Del abrazo incontrolable a las dudas por los vacíos legales: así vive la gente el paso a la fase 1
Varios 'afortunados' nos cuentan cómo ha sido su primer día en la fase 1 de la desescalada: "Me da miedo que se líe la cosa".
“Todavía no he catado un cortado decente, pero lo mejor es que han vuelto las consultas del pediatra”. Cada cual tiene sus prioridades en la desescalada, y Carmen sabe bien las suyas. A finales de marzo, esta periodista sevillana dio a luz a su segundo hijo en la capital andaluza después de un viaje in extremis desde Amberes (Bélgica), donde reside habitualmente con su familia.
Un mes y medio más tarde, el niño todavía no conoce a sus tías, pero antes del mediodía de este lunes, horas después de que Sevilla entrara oficialmente en la fase 1, ya se ha producido el primer (re)encuentro en la vivienda familiar.
“Confieso que ha habido achuchón. Primero hemos preguntado: ‘¿Abrazo sí o no?’, pero no me he podido resistir. Llevamos muchos días con la cuenta atrás, y había momentos en que se te pasaba por la cabeza hasta saltarte el decreto”, reconoce Carmen. Su sobrina mayor, la única que vive en Sevilla capital, ha sido la afortunada de conocer al bebé en primicia. “Yo sabía que al verla no me iba a controlar, por muy interiorizado que tenga lo de la distancia. Ha sido una cosa muy tonta y muy bonita; nos hemos reído en plan ‘¿qué hacemos?’, pero luego no nos hemos contenido”, cuenta Carmen. Eso sí, de ahí han ido directas a desinfectarse: “Al momento nos hemos lanzado a por el gel [hidroalcohólico] que tenemos en la entrada”.
El resto de la familia tendrá que esperar, de momento, para conocer al bebé. “Estamos viendo las posibilidades, porque si vienen todos somos más de diez, así que habrá que hacer turnos”, explica la periodista. Mientras cuadran fechas y opciones, una parte del reencuentro se pospondrá hasta que Málaga, donde vive una de las hermanas de Carmen, supere la fase 0, en la que todavía se encuentra. “Esa es ahora nuestra mayor expectación”.
Algo parecido sintió Lara cuando se enteró de que Vinaròs, donde vive, pasaba de fase este 11 de mayo, pero no así la provincia de Ciudad Real, donde está toda su familia. Echando cuentas hace unos días, esta educadora social calculaba que para mediados o finales de junio podría ir a su pueblo a ver a sus padres, pero ahora las fechas ya no le cuadran. “De momento no lo veo claro… a saber cuándo podré bajar”, dice.
El departamento sanitario de Vinaròs, en Castellón, es uno de los diez de la Comunidad Valenciana que han superado la primera fase de la desescalada, pero Lara aún tiene sus reservas. “Me da miedo que se líe la cosa. La semana pasada la gente ya se flipó un poco. Yo entro a trabajar a las nueve menos cuarto de la mañana y en mi vida había visto a tantísima gente haciendo deporte por el paseo marítimo”, cuenta.
Lo que más ha echado de menos estos días es ir a tomarse algo en un bar, aunque de momento prefiere aguantarse las ganas. “Me da miedo, le he cogido un poco de mal rollo”, confiesa.
A falta de bares, Lara ha pensado organizar algo esta semana con unos amigos en la azotea de su edificio, aprovechando que las reuniones de hasta 10 personas en domicilios privados están permitidas en la fase 1.
No tan rápido... No todos los territorios en fase 1 permiten este tipo de encuentros. Si no, que se lo digan a Irati, médico residente en el Hospital Universitario Cruces de Bilbao. “Primero nos dijeron que podíamos quedar en casa de alguien y vernos hasta 10 personas; luego que no, luego que sí, luego que esperemos porque se han reunido otra vez a ver. Se supone que pasamos de fase, pero ahora están poniendo bastantes limitaciones. Ayer se suponía que no podíamos salir del municipio y a la noche salió que sí podíamos ir a los colindantes”, relata.
Efectivamente, aunque todo Euskadi ha pasado a la fase 1, el Gobierno vasco ha incluido unas limitaciones adicionales con respecto al resto de España. No abrirán, por ejemplo, bibliotecas, museos y centros culturales, no se permitirán reuniones en domicilios y, aunque en un primer momento se restringieron los desplazamientos interprovinciales, finalmente dieron marcha atrás y relajaron esta medida para autorizar la movilidad entre localidades colindantes.
“Mi impresión general es que seguimos igual. Hay un cambio de fase, sí, pero no puedo hacer nada que no hiciera ya”, señala Irati, que vive en Portugalete (Bizkaia). “Vale, se puede ir a las terrazas, pero entre toda la gente que vivimos aquí y las pocas terrazas que hay en Portugalete, va a haber dos bares abiertos y petados todo el día”, lamenta.
Para más inri, su madre no se atreve a encontrarse con ella porque Irati está trabajando estos días en la parte de Neumología del hospital. “Dice que no vaya a verla por si acaso”, comenta la joven.
Aunque entiende la preocupación de su madre, Irati se siente más tranquila en el hospital desde finales de abril. “La situación está muchísimo mejor”, asegura. “Hace unas semanas, los 42 boxes de Urgencias eran de Covid, y tuvimos que abrir unos diez más para pacientes no-Covid. Ahora se está volviendo a la normalidad; quizás de los cuarenta boxes, diez son Covid”, detalla.
En el peor momento de la epidemia, su hospital se reestructuró casi por completo, los médicos dejaron a un lado su especialidad y en su mayoría pasaron a atender casos de Covid. “Ahora la gente está volviendo a trabajar en sus puestos habituales y retomando consultas”, señala Irati. Por su parte, los médicos residentes, que sufrieron “muchísimas bajas”, se organizaron para doblar guardias y cubrir esas ausencias, explica.
Ella misma estuvo dos semanas de baja por sospechas de Covid; después de la fiebre, vino la ansiedad. “No quería ir al trabajo ni ver la tele”, cuenta Irati. “De hecho, mi novio me tuvo la tele prohibida durante tres semanas. No quería ver lo que estaba pasando”. Ahora, se nota que la presión ha bajado. “El otro día me tocó una guardia viendo a pacientes supuestamente Covid y sólo entró uno con el virus. Uno en 24 horas, cuando antes el cien por cien de las personas que veías eran Covid, y era constante, llegaban todo el rato”, describe.
Irati lo ha visto de primera mano, pero da la impresión de que la población general es bastante consciente de lo que cuenta esta médico. Además de “ilusión”, “prudencia” es quizás la palabra que más repiten los participantes en este reportaje.
“Teníamos muchas ganas de salir, pero también lo estamos viviendo con preocupación”, reconoce Johana, una arquitecta a la que el confinamiento le pilló por casualidad en casa de sus padres, en una urbanización de Galápagos, que este lunes ha cambiado de fase como el resto de la provincia de Guadalajara. Allí decidió quedarse hasta que finalizara el estado de alarma, sin imaginarse que la cosa podía alargarse tanto.
“En los últimos años he estado viviendo en Madrid y toda mi vida está ahí, de hecho sigo empadronada allí”, explica Johana, consciente de que a la capital todavía le falta un tiempo para cambiar de fase. “Aquí no me quedan muchos amigos, así que no he hecho muchos planes. Y como tampoco voy a misa y espero no tener que ir a un funeral, esta nueva fase no me va a cambiar mucho la vida, la verdad”.
Lo primero que ha hecho este lunes ha sido ir al supermercado con su madre, aprovechando que en la fase 1 pueden ir dos personas en el coche. “Mi madre está preocupada con la situación, pero es la primera que ha propuesto salir hoy”, cuenta. “En realidad todos teníamos ganas. Es como una contradicción interna: por un lado quieres hacer las cosas bien y que bajen los contagios; por otro, tienes la necesidad un poco egoísta de salir y tomar el aire”, dice.
Los amigos de Alfredo, en Barbastro (Huesca), tampoco han esperado mucho para salir hoy a tomar el aire, pero esta vez todo juntos. “Están en un bar, y yo probablemente vaya esta tarde”, cuenta Alfredo a eso del mediodía, esperando que acabe su turno de mañana en el periódico en el que trabaja (ahora desde casa). “Es es lo que más echo de menos: quedar con ellos. Ahora [con Huesca en la fase 1] podremos vernos en alguna casa para echar unas plays, tomar unas cervezas, jugar a las cartas… tener un poco más de vida social”, resume.
El joven ya tiene asumido que no es momento para organizar grandes comilonas en su huerta, pero sí alguna quedada en petit comité con sus primos, “manteniendo la distancia de seguridad y eso”.
Una de las quejas que más repiten los participantes en este reportaje es la ‘contradicción’ de las franjas horarias, que se mantienen en fase 1 igual que estaban en fase 0. De este modo, mientras que hay restricciones de horario para pasear y hacer deporte, estas no se aplican para tomarse unas cañas, por ejemplo.
“No lo entendemos muy bien”, se queja Irati. “¿No puedes salir a hacer deporte a las 5 de la tarde, pero si dices que vas al bar, sí puedes?”, plantea. “Me parece una tontería”, apostilla Lara.
Aparentemente, las reuniones y los horarios siguen siendo los temas que más dudas suscitan, incluso entre los periodistas. “En los grupos de WhatsApp rularon ayer varios reportajes y el PDF del Ministerio [con la orden que regula la fase 1], porque no sabíamos bien qué hacer”, admite Carmen. También su colega Alfredo, que se considera “bien informado”, reconoce que le ha costado enterarse de todos los detalles de esta nueva fase. “Hasta hoy tenía la duda de si las reuniones con amigos podrán alargarse más de las 11”, confiesa. Por suerte para él, esta respuesta sí nos la sabemos, y además es afirmativa.