Protesta histórica en Bielorrusia: las razones del plante al presidente Lukashenko
Tras unas elecciones denunciadas como fraudulentas, llegaron miles de arrestos, denuncias de represión, torturas y exilio de opositores
Una semana después de las elecciones que, supuestamente, van a permitir que Alexandr Lukashenko se mantenga en la presidencia de Bielorrusia, el país ha vivido las mayores protestas opositoras conocidas hasta ahora. Explosión ciudadana en las calles reclamando comicios claros -los críticos sostienen que hubo fraude y ganó en realidad la oposición-, la liberación de los miles de detenidos hasta ahora, y la marcha del feroz mandatario. Lukashenko replica que no se irá “ni muerto”.
¿De dónde viene esta indignación desbocada? Del cansancio contra un dirigente al que el adjetivo de “autoritario” le va como anillo al dedo y que lleva ya 26 años exprimiendo al país, de 9,5 millones de habitantes.
Todo comenzó el 9 de agosto, domingo, cuando se publicaron los resultados del recuento electoral, que daban la victoria a Lukashenko con más del 80% de los votos frente a Svetlana Tikhanovskaya, la esposa de otro contendiente a las urnas que fue apresado poco antes de los comicios y que decidió, a última hora, presentarse en su nombre y dar la batalla. Su popularidad creció como la espuma en pocos días, por eso sonaba extraño un porcentaje tan alto de apoyo al presidente. Demasiado aplastante.
Las denuncias de fraude comenzaron entonces a circular por redes sociales y los residentes de Minsk, la capital del país, y de otras ciudades principales empezaron a concentrarse en las plazas y avenidas para manifestar en contra de lo que consideran una manipulación de los comicios.
En 2006, se jactó de haber bajado públicamente su porcentaje de votos -93,5%- a 86%, porque el número original parecía demasiado alto.
Este domingo, las protestas continuaron por octavo día consecutivo, hasta reunir a unos 250.000 partidarios de la oposición bielorrusa en la bautizada como “Marcha por la Libertad”. Más fábricas estatales se sumaron al paro que comenzó el jueves, una situación nunca antes vista desde que Bielorrusia se convirtió en una república independiente tras la caída de la Unión Soviética. Su reclamación es común: que cese la persecución de los críticos y que Tikhanovskaya, quien ha tenido que exiliarse en Lituania, sea reconocida como la ganadora de las elecciones presidenciales.
Los analistas creen que, en general, el presidente que más tiempo lleva mandando en Europa ha disfrutado de un amplio apoyo hasta hace poco tiempo. Ahora, entre las principales fuentes del descontento están una economía tambaleante y una mala gestión de la pandemia del coronavirus, a la que se suma el tufo electoral.
Durante tres noches, a partir de la noche de las elecciones, la policía reprimió agresivamente manifestaciones mayoritariamente pacíficas con gases lacrimógenos, granadas paralizantes, balas de goma y toletes.
El acceso a internet y el servicio de telefonía móvil se clausuraron en gran medida, buena parte del centro de Minsk fue acordonado y la policía dijo que había detenido a miles de manifestantes. Muchos manifestantes resultaron heridos, junto con decenas de policías, y al menos un manifestante murió cuando un artefacto explosivo detonó en su mano, según las autoridades.
La policía de la ciudad suroccidental de Brest disparó balas reales contra los manifestantes, hiriendo a uno, según el Ministerio del Interior de Bielorrusia.
“Ni muerto”
El presidente -de 65 años y en el poder desde 1994-, quiso contraprogramar esta ola de indignación y, ante unas 31.000 personas afines, dio un mitin en el que llamó “ratas” a los disidentes y llamó a su gente a defender el país y su “independencia”, pues achaca las críticas a una mano extranjera. “Hemos construido un bello país, con sus dificultades y desperfectos. ¿A quién queréis entregarlo? Si alguien quiere entregar el país, ni muerto lo permitiré”, dijo Lukashenko, citado por la agencia Belta bielorrusa.
Según diversos reportes de la prensa local más crítica, los participantes en el mitin de Lukashenko fueron llevados desde varias provincias hasta la capital, algunos bajo la presión de ser despedidos de sus trabajos si no participaban. “Queridos amigos, los he llamado no para que me defiendan, aunque también. Han venido para que por primera vez en un cuarto de siglo defendamos nuestro país, nuestras familias, nuestras esposas y hermanas, nuestros hijos”, dijo Lukashenko.
Justo los mítines masivos y la respuesta presidencial se han producido después de que Rusia aceptara ofrecer asistencia en materia de seguridad en el caso de “amenazas militares externas” a Bielorrusia, dice el Gobierno. Lukashenko ha hablado dos veces con el presidente Vladimir Putin durante el fin de semana. El Kremlin, en una transcripción de la llamada, aseguró que ambos líderes acordaron tomar medidas para que la situación “termine pronto”, una lectura más edulcorada. Y es que las protestas no son contra Moscú, sino contra el presidente bielorruso. Por eso hay analistas que insisten en que el envío de tropas no es esperable, que no estamos ante una nueva Ucrania.
“Hay tanques y aviones a 15 minutos de vuelo de nuestras frontera. La tropas de la OTAN hacen rechinar las orugas de los tanques junto a nuestra puerta. Lituania. Letonia, Polonia y, lamentablemente, nuestra querida Ucrania nos ordenan celebrar nueva elecciones. Si aceptamos, caeremos en picado”, advirtió. Sin embargo, la Alianza Atlántica desmintió que esté acumulando tropas en el Este de Europa y aseguró que su presencia en esa región es “estrictamente defensiva” y “proporcionada”. “No hay refuerzo de la OTAN en la región. La presencia multinacional de la OTAN en la parte este de la Alianza no es una amenaza contra ningún país”, indicó la portavoz aliada, Oana Lungescu, en Twitter.
El presidente bielorruso se ha opuesto a una posible mediación extranjera, una propuesta hecha el miércoles por Polonia.
Persecución política
Desde que comenzaron las protestas, una semana atrás, unas 7.000 personas han sido detenidas y las denuncias de abusos policiales se han multiplicado en lo que Amnistía Internacional ha calificado de “tortura generalizada”.
A medida que pasan los días las imágenes y los testimonios de cientos de persona que aseguran haber sido torturadas han circulado en redes sociales y medios internacionales.“Golpearon a la gente ferozmente, con impunidad, y arrestaban a cualquiera. Nos obligaron a quedarnos de pie en el patio toda la noche. Podíamos escuchar cómo golpeaban incluso a las mujeres. No entiendo esa crueldad”, dijo un hombre a la BBC.
El ministro del Interior de Bielorrusia, Yuri Karayev, dijo a la televisión pública que asumía la responsabilidad por las personas heridas. Sin embargo, el sábado todavía quedaban cientos de personas detenidas y los testimonios de los que sufrieron torturas continuaban.
El periodista ruso Nikita Telizhenko, que pasó tres días encerrado, asegura que los detenidos estaban amontonados en el piso, llenos de sangre y excrementos en un centro de detención, sin poder usar el baño durante horas o incluso sin poder cambiar de posición.
Lukashenko llegó a decir que cualquiera que se involucre en una protesta de la oposición en su país será tratado como un “terrorista”: “Les retorceremos el cuello como si fueran patos”. Los grupos de derechos humanos lo acusan de abusos generalizados.
Naciones Unidas ha condenado la violencia policial. Michelle Bachelet, alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, ha dicho en un comunicado el miércoles que el número de arrestos indica una “clara violación de las normas internacionales de derechos humanos”. “La gente tiene el derecho a hablar y expresar su disconformidad, más aún en el contexto de las elecciones, cuando las libertades democráticas deben ser defendidas, no reprimidas”.