero eso, de momento, no va a suceder rápidamente. Han sido unas veinte horas de desconcierto, con informaciones contradictorias, con muchas zonas grises del ordenamiento jurídicos. Una mezcla explosiva en la que juegan la Justicia española, las decisiones de los tribunales europeos y la jurisdicción italiana. Con el independentismo, además, unido durante unas horas ante la detención, con la derecha y la extrema derecha clamando por la vuelta y con el Gobierno pidiendo respeto a las decisiones judiciales y temiendo a la vez por sus consecuencias en el diálogo con la Generalitat.
Pero a los hechos. El viernes se ha despedido con una decisión por parte del Tribunal de Apelación de Sassari: Carles Puigdemont queda puesto en libertad, sin medidas cautelares, por lo que podrá salir de Cerdeña cuando quiera. Él tiene previsto mantener su agenda durante estos días. La justicia italiana ha marcado en rojo el 4 de octubre para que declare y arrancar el proceso sobre si decide enviarlo a España.
Todo ello bajo el paraguas de la euroorden enviada por el juez Pablo Llarena -instructor del macrojuicio del 1-O en el Supremo-, por la que se pide su detención en base a los delitos de sedición y de malversación (por los que fueron condenados los independentistas que sí sentaron en el Alto Tribunal, que posteriormente fueron indultados por el Gobierno central durante este verano).
La estrategia de Supremo había fallado en anteriores ocasiones, tanto en Bélgica como en Alemania (los tribunales de este último país sólo ofrecieron su entrega para juzgarlo por un delito de malversación, algo considerado como insuficiente para el Alto Tribunal). Además, Puigdemont siempre ha jugado su baza de la inmunidad como eurodiputado (ahora retirada por el Parlamento, pero su defensa va a intentar recuperarla a través de un recurso en el Tribunal General de la Unión Europea).
Otra de las claves de bóveda es si la euroorden de Llarena está activa o no: el Supremo la ha vuelto a remitir y entiende que sí. Pero hay interpretaciones jurídicas sobre su validez mientras el Tribunal de Justicia de la UE decide sobre la cuestión prejudicial emitida por el propio Llarena. Además, también ahora se abrirá una incógnita respecto a Italia, ya que en el proceso debe detectar si existen delitos similares a los que el Supremo atribuye en esa orden de detención (este aspecto siempre ha causado problemas a España ya que en la mayoría de países no se incluyen delitos tan duros como la rebelión para ese tipo de actos).
En este minuto y resultado la pelota está en ese Tribunal de Apelación de Sassari, que ha escuchado la declaracion por videoconferencia de Puigdemont, que estaba en la prisión. El juez ha estimado que ese arresto se hizo conforme a la ley, pero lo ha dejado en libertad sin cautelares (aunque en un primer momento su defensa se confundió y pensó que no podría salir de Cerdeña).
Su abogado en Italia, Aogstinagelo Marras, ha explicado que “esta era la primera fase” de audiencia para la convaliacíon de la detención y la aplicación o no de medidas cautelares. “Después la Corte tendrá que decidir si existen las razones para que Puigdemont sea entregado o no”, ha detallado. En ese paso se deberá analizar el material enviado por el juez Llarena a las autoridades italianas. Según ha informado el propio Alto Tribunal Español, el magistrado ha remitido ya tanto la euroorden como la cuestión prejudicial planteada en su día ante el TJUE.
Puigdemont es optimista sobre su futuro. A la salida de prisión, entre una nube de periodistas, ha dejado varios titulares como “España no pierde nunca las oportunidades de hacer el ridículo”. Ha señalado que se encuentra “muy bien” y sabía que esto podía pasar, lo que no tiene es intención de volver voluntariamente para ser juzgado.
La detención de Puigdemont tiene absolutamente consecuencias en la vida política española. Un dividido independentismo -con fuertes fricciones entre Junts y ERC- se ha unido frente a la detención de Puigdemont, con varias protestas en las calles. Esto llega en un momento en el que se cuestiona la Mesa de Diálogo desde los extremos.
El propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha querido lanzar un mensaje: Puigemont debe comparecer y someterse ante la Justicia española y en estos momentos el diálogo es “más necesario que nunca”. Desde el independentismo se ha aprovechado para mandar dos ideas: la primera era que el Estado español seguía su ofensiva contra el soberanismo a través de Puigdemont y dando a entender que había conexión con Italia y la segunda, que la Justicia española vuelve a perder un round ante otros tribunales europeos.
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, ha celebrado finalmente la libertad de Puigdemont y ha indicado: “Pero seguimos condenando la persecución judicial que desde hace cuatro años lo fuerza a vivir en el exilio”. El próximo 4 de octubre se escribirá un nuevo capítulo del embrollo que nunca acaba.