Por qué es pronto para hablar de una bajada de efectividad en las vacunas

Por qué es pronto para hablar de una bajada de efectividad en las vacunas

Los epidemiólogos explican que la información disponible es aún “muy preliminar” y la eficacia frente a casos graves sigue siendo muy alta.

Una joven recibe la primera dosis de la vacuna de Moderna frente al covid en Pamplona, el 13 de agosto de 2021. Eduardo Sanz/Europa Press via Getty Images

Si a los expertos les parece “caótica” la información que se está dando estos días sobre una supuesta caída en la efectividad de las vacunas anticovid, es comprensible que la población general tenga, como poco, confusión sobre todo esto.  

En poco tiempo se han publicado varios estudios, ensayos, artículos o simplemente gráficas —a menudo descontextualizadas que apuntan a que las vacunas frente al coronavirus pierden efectividad pasado un tiempo. Los porcentajes varían según el estudio y el tipo de vacuna, pero transmiten un mensaje similar, y es que la protección baja después de unos meses. 

Esta idea, que en todo caso entra “dentro de lo esperable” según los epidemiólogos, es, sin embargo, muy matizable todavía. Mario Fontán y Pedro Gullón, médicos especialistas en Medicina Preventiva y Salud Pública, se han propuesto explicarlo en un artículo publicado en The Conversation, y ahora tratan de aclararlo a preguntas de El HuffPost

Eficacia vs. efectividad

Pedro Gullón señala que el problema a veces es que “se están comparando estudios de eficacia con estudios de efectividad”, y no son lo mismo. “La eficacia es cuando haces un ensayo clínico controlado, en el que sigues a un grupo de personas no vacunadas y vacunadas con características muy similares”, explica. 

En los estudios de efectividad, en cambio, “se ve lo que pasa en el mundo real”, y resulta que en el mundo real el perfil de las personas que se vacunan y que no se vacunan no es igual, con lo cual es mucho más complicado establecer comparaciones.

  Una joven se vacuna en la Ciutat de les Arts i les Ciències de Valencia, el 28 de julio de 2021.Rober Solsona/Europa Press via Getty Images

Gullón considera necesario hacer esta distinción antes de analizar datos como los procedentes de Israel, según los cuales la efectividad de Pfizer frente a la variante delta ‘sólo’ sería del 64% pasados unos meses. 

“Puede que al principio se sobreestimase la efectividad de las vacunas porque primero se puso a personas mayores y personas vulnerables, que de por sí tienen un comportamiento un poco más cuidadoso”, sugiere Gullón. “En cambio, puede que los estudios de ahora estén infraestimando ese efecto real, porque en el fondo las personas vacunadas sienten que están más protegidas y en muchos sitios se les permite hacer más actividades que a las personas que no están vacunadas, con lo cual están más expuestas”, apunta el epidemiólogo. Dicho de otra manera: como no hay ‘igualdad’ de características entre los distintos grupos, los resultados de los estudios que se hicieron antes y después pueden estar sesgados. 

¿Eficacia frente a qué?

Otro elemento importante para poner en contexto los datos divulgados estos días es la variable que se calcula en cada estudio: el “apellido” que va después de ‘eficacia’ o ‘efectividad’. No es lo mismo si se habla de efectividad de una vacuna frente a infección (un resultado positivo en PCR) que frente a enfermedad sintomática, enfermedad grave u hospitalización.

No es lo mismo hablar de efectividad frente a infección que frente a enfermedad sintomática u hospitalización

Uno de los estudios —aún no revisado por pares— que se ha difundido en los últimos días sugiere que la efectividad frente a infección de la vacuna de Pfizer caería al 53% ante la variante delta pasados cuatro meses. No obstante, el mismo estudio señala que la efectividad de la vacuna frente a hospitalización se mantiene en el 93% en todas las edades, un porcentaje muy elevado.  

Muestras demasiado pequeñas

Mario Fontán añade otro factor que puede estar ‘distorsionando’ los datos que circulan estos días por redes y medios de comunicación, y es que algunos hacen referencia a estudios con muestras muy pequeñas de participantes, que dan un intervalo de confianza “tan amplio” que “no permite tener una precisión exacta del valor que están estimando”. 

  Un joven recibe la vacuna contra el covid en un centro de Sevilla, el 18 de agosto.Ángel García/Pacific Press Pacific Press/LightRocket via Getty Images

Gullón reconoce que “está habiendo problemas estadísticos” con algunos de los datos y que en general “las diferencias no parecen estadísticamente significativas” con respecto a lo que ya se sabía sobre las vacunas frente a cualquier variante del virus. En su opinión, se requiere “más información” y “más tiempo” para sacar una conclusión sobre esta cuestión.

El epidemiólogo insiste en que la información disponible es todavía “muy preliminar”, e incluso “caótica”, para afirmar que las vacunas están perdiendo efecto. “Hay que poner en contexto la información nueva que va saliendo con la anterior que ya conocíamos”, coincide su colega Mario Fontán.

Que una vacuna pierda protección con el tiempo es “esperable”...

Aunque aún es pronto para darlo por sentado, “que baje la eficacia de una vacuna frente a infección es algo que, relativamente, se podía esperar”, admite Fontán. No obstante, el epidemiólogo hace hincapié en la dificultad de comparar el comportamiento de la vacuna del covid —que se está administrando a toda la población a la vez “en un contexto de pandemia con transmisiones disparadas y cambiantes”— con cualquier otro suero utilizado anteriormente, o con los ensayos clínicos que se realizaron antes de empezar a utilizar estas vacunas.

Que baje la eficacia frente a infección es algo que se podía esperar. Las vacunas están funcionando muy bien para prevenir casos graves

“Los ensayos clínicos predicen cómo de esperable es que se reduzcan los casos en el grupo de vacunados frente al de no vacunados en una incidencia similar a la que se da en el momento de dicho ensayo”, explica Fontán. El problema es que, en el mundo real, esa incidencia cambia y, en el contexto actual, se ha visto “una transmisión disparadísima”, que ha hecho “imposible que no haya casos entre vacunados”. 

… pero eso no quiere decir que no funcione

Gullón arroja algo de luz sobre el significado de los porcentajes de efectividad de las vacunas. “Si tenemos un 90% de efectividad frente a hospitalización, eso quiere decir que el grupo de vacunados tiene un 90% menos de riesgo de ingreso que las personas no vacunadas, pero no significa que sea 0”, explica. Significa que, “si no estuvieran vacunadas, tendrían un 90% más de riesgo”, aclara el epidemiólogo.

La quinta ola en España ha tenido “niveles de transmisión altísimos, muy explosivos”, de más de 700 casos por 100.000 habitantes en la media nacional, recuerda Gullón. “Si no hubiera vacunas seguramente estaríamos hablando de un drama muy parecido al de la primera ola”, señala.

Si tenemos un 90% de efectividad frente a hospitalización, eso significa que el grupo de vacunados tiene un 90% menos de riesgo de ingreso que las personas no vacunadas

Fontán abunda: “Puede ser que en algún momento tengamos la evidencia de que la efectividad cae, pero la pregunta es si lo que vemos ahora se debe a una caída de la eficacia”. De momento, los datos dicen que las vacunas están cumpliendo con creces su función. “Tenemos mucha evidencia de que, tanto para delta como para cualquier variante, las vacunas están funcionando muy bien, sobre todo para prevenir casos graves y hospitalización, y eso es lo más importante”, recalca el epidemiólogo.

Y qué hay de la tercera dosis

Una supuesta pérdida de efectividad en las vacunas se asocia enseguida a la cuestión de la tercera dosis, y los epidemiólogos lamentan que así sea. “Tenemos muy pocos datos sobre la necesidad de una tercera dosis en población general”, recuerda Pedro Gullón. “No sólo consiste en saber que la vacuna puede perder efectividad con el tiempo, sino que también necesitamos ensayos para saber que una tercera dosis la va a mejorar”, afirma.

Las investigaciones sobre la tercera dosis están aún muy, muy verdes. En cambio, sí tenemos claro que hay que vacunar en otros países

Tanto Gullón como Fontán reconocen que sí podría recomendarse esa dosis de refuerzo “para ciertos pacientes inmunodeprimidos” por la evidencia que existe con otro tipo de vacunas, pero ven innecesario, e incluso contraproducente, que se aplique una tercera dosis a personas a priori sanas, sobre todo cuando hay países del mundo con menos del 1% de su población vacunada. 

“¿Qué nos interesa más en términos colectivos: poner una tercera dosis a una persona sana que ya tiene la pauta completa o hacer llegar vacunas a aquellos que no están vacunados?”, plantea Fontán, que recuerda que las nuevas variantes de un virus “surgen donde hay más transmisión”.

Para Fontán, cabe preguntarse si “con una tercera dosis se va a solucionar el problema” de la pandemia o si sería más inteligente, y más justo, “destinar esas dosis a otras zonas para reducir la transmisión y el riesgo de nuevas variantes”. “La dirección debería ser esa”, apunta Pedro Gullón. “Las investigaciones sobre la tercera dosis están aún muy, muy verdes. En cambio, sí tenemos claro que hay que vacunar en otros países”, concluye.

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Marina Velasco Serrano es traductora de formación y periodista de vocación. En 2014 empezó a trabajar en 'El HuffPost' como traductora de inglés y francés en Madrid, y actualmente combina esta faceta con la elaboración de artículos, entrevistas y reportajes de sociedad, salud, feminismo y cuestiones internacionales. En 2015 obtuvo una beca de traducción en el Parlamento Europeo y en 2019 recibió el II Premio de Periodismo Ciudades Iberoamericanas de Paz por su reportaje 'Cómo un Estado quiso acabar con una población esterilizando a sus mujeres', sobre las esterilizaciones forzadas en Perú. Puedes contactar con ella escribiendo a marina.velasco@huffpost.es