Por qué el cacao es la bebida de los dioses
Me gusta pensar que este preciado ingrediente es uno de los hilos conductores más sofisticados de nuestro saber gastronómico. Imagino al emperador Moctezuma portando una corona realizada con el arte plumario más hermoso, exótico y colorido, y llevando a su boca la jícara más bella provista de este ingrediente mezclado con chile, como bebida propia de la más importante realeza.
Sabemos que esta mezcla mágica era ofrecida a los dioses, quizás y seguramente, diosas, para establecer una comunión con el cosmos. También fue moneda y se le atribuían beneficios medicinales y curativos para la recuperación de los enfermos, además de que era un producto comestible que brindaba felicidad inmediata, como lo hace hasta hoy.
Así fue como el cacao llegó al Viejo Mundo, gracias a Cristóbal Colón y a la conquista de 1521. Ahí comenzó a forjar, por su sabor y características, su propia historia de "reconquista" a los paladares europeos. Esta historia hoy continúa su propio desarrollo como ingrediente fundamental de la repostería que posee su brillo. Los famosos chefs chocolateros del viejo mundo han creado inclusive formas, colores y sabores que superan las expectativas de los grandes consumidores de este manjar.
En mi quehacer gastronómico, como enamorada de nuestra gran cocina, la mexicana, me gustaría resaltar la importancia y versatilidad del cacao y del chocolate. Recordar los maravillosos platillos que lo poseen como ingrediente fundamental. Es decir, qué sería de un mole sin chocolate mezclado con todos sus demás hermanos de preparación y estirpe: chiles, clavo, tortilla, cacahuate, almendra, plátano, canela, jitomates, semillas de cilantro, ajonjolí, laurel, cebolla, ajos, azúcar y manteca, que dan como resultado la salsa monumental de México.
Nadie podría imaginar un pinole sin cacao, o el tascalate o el refrescante pozol, sin esta semilla ceremonial. O, ¿qué sería de los churros sin el chocolate espumoso de molinillo y calientito?
El cacao y su mejor invención, el chocolate, es para muchos el sabor del regocijo y la dicha. Sus propiedades químicas aportan de inmediato energía y, mediante un complejo proceso, liberación de endorfinas. Por eso lo llaman afrodisíaco, y qué mejor que sea el ingrediente del amor cuando se comparte y se regala esta delicia, ya que el propósito fundamental y final de la cocina es compartir y ser generosos de corazón, llamando a la inventiva, es decir, a la creatividad para preparar platillos y recetas.
Todo ello sin olvidar que esta semilla ceremonial posee una relación estrecha con el cosmos, nos une a él por cultura, es ingrediente de emperadores, reinas y reyes, de príncipes y plebeyos, de jóvenes y viejos; también de mexicanos y extranjeros. Y que por su versatilidad se presta a amalgamarse con lo dulce o lo salado y, como también nos lo enseñaron en esta patria, con lo picante.
Por este amor al cacao y a la belleza del chocolate, invito a todos los lectores, a vivir sensualizados por este extraordinario ingrediente y como siempre lo digo, no sé los héroes, pero sí los platillos que nos dieron patria: ¡Que viva el cacao!
Este post se publicó originalmente en el Huffpost México.