“Si hay libertad para entrar a bares, ¿por qué los enfermos no pueden tener un acompañante?”
Críticas a los protocolos de acompañamiento en hospitales por estar desfasados: “Es violencia institucional, no debería ser admisible”.
Manuel Menduiña, médico internista del Hospital Virgen de las Nieves de Granada, sabe lo que es tener que coger la mano a un paciente que se está muriendo porque ningún familiar ha podido entrar en la sala a despedirse de él.
La pandemia de coronavirus trajo consigo escenas como esta, que no abandonarán nunca a Menduiña. Para él, de eso hace ya tiempo; su hospital ahora permite acompañamiento en casos difíciles, porque en 2022 se sabe mucho más del virus que en 2020, hay disponibilidad de equipos de protección, en España vamos por la tercera dosis de vacuna y las medidas restrictivas son ya casi anecdóticas en el país. En general, los protocolos hospitalarios se han flexibilizado; sin embargo, siguen dándose casos incomprensibles, tanto para familiares y pacientes como para sanitarios.
Es raro el día que no surge en redes sociales o a nuestro alrededor un testimonio de alguien que ha tratado de acompañar a un familiar enfermo a consulta y se le ha denegado el acceso, aunque el paciente fuese anciano. Son también comunes las denuncias de mujeres que no han podido acudir junto con su pareja a ecografías u otras pruebas durante un embarazo, con el riesgo de recibir una mala noticia y tener que asumirla a solas.
Algunas comunidades, como Andalucía, aprobaron un Protocolo de acompañantes para la humanización durante el período de pandemia, en el que se establece, entre otras cosas, que “la mujer tiene derecho a estar acompañada durante el parto” y que “los pacientes tienen derecho a despedirse de sus seres queridos y a tener un proceso de muerte lo más humanizada y confortable posible”. “Cuando pasó lo más duro de la pandemia, vimos que había cosas que hicimos mal. Las personas con covid no podían estar con nadie, al margen de la gravedad o de que tuviera deterioro cognitivo”, ilustra Manuel Menduiña. “Afortunadamente, de esto hemos aprendido algo, y lo hemos subsanado”, dice.
Otras regiones, como la Comunidad de Madrid, decidieron levantar en octubre de 2021 la prohibición de visitas y acompañamiento a pacientes no covid –después de 20 meses en vigor–, pero la llegada de ómicron trastocó estos planes, y muchos centros dieron marcha atrás.
No hay una única consigna
Lo más llamativo de estos protocolos es que existen prácticamente tantos como hospitales hay en el país. No hay una norma sanitaria concreta que fije el acompañamiento a pacientes durante las diferentes fases de la pandemia, y cada gerencia determina sus medidas en función de su experiencia y de sus criterios.
Manuel Menduiña explica a El HuffPost que su hospital, al haber sufrido varios brotes internos de covid, decidió extremar la cautela en esta sexta ola. Su protocolo dicta que “los pacientes acudirán solos” a Urgencias, consultas y pruebas diagnósticas, aunque cita varias excepciones: “Personas vulnerables, dependientes o discapacitados, menores y mujeres embarazadas [...] podrán venir acompañados por una sola persona”.
Menduiña asegura que siempre se tienen en cuenta los casos delicados para tratarlos como excepciones, y que los sanitarios se encargan de contactar a diario con las familias de pacientes aislados. Esta experiencia, sin embargo, no es tan positiva en otros centros.
Javier Ortega, cirujano general en el Hospital del Tajo en Aranjuez, afirma que todos los protocolos de hospitales que conoce son “excesivamente restrictivos”, y eso le produce “pena”. “En la primera ola nos pilló el toro, y ahí no hay crítica. La crítica es ahora, por el hecho de que se mantengan unas medidas tan restrictivas cuando estamos mucho mejor que en fases anteriores”, lamenta Ortega.
“Es esperpéntico, como luchar contra un muro”
El médico dice empatizar “mucho con este problema”. “Paso consulta, hago planta, opero, y veo que los enfermos, sobre todo la gente mayor, vienen solos y desamparados”, cuenta. Ortega explica que los pacientes de su hospital “reciben un mensaje institucional” en el que se les indica que deben acudir solos al centro; a pesar de que dicho mensaje incluye excepciones –“si uno está impedido o tiene problemas cognitivos”–, “la gente mayor se queda con la idea de la prohibición y viene al hospital sola”.
“Muchas veces se pierden, no llegan a la consulta, hay que ir a buscarlos, tienen muchas limitaciones… y a mí eso me duele”, reconoce el cirujano, que asegura que ha tenido que lidiar con situaciones “esperpénticas” a raíz de esto. “La gente recibe la orden de no visitas y la aplica”, dice. Este cirujano se ha encontrado casos de operaciones en las que no ha sabido a quién informar, porque el paciente ha acudido solo. “Luego resulta que el paciente se ha quedado sin batería y no puede llamar, no se acuerdan del número de sus hijos, nos toca hacerlo a nosotros, a veces llamas a quien no es, y así”, relata. “Es esperpéntico. Incluso cuando llamas, te dicen: ‘Pero si nos dijeron que las visitas estaban prohibidas’. Y ya les explicas que tú les das autorización y demás… Es como luchar contra un muro”, describe Ortega.
Javier Ortega defiende que, “igual que un niño siempre va acompañado, con un mayor debería ocurrir lo mismo”. El médico sostiene, además, que no habría que limitar las excepciones a personas con deterioro cognitivo, pues “hay mucha gente que no se queda con toda la información que damos en 20 minutos”.
“Me parece que hemos deshumanizado la asistencia sanitaria en estos dos años”, opina Ortega. Esto le produce dolor en lo personal y en lo profesional, pero también incredulidad. “Si nos dan libertad para entrar a los restaurantes, ¿por qué los enfermos no pueden tener acompañante en un recinto público?”, lanza. “Lo veo absurdo, me repatea”, afirma.
“La situación actual no tiene ningún sentido”
Una idea similar plantea Javier Padilla, médico de familia, que deplora estas incongruencias. “La situación actual no tiene ningún sentido”, señala. “A día de hoy, puedes acompañar más en un bar que en un hospital”, critica. Padilla es consciente del riesgo de transmisión en centros sanitarios, “pero es que no hablamos de visitas sin ton ni son, sino de pacientes que necesitan acompañamiento, normalmente en situaciones complicadas, cuando van a recibir diagnósticos que son difíciles de escuchar y de asimilar en soledad”, matiza.
“Cuando no hay restricciones en casi absolutamente ningún ámbito de la vida, y lo podemos ver en cualquier publicación de Instagram de cualquier discoteca cualquier fin de semana, no tiene sentido que no puedas acompañar a tu familiar enfermo en el hospital y sí puedas hacer casi cualquier otra cosa en la vida”, exclama Padilla.
El médico hace una distinción entre acompañamiento y visitas. “En un momento de alta transmisión, quizás no se puede permitir que haya cinco personas en la habitación de un paciente que además comparte sala, pero sí veo necesario que haya una persona acompañándole”, apunta. “El acompañamiento, a día de hoy, forma una parte esencial de los cuidados”, asegura.
“Es violencia institucional, no debería ser admisible”
Padilla cree que, ahora que remite la sexta ola, se relajarán algunas de estas restricciones, pero al mismo tiempo lamenta los casos “verdaderamente dantescos” que se han producido hasta ahora. “Gente que está en los momentos finales de su vida, gente que acude a una consulta en la cual le van a comunicar un diagnóstico grave y lo tiene que afrontar solo…”, enumera. “Eso es violencia institucional, no debería ser admisible”, denuncia el médico.
Javier Ortega coincide en la crítica, así como en la incomprensión. “Todo esto tiene un punto maquiavélico, no lo entiendo”, dice. El cirujano asegura que los médicos sí quieren “volver a atender como antes y que pasen los familiares”, pero a menudo se encuentran con el muro de las gerencias.
“Para los médicos, que los pacientes tengan acompañamiento constituye un apoyo”, sostiene Javier Ortega. “Por ejemplo, si no lo entiende el paciente, se lo explicas al familiar, y este se lo cuenta con sus propias palabras y le tranquilizará en casa”, ilustra. “Ahora no contamos con esa base, con esa columna”, dice el médico.
Cuando se le pregunta si en su hospital reciben quejas y reclamaciones de pacientes y familiares por este motivo, Ortega responde sin dudar: “Muchísimas”.