¿Por qué cuesta tanto que llegue el material sanitario?
Los profesionales denuncian desprotección frente al coronavirus y el Gobierno habla de compras millonarias de equipos. No está siendo fácil hacer llegar los pedidos.
Si hubiera que resumir en una sola frase las dificultades que está teniendo el Gobierno para conseguir material de protección frente al coronavirus, se podría recurrir al famoso “es el mercado, amigo” de Rodrigo Rato.
En un mundo globalizado y capitalista, la ley de la oferta y la demanda rige nuestras vidas, haya o no pandemia de por medio. Y la decisión de deslocalizar industrias y llevarlas a Asia para abaratar costes se traduce ahora mismo en desabastecimiento.
Los profesionales sanitarios denuncian las precarias condiciones en las que se ven obligados a trabajar: bolsas de basura en los pies, mascarillas reutilizadas, delantales en lugar de EPI… Mientras, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, acusa al Gobierno central de bloquear cargamentos. Y el principal portavoz sanitario en esta crisis, Fernando Simón, habla de una “lucha internacional” por conseguir material. Todos dicen la verdad, salvo Ayuso.
El Gobierno anunció este lunes que a lo largo del fin de semana repartió 2,6 millones de mascarillas entre comunidades autónomas —en total, más de 15 millones desde que comenzó la crisis—, además de 16 millones de otras unidades de protección entre guantes, gafas de protección, calzas, gorros, batas desechables, y 640 ventiladores no invasivos. La ministra de Defensa, Margarita Robles, informó también el lunes de la llegada de “casi 14 toneladas de material desde China”, y este miércoles ha aterrizado en España un tercer avión del Corredor Aéreo con China con 3 millones de mascarillas.
Mientras tanto, los sanitarios siguen quejándose de la falta de material y de respiradores, y algún Gobierno regional se ha lanzado a esta “lucha” —como lo describió Simón— por las mascarillas. La Comunidad Valenciana ya ha logrado el envío de dos cargamentos de material gracias al nexo con un importador chino. Por su parte, la Comunidad de Madrid no ha tenido éxito, de momento.
Incluso la Comisión Europea ha tenido que recular, y este martes reconoció que el cargamento de material que prometió para principios de abril llegará finalmente “en unas semanas”. El HuffPost se ha puesto en contacto con Eduard Àlvarez, profesor de Logística y Transporte de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), para tratar de entender las dificultades para conseguir los equipos sanitarios.
¿Por qué es tan complicado conseguir que llegue el material?
“Lo primero, por una cuestión de oferta y demanda en el mercado”, explica Àlvarez. “La pandemia del COVID-19 se ha extendido prácticamente por todo el mundo y todos los países han salido a comprar material a la vez”, señala, así que “los proveedores tienen dificultades para dar respuesta a todo lo que se les pide”.
A esto se suma el ‘problema’ de que en España no se fabrican materiales de este tipo. “Con la deslocalización industrial, casi toda la producción se llevó al Sudeste Asiático, que ahora se encuentra con muchísima demanda y una capacidad de producción limitada”, afirma.
¿El Gobierno ha pecado de falta de previsión?
“Probablemente tenían que haber empezado a trabajar en un plan de contingencia desde que se supo de la existencia de este virus”, responde Àlvarez. “Ahora nos encontramos con un montón de decisiones tomadas a nivel logístico y comercial que no han sido lo suficientemente pensadas. Hablo de gestión de recursos sanitarios, de disponibilidad de material, hablo de coordinación entre autonomías”, aclara.
Álvarez reconoce que, aunque ahora es fácil decirlo, en la práctica el “almacenamiento de stock con previsión” no resultó tan sencillo, teniendo en cuenta que China fue el primer país afectado por la epidemia, y por ello el primero en aprovisionarse de material, comprándolo tanto dentro como fuera de sus fronteras. “Me consta que proveedores españoles estaban vendiendo producto a China hace dos meses”, afirma el experto. “En ese momento la demanda les hacía vender, y no guardar stock. Ellos creían que con los ritmos normales de reposición podrían llegar a aprovisionarse de nuevo, cosa que no ha pasado”, apunta.
¿Se puede hablar de especulación, de un mercado negro?
“Cuando hay más demanda que oferta, los precios tienden a subir en el mercado. Pero si por especulación se entiende que haya empresas comprando material para venderlo más caro y hacer negocio, tengo mis dudas”, expone Àlvarez.
“Es verdad que algunas empresas que no son especializadas están intentando comprar y vender este tipo de material, contactan con proveedores chinos sin conocer las fábricas y realizan comandas que muchas veces no acaban cumpliendo los protocolos requeridos por la ley, que fue lo que pasó con los test [defectuosos] y lo que pasará con mascarillas”, señala.
¿También han llegado mascarillas fraudulentas?
Eduard Àlvarez considera que esto está ocurriendo “a pequeña escala”. Algo preocupante, pero quizás no tan grave como en el caso de los test de diagnóstico. “Si las mascarillas no son FFP2 o FFP3 [las indicadas para los sanitarios], se les puede dar otro uso, no para el personal que esté expuesto directamente, pero sí para personal administrativo, por ejemplo”, argumenta.
Las restricciones de tráfico aéreo han influido
Para Àlvarez, también hay que tener en cuenta las “fuertes” restricciones que se han impuesto sobre el tráfico aéreo. “Es cierto que los aviones de carga siguen volando, pero mucho de este material viajaba también en la bodega de aviones comerciales. Si hay menos aviones, hay menos capacidad de transporte”, resume.
Otro problema, según el experto, es que la Administración está llevando a cabo “una tarea que normalmente no le corresponde”. Habitualmente, “las Administraciones públicas sacan un concurso y las empresas especializadas optan a ser proveedoras”, explica. “En el momento en el que la Administración quiere operar de forma activa y no pasiva, y quiere salir a comprar, tiene que hacerlo a través de los canales que existen. Si intentan salir de este circuito para aprovisionarse más rápido, se encuentran con que los potenciales proveedores quizás no están homologados, y tienen miedo a mandar el producto si no está pagado de antemano, porque al llegar al destino puede ser requisado”, aclara.
¿Ha tenido algo que ver el cierre de fronteras?
Seguramente no, ya que “las fronteras se han cerrado para la movilidad de personas, no de mercancías”, responde Àlvarez.
La importancia del ‘efecto látigo’
Para el experto, hay algo que claramente ha contribuido al ‘colapso’ de este mercado, y es lo que en logística se llama “el efecto látigo”. “Si ves que el entorno en el que estás operando es incierto, cuando haces una comanda, tiendes a incrementar ligeramente el pedido con respecto a lo que necesitas. El proveedor, que normalmente es un intermediario, recibe pedidos por encima de lo que es habitual y, por tanto, aplica un margen de seguridad e incrementa también su pedido”, cuenta. De este modo, cuando el pedido llega a origen, está “notablemente” inflado, y esto “está ocurriendo ahora”, opina Àlvarez.
“Como ningún país quiere quedarse corto, piden por encima de lo que necesitan, y esto acaba generando más tensión en la cadena de suministro”, afirma.
¿Fue un error suprimir la producción de ciertos materiales en España?
“Si entendemos que la globalización es un error, diría que sí”, bromea Àlvarez, que opina que, aunque “desde un punto de vista empresarial, la deslocalización no ha funcionado mal, desde un punto de vista social y estratégico, sí tenemos un problema”.
“Es bueno contar con determinadas actividades en el país, porque luego te encuentras con este tipo de situaciones en las que la demanda internacional es tan grande y hay tal escasez de oferta que el mercado no da abasto”, ilustra. De ahí que Eduard Àlvarez insista en la necesidad de crear planes de contingencia. “Si hace tres meses se hubiera contado con esto, se podría haber decidido que algunas fábricas cooperaran para producir este tipo de material, como lo que está haciendo Seat [y otras empresas] al producir respiradores”, sostiene.
¿Es factible que las fábricas se ‘reciclen’ para producir material frente al COVID-19?
“Factible sí es, pero si no tienes la tecnología o no tienes el material, es muy complicado”, admite Àlvarez, que pone el ejemplo de la cantidad de iniciativas creadas para elaborar mascarillas de forma altruista.
“A lo mejor con las mascarillas es más sencillo que con los respiradores” por el tipo de materiales que se necesitan, dice, aunque esto también depende del tipo de mascarillas. Si son FFP2 y FFP3 tienen que incorporar unos filtros especiales para impedir el paso de virus y bacterias, y no siempre es fácil conseguir esa “materia prima”. Además, a esto habría que añadir “el tema de las patentes, licencias y homologación, que lo hace mucho más complicado”, concluye el experto.
Parece que ahora mismo la falta de respiradores es incluso más acuciante para las UCI.