Por qué Vox necesita a las mujeres
La ultraderecha se sirve del miedo que despierta el avance del feminismo en muchos hombres (y también mujeres) para conseguir votos.
Vox lo pasaría mal sin las mujeres. Si España perdiera mañana a la mitad de su población, la ultraderecha no podría hacer política porque el partido de Santiago Abascal usa el feminismo para arañar votos gracias a los reparos y miedos que despierta en muchos hombres —y también en algunas mujeres—, el avance de la igualdad.
La imagen que dejó el pasado jueves el secretario general de Vox, Javier Ortega Smith, es el último ejemplo de cómo la extrema derecha juega con el feminismo. El portavoz ultra en el Ayuntamiento de Madrid rehusó situarse tras la pancarta en contra de la violencia de género durante el minuto de silencio de los portavoces municipales por el último asesinato machista, el de Mari Carmen M. V., de 46 años, perpetrado por su expareja en Torrejón de Ardoz (Madrid).
Vox, empeñado en negar la violencia machista y catalogarla solo como violencia para no “criminalizar” a los hombres, nada a contracorriente. El propio Ortega Smith ya protagonizó hace un par de años un tenso rifirrafe con el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, por lucir una pancarta con el mensaje ‘La violencia no tiene género’ en otro minuto de silencio por otra asesinada.
En el fondo se libra una guerra cultural. El feminismo sirve como campo de juego para disputar el sentido de los valores de los ciudadanos. Cómo utiliza la extrema derecha el debate sobre la igualdad es un claro ejemplo. No son pocas las veces que Vox ha planteado problemas apocalípticos sobre la situación en que quedarían los hombres en caso de que las políticas de igualdad entren en el Boletín Oficial del Estado.
Esa tensión también sale a relucir en otras peleas simbólicas. El pasado enero Vox intentó retirar el mural feminista de la artista Rigoberta Menchú en el madrileño distrito de Ciudad Lineal, porque cree que no todas las mujeres que aparecen en el mural lo merecen.
El dibujo feminista ha aparecido vanzalizado este mismo 8 de marzo, día de la mujer, según ha denunciado la Federación Regional de Asociaciones Vecinales de Madrid. Esa alegoría de la igualdad, pintada en una pared, se convirtió pronto en el escenario de otra batalla política con manifestaciones en contra de su eliminación y con políticos de visita para defenderlo.
Ese movimiento de los de Abascal y el ruido que provocó forzó a Ciudadanos a rectificar y a evitar con su voto que el mural terminara borrado pese a haber votado junto al PP a favor de su eliminación. Los ‘gestos’ de Vox con la igualdad también forzaron a Martínez-Almeida a enfrentarse a Ortega Smith.
“El fin de Vox no es formar parte de consensos, sino ponerse en contra de ellos. Cuando ellos hablan del ‘consenso progre’ engloban también al PP. Por eso, para la ultraderecha los populares son la derechita cobarde”, explica la doctora en Ciencia Política por la Universidad Autónoma de Madrid y experta en feminismo Máriam Martínez-Bascuñán.
A la caza del voto masculino
Según el CIS, el votante prototipo de la extrema derecha es un hombre entre 25 y 44 años sin estudios o con estudios secundarios. Los mensajes de la ultraderecha, centrados en negar la violencia de género, van dirigidos a ese segmento de la población.
“Además, entran más cosas en este tema. En primer lugar, una concepción ideológica conservadora de la familia tradicional, compuesta por un hombre y una mujer que tiene hijos y que se encarga de los cuidados familiares mientras el hombre tiene un rol relacionado con el mundo económico. Y luego está el tema de la Iglesia y de los valores tradicionales. Vox ha venido a reivindicar ese conservadurismo que despierta ciertas nostalgias y quiere instituciones tal y como las conocíamos antes, empezando por la propia familia. Se trata de revivir todo eso que suponía una red de seguridad para muchas personas”, defiende la experta en comunicación política Verónica Fumanal, asesora, entre otros, de Pedro Sánchez antes de llegar a Moncloa.
Esa visión tradicional del papel de la mujer y de la familia típica encaja con muchos hombres, según Fumanal, que sienten su masculinidad cuestionada por el auge de la ola feminista.
“Muchos hombres se han sentido amenazados por un discurso feminista que han malentendido porque creen que pretende que la mujer quede por encima. Pero no, hombre, no. No es la mujer por encima del hombre, es la igualdad real”, dice Fumanal, quien desvela la estratagema de Vox: “Utilizando esa mala interpretación del término feminista, han cogido los miedos de quienes sienten amenazadas sus perspectivas en términos económicos y su masculinidad en términos emocionales y los han puesto al servicio de un partido político”.
Martínez Bascuñán explica que Vox también tiene un público femenino dispuesto a escucharle. “El perfil de votante de Vox es muy masculino. Y eso tiene que ver con ese discurso. Pero ojo, Vox tiene discurso para las mujeres y sobre feminismo. Y es un discurso más propio que el del PP, que directamente no lo tiene. Creo que esto es una cosa interesante de Vox. Hay una coherencia, hay un discurso, hay un ideario detrás”, analiza.
Lo cierto es que la extrema derecha también está conectando con mujeres que no se reconocen en las demandas del feminismo. “Recuerdo un discurso que hizo Rocío Monasterio en el que dijo: ‘Hemos venido aquí a limpiar la pátina’ y que era muy ‘trumpista’ en la retórica. Ella dice que la izquierda articula políticas y discursos y la derecha las acaba digiriendo. La mujer votante de Vox no ve la postura de ese partido como algo antifeminista. Al contrario, dicen que quienes realmente velan por la esencia de la mujer, su cuidado y el de sus intereses y el papel que ha representado en la sociedad es un partido como Vox, frente a lo que dicen que son políticas centradas en colectivos, como las transexuales”, razona Martínez-Bascuñán.
El 8M decide no hablar de Vox
Fuentes del movimiento feminista que atestó las calles de España hace tres años apuntan que la necesidad del machismo, que puede encarnar partidos como Vox, de recurrir a las mujeres para participar en la arena pública radica en la construcción de un otro del que diferenciarse. Aunque el rechazo del movimiento al partido de Abascal es tal que la Comisión 8M ha decidido, de manera asamblearia, no comentar nada relativo a la ultraderecha.
“El discurso de Vox sobre el feminismo no es solo un movimiento contracultural, sino profundamente nostálgico y conservador que pretende que las mujeres vuelvan a tener un papel secundario en la vida pública y económica. Y, por eso, apela a quienes sienten amenazada su masculinidad y los privilegios que ha tenido el hombre respecto a las mujeres durante siglos en las sociedades occidentales”, incide Fumanal.
Detrás de esa visión hay, según la politóloga Martínez-Bascuñán, “un nicho electoral potencial que tiene mucha coherencia para un determinado sector de la población que no acaba de entender la forma en la que se están planteando medidas por los sectores progresistas”. Y zanja: “Para ellos el feminismo es otra cosa. Vox tiene un discurso súper articulado para las mujeres que no se identifican con otro más progresista, pero que también hace referencia a ellas, su cosmovisión, sus valores… Y ahí sí que veo que aunque Vox no comulgue con el planteamiento feminista que ha querido formar un consenso, no quiere decir que no tenga un discurso para las mujeres”.