Por qué hay que empezar a hablar de vulvas y no de vaginas
El martes 19 de febrero, el canal de televisión británico Channel 4 estrenó la tercera entrega de lo que la artista Laura Dodsworth describe como "tríptico inesperado" de proyectos sobre pechos, penes y, ahora, vulvas. En entrevistas previas al estreno, Dodsworth aseguraba que cuanto más pensaba en fotografiar vulvas, más necesario le parecía: es liberador para las participantes conocerse a sí mismas en un mundo que exige cosas irreales a las vulvas al tiempo que se sabe muy poco sobre la parte externa de los genitales femeninos.
"Forma parte de un cuerpo del que sabemos relativamente poco. Históricamente, ha habido poco interés científico sobre el clítoris, los orgasmos, y el placer sexual", señala en The Guardian.
¿Y por qué no se sabe más sobre la vulva? Para quienes no estén muy informados, el título del documental se llama #100Vaginas. Los argumentos de Dodsworth para que conozcamos la vulva son contundentes. Básicamente, consiste en reivindicar una parte del cuerpo por el bien de la salud, de la integridad y de la sexualidad femenina. Pero también hay que subrayar el detalle de la licencia editorial que se ha tomado Channel 4 con el título del documental: decir "vulvas" parece demasiado controvertido; más motivo, por tanto, para llamarlas por su nombre. El hecho de titular el documental #100Vaginas es una decisión que hace oídos sordos a nuestro tiempo. La vulva debe ser mostrada. La vulva debe ser llamada por su nombre.
No titularías un documental de animales Chimpancés para luego mostrar únicamente monos tarseros solo porque el público está más familiarizado con el nombre de los chimpancés. Tampoco organizarías una exposición de testículos para mostrar un elenco de penes. Debemos preguntarnos hasta qué punto estas inexactitudes se cometen por el bien del entretenimiento, de los valores y de los ideales.
Hay un argumento que utiliza con firmeza la escritora y comediante Lindy West, y es que la vagina, en la industria del entretenimiento, tiene un aire humorístico, un interés callejero y valor provocativo. Lindy West señala la equiparación que se hace en inglés de la vagina con la basura (junk), pero a los hombres también les pasa que sus genitales reciben nombres como "paquete" y cientos más. Sin embargo, utilizar el término vagina de forma general antes de haberse extendido el conocimiento de la vulva y el respeto a esta es desterrarla al anonimato. Denominar todo con un solo término es una decisión utilitaria, pero ¿útil a qué fin?
Si la respuesta es que conviene mantener el statu quo, entonces no, gracias. El statu quo es que la gente no conozca la vulva. Es la exclusión del clítoris de la educación sexual. Es la brecha del orgasmo. Es la falta de investigación médica. Es la brecha de financiación para las mujeres investigadoras. Es la falta de supervisión de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos de los productos pensados para personas con vulva. Es la mutilación genital femenina. Son las increíbles tasas de dolor sexual femenino. Es el aumento desmedido de labioplastias. Todos estos problemas se deben a la falta de información y la ignorancia, voluntarias o involuntarias, y en ocasiones a un desconocimiento malicioso de la vulva, sus partes y sus necesidades.
Nuestra cultura percibe la vulva como una parte sin mucha autonomía. Es un lugar por el que se meten los penes y salen los bebés. Es algo que hay que depilar, limpiar y que debe oler bien para el disfrute de otras personas. La última metáfora de su relegación a un segundo plano para servir a otras personas es ser eliminada y llamada por otro nombre porque conviene evitar el "tabú", la ignorancia y la aversión para aceptar la sexualidad femenina.
Hace 13 años, en 2006, Eve Ensler escribió por qué el simple hecho de decir vagina en voz alta era una reivindicación política.
Es hora de dar a luz un nuevo movimiento mundial, uno que quiera terminar con la violencia, pero que vaya más allá y explore y acepte el placer. La vulva es solo una palabra anatómica o censurada porque ese es el terreno en el que ha sido mantenida, apartada y ahogada por una avalancha de vergüenza y opresión contra la sexualidad femenina. Tal y como dice Ensler: "La libertad empieza llamando a las cosas por su nombre". Por eso debe extenderse el uso público y colectivo de la palabra vulva.
Por desgracia, Channel 4 ha dejado escapar una gran oportunidad de aprovechar toda la utilidad del proyecto de Dodsworth. Recientemente, un hombre intentó explicar de forma paternalista a una ginecóloga por qué la vulva en realidad es la vagina. Si los usuarios de Twitter no pudieron soportar la ignorancia del hombre, ¿por qué se le ha de consentir a Channel 4 más visibilidad para hacer lo mismo?
Interpretemos estos tropiezos como pruebas de que este status quo de la falta de información y el anonimato de la vulva no es suficientemente bueno. No podemos pensar en profundidad de algo sobre lo que no podemos hablar. Hagamos que 2019 sea el año de la vulva, el año de una compensación colectiva para ser capaces de nombrar algo que existe ante nosotros.
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Reino Unido y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.