¿Por qué se están registrando tantos terremotos en Granada?
La culpa la tiene el acercamiento de placas tectónicas entre África y Europa, de hasta cinco milímetros al año.
No, no es nuevo. Granada sufre terremotos encadenados desde el pasado fin de semana, de entre 4 y 5 grados en la escala de Richter, pero aunque han asustado por su magnitud y la rapidez de las réplicas, la zona tiene ya demasiada costumbre con estas cosas. Más de 2.000 temblores se cuentan cada año en Granada y su provincia. La culpa la tiene el acercamiento de placas tectónicas entre África y Europa, de hasta cinco milímetros al año.
Investigadores del departamento de Geodinámica de la Universidad de Granada y del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra lo confirman: las placas eurasiática y africana se mueven y el sur de España lo siente. La reciente sismicidad que afecta a esta zona del Área Metropolitana de Granada se caracteriza por terremotos de magnitudes pequeñas a moderadas que ocurren durante periodos discontinuos y recurrentes, ha informado este martes la UGR en un comunicado.
Los investigares, que sostienen que la integración de estudios geológicos, geodésicos y geofísicos recientes precisan cada vez con mayor detalle el origen de esta sismicidad, han explicado que los últimos temblores son consecuencia de la liberación brusca de la energía acumulada en las fallas debido al movimiento entre placas.
“Los eventos sísmicos recientes están relacionados con la actividad de fallas normales de dirección noroeste-sureste localizadas en el entorno de Santa Fe”, ha explicado el investigador Jesús Galindo. Estas fallas están bien expuestas en el borde del bloque elevado de Sierra Elvira y afectan a rocas compactas (calizas, dolomías y esquistos).
Los segmentos de falla más superficiales suelen tener deformación progresiva y asísmica y pierden buzamiento (inclinación de filón o capa de terreno) en profundidad hasta enraizarse en una extensa zona de falla de bajo ángulo aproximadamente de 10 a 12 kilómetros de profundidad.
Según Galindo, la sismicidad de mayor magnitud se produce entre 3 y 12 kilómetros de profundidad y la Vega de Granada, fracturada en su interior, constituye el bloque superior de esta zona de falla que desliza hacia el oeste-suroeste.
Efecto dominó
“Los periodos de mayor actividad sísmica como el actual corresponden a enjambres, con numerosos terremotos de diferentes magnitudes en localizaciones próximas. Se desencadenan cuando la actividad de una falla produce un efecto dominó y dispara la de otras próximas”, ha apuntado.
Esta zona de deformación se prolonga por el sureste de la Vega de Granada hacia Padul y Dúrcal, alcanza el Mar de Alborán, donde ocurrió la serie sísmica de 2016, y se extiende hasta Alhucemas (Marruecos), afectada por el terremoto catastrófico de 2004.
Los estudios desarrollados por estos expertos han tratado de resolver la paradoja de la presencia de fallas normales activas que indican extensión tectónica en una zona de colisión afectada por acortamiento tectónico, cuya principal consecuencia es la elevación de las cordilleras Bética y del Rif cubiertas por el mar hace solo 10 millones de años.
Las fallas normales de la Vega de Granada se originan por el desmantelamiento en extensión de la parte superior de la corteza terrestre en un contexto de elevación producido por pliegues y acortamiento en profundidad.
Según el Instituto Geográfico Nacional (IGN), desde principios de diciembre se registran una serie de terremotos superficiales al noroeste de la ciudad de Granada, en el entorno de las localidades de Atarfe, Pinos Puente y Santa Fe. Se trata de terremotos superficiales, con una profundidad menor de 10 kilómetros y de magnitudes mayoritariamente menores de 2,5.
El 2 de diciembre la Red Sísmica Nacional registró un terremoto de magnitud 3,6 en Atarfe y Santa Fe, que fue ampliamente sentido en numerosas localidades cercanas al epicentro pero sin causar daños. La serie se ha reactivado posteriormente a finales de enero y este pasado sábado el Instituto Geográfico Nacional registró un terremoto con magnitud 4,4 al noroeste de Santa Fe, que fue fuertemente sentido en numerosas localidades cercanas al epicentro. Desde entonces se han localizado decenas de réplicas, algunas de ellas con magnitudes superiores a 3 grados.