¿Por qué la salida de Ghali no pone fin a la crisis entre España y Marruecos?
El líder del Polisario se recupera del coronavirus en Argelia, mientras Madrid y Rabat tratan de recomponer lazos, con el problema de los saharauis de fondo.
Brahim Ghali ya no está en España. ¿Y qué? Si pudo estar nueve años con un despacho abierto en Madrid como delegado del Frente Polisario sin que estallara una guerra entre España y Marruecos, tampoco iba a haberla ahora que ha pasado mes y medio en un hospital de Logroño, enfermo de coronavirus. El regreso del líder del Polisario a Argelia, donde se concentran los campos del exilio saharaui, no pone fin a la crisis desatada entre Madrid y Rabat y que tuvo en Ceuta, con la entrada de 9.000 personas en un sólo día, su pico de fiebre.
Ghali era la excusa, un gesto humanitario de España que escocía a otro lado del Estrecho, es evidente. Pero el meollo, la pelea de fondo, se mantiene intacta: la postura de España ante el conflicto del Sáhara Occidental, que no se inclina a favor de los intereses del reino alauí, como quisiera el rey Mohamed VI, deseoso de proclamar en la zona una marroquinidad que Naciones Unidas, y con ella la Unión Europea y España, sigue negando.
Horas antes de que Ghali declarase en la Audiencia Nacional por varios presuntos delitos de torturas y de que el juez Santiago Pedraz lo dejase libre sin medidas cautelares de ningún tipo, Rabat lo dejó claro: las cosas no acababan con el adiós del también presidente de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). La crisis entre España y Marruecos “no comienza con su llegada, ni terminará con su partida”, advertía en un comunicado, sino que la raíz estaba en lo que llamaba “segundas intenciones hostiles respecto al Sahara” por parte del Gobierno de Pedro Sánchez. Una acusación nada precisa.
“Si la crisis no puede terminar sin la comparecencia [judicial] del denominado Gali, no puede resolverse solo con su audiencia”, añadía. En la nota enredaba las cosas más aún, porque comparaba la situación del Sáhara -técnicamente, un territorio pendiente de descolonización, según la ONU- con la de Cataluña.
Luego, se sucedieron los acontecimientos. Ghali podía irse de España, porque ni iba a la cárcel preventivamente ni se le retiraba el pasaporte, ya que el juez no veía indicios para ello ni riesgo de fuga. Aunque los médicos lo veían débil y no querían darle el alta, se acabó marchando a Argel en un avión medicalizado. Con “opacidad”, se quejaba Marruecos con la boca pequeña. No, con pasaporte a su nombre, replicaba Exteriores.
El líder del Polisario sigue ingresado en su país de acogida, donde hasta el presidente ha ido a visitarlo, mientras se mantiene la tensa calma en las fronteras de Ceuta y Melilla, la cancillería de Rabat guarda silencio, los medios locales dan poca estopa a España por el caso y, el mejor gesto, el rey ordena solucionar el problema de los menores no acompañados llegados a España y la UE. No ha habido provocaciones como las de semanas pasadas, de ahí que Exteriores espere por cerrar este episodio en pocos días.
Paso a paso
Esta semana, la vicepresidenta primera, Carmen Calvo, y la ministra de Hacienda y portavoz, María Jesús Montero, insistían en que, con Ghali fuera, no hay razones para prolongar el litigio. Esta última iba más allá y recordaba que España sigue siendo el mejor “embajador” de Marruecos en la UE. La titular de Exteriores, Arancha González Laya, suspendió el miércoles su rueda de prensa con su homóloga belga, Sophie Wilmès, un día después de la declaración del saharaui, y luego se fue a Libia con el presidente y no se ha pronunciado más sobre el asunto.
Silencios que ayudan a que la diplomacia -la más alta diplomacia- trabaje y recomponga los lazos rotos. No es sencillo porque, según diversas fuentes diplomáticas consultadas por El HuffPost, la confianza bilateral se ha “resentido”. “Todos sabemos de la importancia de la otra parte y de las materias en que debemos entendernos. Hay que hacer un esfuerzo y se hará”, añaden estas fuentes. Ponen como ejemplo de la base común de trabajo que se mantiene el hecho de que, en mitad de la tormenta, no se haya suspendido “ni por un momento” el trabajo conjunto en materia de seguridad e inteligencia.
No ha trascendido si ha habido o habrá algún tipo de mediación del rey Felipe VI, amigo de la Casa Real alauí. Sí que se ha activado la diplomacia de Francia y, sobre todo Alemania, para acercarse un poco a Rabat.
No parece cercano, eso sí, el retorno de la embajadora marroquí en Madrid, Karima Benyaich, muy significada desde el inicio de la crisis, cuando dijo aquello de que “hay actos que tienen consecuencias y se tienen que asumir”. Un cambio en la legación sería otro gesto.
Lo que no se esperan son nuevos gestos hostiles como el de Ceuta, porque tumbarían todos estos esfuerzos y porque a Rabat le ha quedado claro que enfrentarse con España es enfrentarse con la UE, que ha hecho una defensa clara de su frontera sur, que son las ciudades autónomas españolas, un cierre de filas compacto y firme. Hasta Francia, la otra excolonia y su aliada, ha entrado en la condena del club comunitario, hasta su prensa ha apuntado que a lo mejor ha llegado el momento de no aguantarle todo a Mohamed VI.
Cambiar el ‘statu quo’
Marruecos, al romper con esta furia, ha tratado de presionar a España porque no quiere mantener más el statu quo del Sáhara Occidental. Se lo quiere quedar, punto. Para ello, necesita apoyos de aliados importantes y, más, de quien oficialmente sigue siendo la potencia administradora del territorio, según las resoluciones de la ONU.
Rabat se ha visto avalado en su aspiración por Estados Unidos, que el 10 de diciembre pasado, aún con Donald Trump en la presidencia, dijo que Marruecos tiene derecho a quedarse el Sáhara Occidental. “Es la ÚNICA base para una solución justa y duradera por una paz y prosperidad perdurables”, dijo el entonces presidente en su escaparate favorito, Twitter.
Ahora, su sucesor, Joe Biden, se muestra lento a la hora de dar marcha atrás y dice que está consultando con los actores internacionales implicados para decidir cuál es el “mejor camino a seguir”. Pero, a la vez, lanza flores a Marruecos y recuerda su “sólida asociación bilateral”. El próximo 7 de junio, EEUU estará junto a Marruecos en unas maniobras militares conocidas como Africa Lion 2021, del el Mando Militar de EEUU para África, otra muestra más de su cercanía. Descartado, tras la filtración inicial de Rabat, que los ejercicios vayan a desarrollase en tierras saharauis. España declinó su presencia en este encuentro el pasado otoño, por culpa de la pandemia, del presupuesto y de otros compromisos internacionales, informa El Periódico.
Trump pagó en navidades el favor a Mohamed VI, después de que el rey aceptase normalizar sus relaciones diplomáticas con Israel, centro de la estrategia del republicano de facilitar a Tel Aviv mercados y nuevos aliados en el mundo árabe, dejados como están los palestinos de la mano de dios o del diablo. Ese contexto, como indican los analistas, no hay que perderlo de vista, porque justo las fronteras con Ceuta se abrieron en mitad de la sangrienta ofensiva del Ejército de Israel sobre Gaza y ante protestas ciudadanas -tímidas, lo propio en un estado sin plena democracia- de solidaridad con la causa palestina. Rabat quiso cambiar el foco, sacarlo de su polémico acercamiento a Israel, y ahí estuvo la crisis de Ceuta.
Y a todo esto se suma que está libre el puesto de enviado especial de la ONU para el Sáhara, ocupado hasta hace dos años por el expresidente alemán Horst Kohler. No hay interlocutor, el colmo ya en la dejadez ante un conflicto para el que se prometió un refrendo, allá por 1991, que nunca se ha llevado a cabo. Menos presencia en la zona, más impunidad para Marruecos, buen momento para tratar de imponerse.
En estos días, el portavoz del secretario general de la ONU, Stephane Dujarric, ha sido claro: “Nuestra posición sobre el Sáhara es la que se describe en las resoluciones pertinentes del Consejo de Seguridad y sigue siendo nuestra guía”. Palabras muy parecidas a las de la portavoz de Exteriores de la Comisión Europea, Nabila Massrali: “Nuestra posición no ha cambiado. La UE pide la convocatoria de negociaciones para buscar una solución aceptable para las dos partes y en línea con las resoluciones de Naciones Unidas”.
España, por su parte, tampoco se mueve: la solución al conflicto pasa por cumplir con las resoluciones de la ONU y lograr una salida negociada entre las partes. Y a Rabat eso, con Ghali y sin Ghali, le seguirá enfadando.