Por qué ‘Nomadland’, triunfadora de los Oscar, traiciona el libro en que se basa: ‘País nómada’
La periodista Jessica Bruder estuvo tres años con un grupo de personas que lo perdieron todo por la crisis económica y se buscan la vida en trabajos precarios muy duros. No es la romantización que parece reflejar la película de Chloé Zhao.
De la tragedia de perderlo todo y asomarse al abismo a la romantización de esta vida precaria y dura. Esa es la distancia que hay entre el libro de la periodista Jessica Bruder en País nómada. Supervivientes del siglo XXI (Capitán Swing) y la película Nomadland, de Chloé Zhao, triunfadora de los Oscar 2021 con los premios a Mejor Película, Dirección y Actriz protagonista, para Frances MacDormand.
Una de las preguntas que despierta, o resurge, con la película es hasta qué punto es bueno estetizar o embellecer la tragedia. O como se diría hoy: blanquear.
Publicado en 2017, el libro País nómada es el resultado de tres años en los que Jessica Bruder vivió dentro el mundo que investigaba. El de millares de personas que perdieron en Estados Unidos lo poco o mucho que tenían y encontraron una salida en la vida nómada buscando trabajos precarios y menos que precarios por todo el país en sus camionetas o camperos o caravanas. El sistema los expulsó y ellos buscan sobrevivir. “Desde los campos de remolacha de Dakota del Norte hasta los campamentos de National Forest de California y el programa CamperForce de Amazon en Texas, los empleadores han descubierto un nuevo grupo de mano de obra de bajo costo, compuesto principalmente por temporeros estadounidenses adultos”, resumen bien a editorial. Puedes leer un pasaje de País nómada en este enlace de WMagazín.
Un libro que podría emparentarse con Las uvas de la ira, de John Steinbeck, de 1939 y Pulitzer de 1940. Ambos son resultado del impacto social de crisis económicas diferentes, retratos de una parte de la sociedad que queda desfavorecida ante el derrumbe económico y amenaza de la dignidad del ser humano. Si Steinbeck muestra de manera magistral a los estadounidenses desposeídos de sus tierras tras el crac de 1929 a través de la tragedia y el éxodo de la familia Joad, Jessica Bruder hace un trabajo investigativo de inmersión en un ensayo coral de personas y familias expulsadas a la carretera tras la crisis de 2008 y los años diez del siglo XXI.
The New York Times se refiere al libro de Bruder como un documento necesario:
“En este libro impresionante y bellamente escrito, Bruder, autora de Burning Book: A Visual History of Burning Man, describe su viaje con Linda y sus otras entrevistas realizadas en cinco estados durante tres años, con más de 50 nómadas. Bruder también trabajó en una planta de procesamiento de remolacha: ‘¡Sea parte de una experiencia ‘inmejorable’!’ decía el folleto de reclutamiento, y describe cómo tratar de atrapar remolachas grandes que vuelan al romperse una máquina de procesamiento es algo similar a ‘atrapar bolas de boliche en una funda de almohada’. Después de un tiempo, Bruder obtuvo su propia camioneta y la llamó Halen”.
La película Nomadland es parecida pero diferente. Sin poner en duda sus calidades técnicas y estéticas, y teniendo claro que no se trata de si es mejor el libro o la película, porque son dos artes con requerimientos y necesidades distintas, sí es llamativo el aire de idealización que hace la película de este drama social. Nadie pide herederos de Ken Loach, pero sí no maquillar o sentimentalizar tanto situaciones delicadas e importantes a las que han sido empujadas millares de personas en todo el mundo.
Nomadland es un producto Hollywood en el que Chloé Zhao, una directora de cine que había obtenido cierto prestigio por sus películas independientes y arriesgadas con personajes no actores que dan naturalidad y transmiten verdad a sus películas, aquí ha sido fagocitada por la gran industria. Trata de preservar el aire documental y conserva a sus no actores y actrices donde la única que actúa en Frances MacDormand en un escenario con fotografía impresionante y música que potencia esa sensación de viaje interior existencialista, mientras recorren millas y se enfrentan a trabajos impensables con salarios abusivos, incluso con lecturas de Shakespeare.
Lo explica muy bien Fernanda Solórzano en su video blog de cine en Letras Libres:
“La belleza de un país acaba volviendo encantador, incluso envidiable la forma de vida de estas personas y termina por idealizar una situación que no lo es. Hace pasar por libertad aquello que en realidad es el resultado de un despojo. Es una película que se presenta a sí misma como el retrato de una clase despojada y termina dando una visión romántica de un tipo de vida. (…) Más que sobreviviente parecen viajeros que sacrificaran los beneficios de una vida estable a cambio de una experiencia inusual, como si su nomadismo fuera una elección y no el resultado de una expulsión”.
Sin restar importancia al dolor que pueda sentir alguien por la muerte de un ser capital en nuestras vidas, que algún momento lo viviremos todos una o varias veces, es el caso de MacDormand, no es lo mismo esto en un momento como el actual donde el verdadero drama colectivo es el de vida o muerte de millares de personas en Estados Unidos o cualquier lugar del mundo que han sido arrojadas a la periferia de la existencia al perderlo todo y, como grandes supervivientes, deben hacer de cada día de miseria y rebusque el mejor de sus vidas. Buscar la dignidad y la tabla de salvación en medio del naufragio para poder seguir viviendo y retornar a la vida que han dejado. Claro, ellos también ven y tiene derecho a buscar la belleza en cualquier lugar como todo el mundo como el mejor aliado para seguir adelante.
País nómada es un libro que despierta otras preguntas. The New York Times lo expresa así en 2017, cuando Donald Trump era presidente:
“¿Qué fuerzas pusieron en movimiento a estos nómadas? Aquí desearía que Bruder nos hubiera dado una vista desde más allá del asiento del conductor. Durante años, los accionistas se han llevado la mayor parte de las crecientes ganancias corporativas, dejando una parte cada vez menor al trabajador de clase media y trabajadora. La administración actual y el Congreso apuntan a cortar la red de seguridad de la nación y flexibilizar las regulaciones sobre los bancos, lo que genera temores de otro colapso devastador. El escenario parece estar listo para dejar a los estadounidenses solos para viajar por un camino económico potencialmente accidentado, una escena que parecería contradecir la estabilidad y el localismo de la valla de piquete que se propaga en la retórica conservadora. A los republicanos les gusta hablar de ‘libertad’, pero la reforma fiscal que proponen actualmente ampliaría aún más la brecha entre ricos y pobres, reduciendo la libertad de Linda para quedarse si quisiera. Para Linda, el sueño americano se ha reducido a la autosuficiencia y el camino abierto. Los neumáticos de su jeep están gastados, el indicador de ‘revisión del motor’ no funciona y sufre mareos ocasionales. Su coraje y ética del trabajo parecen tan admirables, pero su camioneta y su salud parecen tan precarias, sus esperanzas tan vulnerables al destino. Las Lindas de América son en gran parte invisibles. Cuando Bruder condujo su propia camioneta a su casa en Brooklyn, comenzó a notar camionetas que no había notado antes: estacionadas en una calle residencial, en una estación de servicio, en un lote de tiendas. Mientras dejaba a regañadientes este brillante e inquietante libro, recordé al vagabundo compositor y músico Woody Guthrie, que huyó del gran Oklahoma Dust Bowl de la década de 1930, luego viajó por los rieles y cantó: “Desde el bosque de secuoyas a la corriente del Golfo aguas / Esta tierra fue hecha para ti y para mí”. Esas enormes y ondulantes nubes de tierra vegetal que expulsaron a millones de sus hogares ahora parecen estar escondidas a salvo en fotos teñidas de sepia de un pasado pasado. Pero sin nubes ominosas arriba para advertirnos de lo que nos espera, la poderosa fuerza de la automatización y la destrucción de cualquier red de seguridad pueden empujar silenciosamente a más y más de nosotros a la carretera abierta”.
Quien dice la carretera dice la calle de nuestros barrios, muchos sin un vehículo donde refugiarse. Y en este tiempo de pandemia son más quienes lo han tenido que hacer y mostrado las grietas enormes del sistema social. País nómada es un buen asomo al drama de esas vidas excluidas que buscan incorporarse desde su propia dignidad. Reaparece la pregunta polémica de hasta qué punto es positivo estetizar o embellecer la tragedia. ¿Quizás como estrategia para poner delante de la gente situaciones que de otra manera no conocerían?