Del primer tratado de medicina a la vacuna de RNA mensajero: 6 científicas cuyos hallazgos nos han cambiado la vida
Las mujeres siempre han estado presentes en la ciencia, otra cosa es que la ciencia les haya hecho caso.
A las mujeres siempre les ha interesado la ciencia. Otra cosa es que la ciencia haya mostrado un interés por las aportaciones de las mujeres a su campo. Precisamente para reivindicar su papel, la ONU aprobó en 2015 que el 11 de febrero fuera el Día Internacional de las Mujeres y Niñas en la Ciencia.
Aun así, aún queda trabajo por hacer y las científicas, investigadoras, tecnólogas e ingenieras todavía están bastante desaparecidas del conocimiento colectivo. Por eso, cuatro científicas actuales presentan a seis mujeres cuyos hallazgos han mejorado nuestras vidas.
1. Trota de Salerno y la medicina medieval
Para empezar hay que remontarse a la Edad Media. Cristina Junyent, doctora en Biología y divulgadora de ciencia, destaca el trabajo de Trota de Salerno (1050-1097) porque “hizo el tratado base de la medicina medieval”. Está considerada además como la primera ginecóloga de la historia por su especial interés en la salud de las mujeres.
En su tratado, llamado Trotula, da indicaciones de cómo medicar con opiáceos a las mujeres durante el parto para que no sufrieran –“algo que la iglesia perseguía en aquel momento”–, pero también de cómo coser con hilo de seda, o habla de la dieta equilibrada. Su texto se convirtió en imprescindible en las universidades europeas hasta el siglo XVI.
2. Eunice Newton Foote y el cambio climático
De la Edad Media al siglo XIX con Eunice Newton Foote. Carmen Mayoral, científica titular del CSIC y parte de la junta de AMIT (Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas), destaca a esta climatóloga e inventora porque “aprovechó sus oportunidades”. Nació en una buena familia y lo aprovechó para estudiar y saciar su “curiosidad científica”. Esa curiosidad fue la que la llevó a hacer unos experimentos “a nivel muy amateur” en los que llenó botellas de vidrio con distintos gases, las sometió al calor del sol, midió la temperatura y observó que en la que había CO2 era en la que más subía la temperatura.
Mayoral cuenta que sus trabajos fueron expuestos “por un profesor, no por ella”, pero cayeron en el olvido. Tres años después, un físico inglés de origen irlandés, John Tyndall hizo los mismos experimentos “pero de manera más sofisticada”, llegó a las mismas conclusiones que Newton Foote y se le otorga el descubrimiento de ser el primero en ver que la concentración de CO2 producía un aumento de las temperaturas.
3. Rosalind Franklin y el ADN
Esta científica era experta en difractometría de rayos X en minerales. Es decir, fotografiaba los minerales con rayos X y analizaba su estructura. Watson y Crick estaban estudiando la molécula de ADN, pero no entendían su estructura, así que la llamaron y le mostraron las fotos con rayos X que le habían hecho a la molécula. “Fue su conocimiento de todos los años trabajando con el carbón lo que le permitió entender cuál era la estructura del ADN”, cuenta Mayoral. “Aunque los minerales y el ADN sean estructuras diferentes, estás hablando de enlaces, materia y átomos y cómo se unen unos con otros, y eso es igual en todas las estructuras organizadas de carbono”, explica.
Por eso, Franklin fue la que dedujo que el ADN solo podía ser una doble hélice enroscada sobre sí misma. Este hallazgo permitió a Watson y Crick hacerse con el Nobel de Medicina en el año 1962. Para siempre quedará la duda de si hubiera ido ella a recogerlo con ellos porque murió antes de que se otorgara el premio “y los Nobel nunca se dan a título póstumo”. Lo que sí se sabe es que “ninguno de los dos la mencionó en sus agradecimientos cuando recogieron el premio”, pese a que su aportación fue fundamental.
4. Christiane Nüsslein-Vollhard y el desarrollo embrionario
La que sí consiguió el Nobel con su investigación fue Christiane Nüsslein-Vollhard, “aunque está muy olvidada”, asegura Cristina Pujades, científica y catedrática en la Universidad Pompeu Fabra. Nüsslein-Vollhard descubrió que el desarrollo embrionario está controlado por genes. Es decir, hay unos genes que explican a las células en qué se tienen que convertir, qué pasos tienen que seguir y en qué orden. “Aristóteles creía que los embriones eran adultos en miniatura. Nosotros sabemos que no, que un embrión al principio no tiene nada, y se va volviendo más complejo. Este orden a la hora de generar una pata, un órgano, etc., está regulado por unos genes y esto fue lo que ella descubrió”, explica Pujades.
Este hallazgo tiene especial relevancia en la medicina regenerativa. Por ejemplo, para “alguien que se ha quemado y quieres poder darle una piel. Entonces se trata de generar una piel en cultivo”, aclara Pujades. “Para alguien que ha tenido un infarto se podría intentar ‘recuperar’ esta parte que ha perdido con el infarto, aunque todavía no se ha logrado, pero se hará”. “Es increíble todo lo que se puede conseguir con la ciencia”, zanja.
5. Gabriella Morreale y la tiroides
Adela Muñoz, catedrática de química inorgánica de la Universidad de Sevilla y parte de la Junta de AMIT destaca el trabajo de Gabriella Morreale. Se especializó en la glándula tiroides y “se dio cuenta en sus estudios de que se podían detectar desarreglos en las hormonas TSH y T-4 en la sangre”. Estos “desarreglos” en estas hormonas producen retraso mental y físico. Así que lo que hizo Morreale fue instaurar la prueba del talón a los recién nacidos para detectar hipotiroidismo congénito y, así, poder tratarlo de manera precoz. “Muchísima gente no ha sufrido estas taras mentales como consecuencia de esta detección precoz”, señala Muñoz.
Muñoz alaba especialmente que Morreale trabajara e insistiera para conseguir que esta prueba se hiciera de forma sistemática en la sanidad española: “Puedes descubrir algo y que se quede ahí, pero ella vio la trascendencia que sus hallazgos tenían y luchó para que se instaurara esta técnica en los hospitales”.
6. Katalin Karikó y las vacunas de RNA mensajero
Y de los hallazgos del pasado a uno muy reciente: Las vacunas de RNA mensajero. Katalin Karikó es la bioquímica húngara que “sentó las bases para desarrollar estas vacunas”, cuenta Cristina Junyent. De hecho, llevaba trabajando en esta técnica desde los 90. “La vacuna de RNA es revolucionaria porque es una nueva técnica”, explica Junyent.
“Todas las vacunas hacen algo que fastidia al patógeno”, cuenta Junyent, la novedad de esta es que “es una instrucción”. El fragmento de RNA mensajero que lleva la vacuna ordena al cuerpo a “fabricar unas moléculas” para prepararse para luchar contra el virus. Hasta ahora, las vacunas tradicionales (las que no son de RNA mensajero) funcionaban “como una cuña” entre el virus y su entrada en el organismo, mientras que estas nuevas son “instrucciones” para el organismo.
Pero hay más
Ellas son seis ejemplos, pero hay más a lo largo de la historia. Para volverlas a poner en el foco, en 2021, AMIT y la agencia creativa GettingBetter pusieron en marcha el proyecto NoMoreMatildas, que se hizo viral. La portavoz de este proyecto, Lucía de la Vega, celebra que esta campaña haya servido “de revulsivo” y haya venido para quedarse: “Está muy bien que en este día haya ruido y la gente sea consciente, pero lo que nos gusta es que se está generando material y unidades didácticas para todo el año”.