Por qué el Concierto de Año Nuevo mola muchísimo
Nueve motivos para levantarse (o no acostarse), encender la televisión y dar palmas.
Si hay una tradición el 1 de enero —más allá de las consabidas resacas y chocolates con churros— es la celebración del concierto de Año Nuevo de la Orquesta Filarmónica de Viena. En la primera mañana del año muchos hogares españoles comparten banda sonora mientras se intenta luchar contra la pereza, se recogen los restos de la cena y se prepara la nueva comilona de turno: las composiciones de la familia Strauss (los dos Johann, padre e hijo, Josef y Eduard) y sus coetáneos.
Algunos lo asocian con algo aburrido, viejuno o sólo para culturetas, pero nada más lejos de la realidad. El repertorio es de lo más popular, con piezas ligeras y, muchas de ellas, ampliamente conocidas. Éste es sólo uno de los motivos por los que deberías encender la televisión y dedicarle al menos un rato al de este año, entiendas o no de música clásica. Aquí van otros nueve con los que te animarás a seguirlo:
El primer concierto se celebró curiosamente el 31 de diciembre de 1939, no un 1 de enero, y se le llamó concierto extraordinario. El primero que ya recibió el nombre de concierto de Año Nuevo fue el del 1 de enero de 1941. Se retransmite en televisión desde 1959.
La Orquesta Filarmónica de Viena no tiene un director fijo, sino que cada 1 de enero invita al mejor director posible, intentando no repetir. Así, llevar la batuta supone todo un honor. En 2016 lo dirigió el venezolano Gustavo Dudamel y en 2018 el encargado es el italiano Riccardo Muti. No es un novato: ya ha dirigido esta cita en cuatro ocasiones (1993, 1997, 2000 y 2004).
Sólo 2.000 privilegiados pueden presenciar el concierto y la demanda es tan alta que la Filarmónica de Viena realiza un sorteo. ¡Y qué sorteo! Hay que registrarse a través de su página web en un plazo determinado, que en 2018 será del 2 de enero al 28 de febrero, para poder optar a dos entradas. El resultado se suele conocer en marzo.
Los precios de las entradas van desde los 35 euros (de pie) hasta los 1.090 euros. La Sala Dorada del Musikverein está entre las mejores del mundo en cuanto a acústica, así que lo que varía es la visibilidad y la comodidad. Pero para esto último, nada como tu casa. Recién levantado, en pijama y en tu sofá. Sólo tienes que poner TVE a las 11:15 y listo, tendrás entretenimiento hasta las 13:45.
No serás el único con este planazo. En España el de 2016 batió el récord histórico de audiencia con 2.372.000 espectadores (un 30,5% de cuota de pantalla).
La Sala Dorada es ya de por sí espectacular y quizá se te vayan los ojos a las lámparas de cristales, pero procura fijarte también en los miles de flores. Desde 1980 hasta 2013 eran un regalo de la ciudad italiana de San Remo. En 2014 corrieron a cargo de la propia Filarmónica y desde 2015 son distintos floristas austriacos los que engalanan el auditorio.
Y son las mejor parte del concierto. Tras ejecutar el programa principal, el director desea al público un feliz Año Nuevo en nombre de los músicos y se añaden tres propinas: una polca rápida, el vals El Danubio azul,de Johann Strauss hijo, y la Marcha Radetzky, de Johann Strauss padre. Hubo un año en el que ésta última no se tocó, en 2005, como muestra de respeto a las víctimas del tsunami del 26 de diciembre en el océano Índico.
Es tradición que en este último tema, en la Marcha Radetzky, el público aplauda al compás, muchas veces alentados por el propio director. Y siempre, siempre, es todo un momentazo.
En la retransmisión televisiva no sólo se ve el concierto, sino coreografías de distintos ballets de Viena en localizaciones como el palacio de Schönbrunn.
Aunque el concierto parezca ofrecido por señores serios para un público serio, en realidad se permiten bastantes licencias. Es habitual que los directores introduzcan alguna broma, como fingir que un teléfono móvil ha interrumpido una polca o sacar accesorios como balones de fútbol o gorros de cocina.