Por qué la ayuda a la natalidad que propone Ayuso es "incomprensible"
Al margen de la utilidad (o no) de los 'cheques bebé', esta medida deja fuera a cualquier madrileña menor de 30 años que no esté empadronada en la región desde los 20.
La presidenta en funciones de la Comunidad de Madrid y candidata a la investidura, Isabel Díaz Ayuso, ha anunciado este jueves que en enero de 2022 pondrá en marcha una ayuda a la natalidad de 500 euros al mes durante 29 meses para las mujeres menores de 30 años que tengan hijos.
La ayuda se podrá solicitar desde el quinto mes de embarazo y hasta que el bebé cumpla dos años, lo que implica un total de 14.500 euros por hijo, siempre y cuando la madre tenga una renta inferior a 30.000 euros anuales.
Hasta ahí, y dejando a un lado el debate (legítimo) sobre la idoneidad de las ayudas directas a la natalidad, todo más o menos bien. La sorpresa —y la incomprensión— ha venido con la letra pequeña del anuncio, ya que, para solicitar esta ayuda, las madres tendrán que demostrar que llevan 10 años empadronadas en la Comunidad de Madrid, lo cual restringe ampliamente las posibilidades de muchas mujeres que viven en la región.
Aspirante a madre, menor de 30 y ‘gata’: misión casi imposible
En las ayudas de Ayuso se excluye cualquier mujer que haya llegado a Madrid con más de 20 años o se haya empadronado después de 2012, ya sea extranjera o de otras zonas de España. Esto es, a las mujeres que se hayan mudado a Madrid para trabajar les será muy difícil acceder a esta prestación, pues pocas lo hacen antes de los 20 años, y el hecho de haber cursado una formación superior en Madrid no implica necesariamente el empadronamiento allí.
Atendiendo a datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), en 2019 hubo 12.141 nacimientos en Madrid de madres menores de 30 años, pero de esa cifra sólo podrían haber accedido a esta nueva ayuda aquellas que llevaran empadronadas una década en la región y percibieran menos de 30.000 euros al año (esto último es más sencillo).
“Me parece bastante relevante el tema del empadronamiento”, comenta Isabel, periodista de 26 años. Aunque es malagueña de nacimiento, lleva viviendo “de forma intermitente” en Madrid desde hace tres años, pero todavía no está empadronada en la capital.
“No me lo he planteado hasta que no he tenido la seguridad de que me iba a quedar más de seis meses”, reconoce. “Cuando te vas a vivir a una ciudad por motivos laborales, no te empadronas de facto si lo que tienes es un contrato temporal, o una beca, o si te vas de freelance”, dice la periodista.
“Un sablazo incomprensible al público que puede acceder a las ayudas”
Isabel lamenta, por un lado, que se ponga el corte en los 30 años, pues “se queda un grueso muy importante de la población fuera”; pero el principal problema lo ve “en el empadronamiento mínimo de 10 años”. “Es un sablazo incomprensible al público objetivo que puede acceder a las ayudas”, sostiene.
Tampoco las mujeres que llegaron a Madrid para estudiar lo tienen sencillo. Teresa, de 28 años, vive en Madrid, está casada y no le importaría tener hijos próximamente. El requisito de los 30.000 euros lo cumple, pero el de los diez años empadronada, no. Llegó a Madrid de su Ciudad Real natal para estudiar un máster con 25 años, así que las cuentas no le salen.
María llegó a Madrid hace diez años, cuando a los 18 entró a estudiar en la Universidad, y desde entonces reside en la comunidad. Tiene pareja estable y le gustaría ser madre pronto, pero tampoco podría acceder a la ayuda. Sólo se empadronó en Madrid cuando le hicieron un contrato laboral, en 2016, y hasta entonces estuvo registrada en el domicilio de sus padres, en Castilla-La Mancha.
“Lo de esa ayuda es inviable; tienes que empadronarte antes de los 20”, coincide una viguesa de 28 años empadronada en Madrid desde hace cuatro. “Es que quien se viene a estudiar no se empadrona”, corrobora otra joven de 26, de origen malagueño pero residente en Madrid desde los 23, cuando llegó a la capital para cursar un máster.
Del total de la población de la Comunidad de Madrid, el 43% ha nacido fuera (el 22% en otra autonomía y el 21% en otro país); si observamos los porcentajes de la capital, y más concretamente por edades, el 57% de la población de entre 25 y 29 años procede de otras comunidades autónomas (15%) o del extranjero (42%).
Madres primerizas pasados los 32
Es un hecho que la natalidad disminuye y que la maternidad se va retrasando cada vez más. El último informe del INE, publicado este jueves, señala que la edad media para ser madre en España es actualmente de 32,3 años —una de las más altas de todo el mundo—, y que el año pasado nacieron en España 339.206 niños, 21.411 menos que en 2019, y la menor cifra desde 1941.
Esta caída afecta también a la Comunidad de Madrid —donde en 2019 nacieron 56.000 niños, 24.000 menos que en 2008—, e Isabel Díaz Ayuso no iba desencaminada esta mañana cuando ha señalado “la falta de posibilidades económicas” como “un obstáculo para sacar adelante la ilusión de formar una familia”. Según la Encuesta de Fecundidad del INE realizada en 2018, los motivos económicos son una de las principales razones para retrasar la maternidad, pero hay más.
“Antes se tenían más hijos de los deseados, y ahora se tienen menos de los que se desean”, explicaba hace unos meses Teresa Castro, demógrafa del CSIC, a El HuffPost. “Las razones son diferentes, pero principalmente se debe a la precariedad laboral, que lleva a las parejas, o a las mujeres, a retrasarlo mucho; se debe a un alto índice de paro juvenil; a que hay menos servicios sociales de cuidado infantil que en otros países; a que a la desigualdad de género sigue siendo muy pronunciada y la mujer sigue haciéndose cargo de los hijos; a que es difícil conciliar la carrera profesional con el cuidado de los hijos”, enumeraba la experta.
A veces, directamente, se debe a la falta de pareja. Castro apunta que en España “hay un retraso muy grande en las formaciones de pareja y en empezar a vivir juntos”, lo cual está a su vez ligado a la elevada edad de emancipación de los jóvenes en el país, en torno a los 29 años de media.
Todo esto influye en el retraso de la edad de maternidad, que además varía entre las españolas, que lo retrasan hasta los 32,8 años, y las mujeres extranjeras residentes en el país, que, de media, tienen a su primer hijo a los 30,3 años.
En los últimos diez años, el número de nacimientos de madres de más de 40 años ha crecido un 41,1%: mientras que en 2010 el 5% de los nacimientos en España fueron de madres de 40 años o más, en 2020 este porcentaje se elevó hasta el 10,2%. En España ya hay más madres de 40 que de 25, y las mujeres que tienen hijos entre los 35 y los 39 duplican el número de mujeres que tienen hijos entre los 25 y los 29.
Pero el INE arroja otro dato interesante que probablemente interesa al Gobierno de Ayuso, y es que, de los 339.206 nacimientos que hubo en España en 2020, 76.224 fueron de madre extranjera, lo cual supone un 22,5% del total.
“¿En qué parte del esquema puede cuadrar un hijo?”
Isabel, la periodista de 26 años, tiene pareja estable, pero la idea de ser madre no se le pasa todavía por la cabeza, haya o no 500 euros de por medio. “Cuando no tienes trabajo, como el 40% de los jóvenes, o cuando tienes un trabajo precario o inestable, eres incapaz de planteártelo”, ilustra. “Cuando, aquí en Madrid, tienes que dedicar más de la mitad de tu sueldo a alquilar un piso de 40 metros cuadrados donde ni siquiera tienes una habitación para poder trabajar o para ti misma, ¿en qué parte de ese esquema puede cuadrar un hijo?”, plantea.
La periodista considera “bastante importante” la cuestión de la baja natalidad en España, pero tiene la impresión de que “no es ‘el problema de la natalidad’ en sí, sino que este subyace de otros muchos problemas de la sociedad” que habría que atajar antes, llámense precariedad laboral, falta de conciliación, desigualdad o acceso a la vivienda.
Ella, por si acaso, decidió empadronarse en Madrid el pasado mes de diciembre, cuando por fin alcanzó cierta estabilidad laboral; pero ni siquiera el trámite está siendo fácil. “Apareció Filomena y se estancaron todas las gestiones administrativas, así que no me daban cita”, cuenta Isabel. Ahora acaba de conseguir una y, si nada se lo impide, podrá empadronarse el próximo 5 de julio , tres años después de haberse mudado a la capital.