Por qué es importante la paridad en cultura
La ausencia de la visión femenina en la cultura no solo es injusta para las mujeres, también lo es para el propio público.
¿Se imaginan que en todos los restaurantes del país se sirviera únicamente lombarda cocida? En los restaurantes con estrellas Michelín: lombarda cocida. En los locales de fast food: lombarda cocida. En los menús del día: lombarda cocida. No solo resultaría aburridísimo salir a comer, sino que nuestra salud se resentiría. ¿Se imaginan también que la clientela reclamase una mayor variedad en la oferta gastronómica y la respuesta de los restaurantes fuese ofrecer lombarda en escabeche, a la parrilla y frita? Sin duda tendríamos un avance cuantitativo, pero no cualitativo. Por mucho que lo disfrazasen el menú seguiría siendo el mismo. Trasladen ahora esta situación a la cultura. A museos, a concursos, a series y películas. Los roles de hombres y mujeres siguen intactos desde tiempos inmemorables y aunque no dejamos de exigir una mayor diversidad de relatos, las figuras femeninas siguen haciendo lo mismo de antes. ¿Cuál es el problema y, sobre todo, qué es necesario para que esto cambie?
Según el Estudio sobre estereotipos en las series españolas que ha publicado recientemente el Instituto de la Mujer, aunque se haya incrementado la presencia de mujeres en la pantalla sus roles no se corresponden con los actuales. Madres, seductoras, poderosas amargadas, lolitas… ¿La razón? El 78% de las series siguen siendo dirigidas por hombres. Por muchas figuras femeninas que se intenten visibilizar la perspectiva sigue siendo masculina. Pero esto no es un problema únicamente de las series, sino que afecta a la cultura en general. Esta misma semana la comisaria de arte Semíramis González denunciaba públicamente que se inaugurase el Centro Pérez Siquier de fotografía en Almería con 39 fotógrafos y ninguna mujer. Y la escritora Laura Freixas hacía lo mismo con el concurso literario de la editorial Asteroide, cuyo jurado está compuesto por 1 mujer y 4 hombres. Ante las quejas que reclaman paridad en las representaciones, todavía hay muchas personas que argumentan que la selección debe hacerse en función de la calidad y no del sexo, añadiendo que la “discriminación positiva” es una injusticia.
Ciertamente, el término no es representativo de la medida y en todo caso debería usarse para describir la situación actual, en la que los hombres no solo son elegidos por la calidad de su trabajo sino también por su sexo. La tradición cultural siempre ha valorado a los hombres por su trabajo y esto hace que se confíe más en ellos en el ámbito laboral. La falta de referentes femeninos en lugares de poder y de éxito es un hándicap, no solo para las propias mujeres que se sienten más inseguras a la hora optar a esos puestos, sino también para el público y los intermediarios que tenderán a valorar mucho menos su talento. Por otro lado, el concepto de calidad es un concepto subjetivo, ya que la mirada masculina ha sido la única vara de medir de nuestra cultura durante siglos. La falta de mujeres conlleva a más falta de mujeres: cuantas menos oportunidades se les confiera en trabajos, becas y premios, menos experiencia tendrán y no podrán competir en las mismas condiciones que sus compañeros. Quizás tendríamos que usar otro término que se ajustara mejor a lo que intentamos lograr. No se trata de discriminar a nadie sino de “fomentar” o de “impulsar” un trabajo que se está valorando de menos.
La ausencia de la visión femenina en la cultura no solo es injusta para las mujeres, también lo es para el propio público. Tener un acceso a la información limitado a una única perspectiva genera una cultura pobre y mediocre que reduce las posibilidades de los espectadores. La cultura no es solo entretenimiento, también genera patrones de conducta y sirve como mapa visual que jerarquiza a la sociedad. Entretener y ser rentable no debería estar reñido con crear productos que aporten beneficios. La inmutabilidad de los estereotipos se puede solucionar incluyendo otras miradas en los equipos de trabajo, no solo en las categorías técnicas o ejecutoras sino también en las que toman decisiones. Son necesarias más miradas de mujeres, de diferentes clases sociales, diferentes culturas, diferentes tendencias sexuales… Si queremos una cultura de calidad hemos de procurar la diversidad: cuantas más opciones menos lombarda cocida y mayor libertad.