¿Por qué la Unión Europea requiere un buen consejero matrimonial?
El matrimonio tuvo lugar el 9 de mayo de 1950. El ministro francés de Relaciones Exteriores, Robert Schumann, inició un programa de colaboración entre Francia y Alemania, para la producción de acero y carbón, que eran recursos importantes para la realización de la guerra. Bélgica, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos, se unieron al "contrato matrimonial" y 6 años después, los mismos países firmaron el Tratado de Roma, creando lo que ahora conocemos como la Unión Europea.
A primera vista, la conexión se fortaleció con la declaración de una moneda común y el establecimiento de la Eurozona, a principios de 1999. Y así, los países que se habían masacrado mutuamente en las dos guerras mundiales ahora eran buenos amigos.
La luna de miel fue perfecta. Los países con economías en desarrollo, orientadas hacia el crecimiento, que no eran muy ricos y estables, disfrutaban de la confianza de las economías sólidas de la Unión Europea, que acordaron hacerles préstamos con bajas tasas de interés. Pero cuando Grecia empezó a tambalear, el miedo de un efecto dominó puso en estado de alerta máxima a los países fuertes.
La poderosa Alemania, que pudo haberse colapsado inmediatamente, proporcionó un flujo de efectivo junto con el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. De esta forma, la Unión Europea rescató de una terrible crisis a Grecia y a toda la Eurozona. El segundo a rescatar fue Portugal, seguido de España, Italia e Irlanda.
Así, los primeros años de matrimonio exitoso terminaron. Cada país empezó a estar más preocupado por sus propios intereses, sus propios planes, sus propios cálculos de la rentabilidad de ser parte de la familia de la Unión Europea. En muchos sentidos, lo que solía ser un activo, se estaba volviendo una carga peligrosa.
Estos días, la alarma más sonada hace eco en Gran Bretaña. La salida del Reino Unido de la Unión Europea, comenzó en marzo del 2017. Y hoy, justo antes de retirarse, los líderes europeos están endureciendo sus posiciones y planes de hacer cargos exorbitantes a Gran Bretaña. El Brexit revela una verdad importante: la Unión Europea está actualmente dividida, fragmentada y no se sostendrá por mucho tiempo.
Hoy la Unión Europea requiere un buen consejero matrimonial. Alguien que explique a los líderes europeos y sus ciudadanos que la conexión entre las economías empieza con la conexión entre las personas. Cuando se casan dos personas solo por conveniencia económica, es cuestión de tiempo hasta que se den cuenta de que su matrimonio está destinado a fallar. Lo mismo aplica para Europa y es lo que los europeos deben ahora reconocer.
El primer paso es prevenir a los miembros de la familia, para que no se vean envueltos en un mal proceso de divorcio que signifique una gran carga financiera y emocional para todos, e incluso que pueda llevarles a la violencia. En lugar de eso, se les debe recordar a los europeos sobre la naturaleza del ego humano que reside en ellos, como en todo ser humano. Ya sea que esté a nivel del individuo o de la nación, cuando el ego humano surge entre las personas, engendra división, hostilidad y odio. Y cuando eso pasa, ningún acuerdo puede ser sostenible.
El concepto de la Unión Europea fue una buena idea, en teoría, pero para llevarlo a la práctica, es imprescindible entender cómo las leyes de la naturaleza operan en el nivel humano.
Según explica la sabiduría de la Cabalá, es de esperar que el ego crezca cuando las personas intentan conectarse y construir vínculos entre ellas. Es un proceso natural que sucede para que los seres humanos eleven su nivel de conexión.
La Unión Europea debe determinar un consejo de emergencia para educar a todos los ciudadanos e idear un plan en todo el continente para construir relaciones humanas positivas, equilibradas, y de consideración entre todos los pueblos, como una gran familia de 500 millones de habitantes. Esto requerirá la participación activa y continua de cada europeo y del involucramiento de entidades políticas, medios de comunicación, universidades y lugares de trabajo.
Si los europeos aprenden cómo fortalecer su conexión por encima del creciente ego, sin borrar la particularidad de cada nación, podrán salvar su fallido matrimonio.