Por qué a los republicanos también les interesa destituir a Trump
Además de los demócratas, muchos republicanos ansían quitarse de encima una candidatura de Trump en 2024 gracias al 'impeachment'.
En sólo una semana, el Capitolio de Estados Unidos ha sido testigo del asalto de centenares de extremistas violentos, de la sesión más larga y turbulenta para certificar una victoria electoral, y del segundo impeachment a un mismo presidente, Donald Trump.
Lo primero y lo segundo fue alentado por el presidente saliente, y acatado por una parte importante del Partido Republicano. Lo tercero, el proceso de impeachment, fue impulsado por los demócratas, y no sólo ha hecho historia por ser la primera vez que un presidente era sometido dos veces a juicio político, sino por ser la vez que más representantes de un partido votaban a favor de reprobar a su líder.
Este miércoles, diez congresistas republicanos se sumaron a la bancada demócrata para aprobar el impeachment a Donald Trump en la Cámara de Representantes. Algunos lo anunciaron previamente y fueron muy duros con su presidente. “Nunca ha habido una traición más grande por parte de un presidente a su cargo y a su juramento de la Constitución”, denunció el martes Liz Cheney, la ‘número tres’ del Partido Republicano dentro de la Cámara. “Todo lo que ocurrió fue obra de Trump”, dijo la congresista.
Cheney no pretende dimitir, como sí han hecho una serie de altos cargos de la Administración Trump, pero tanto sus palabras y su voto como la cadena de dimisiones en la Casa Blanca demuestran que una parte del Partido Republicano se ha cansado de sostener a su líder, y podría ver en la destitución una forma de deshacerse de él en el futuro, pues el impeachment lo inhabilitaría para ocupar cargos públicos.
“Durante estos cuatro años, los republicanos han pagado un precio. Consintieron poner a un outsider en lo más alto a cambio de que Trump sacara adelante la agenda del Partido. Pero con lo que ha ocurrido ahora, muchos se preguntan si están dispuestos a pagar ese precio”, explica Carlota García Encina, investigadora principal de Estados Unidos y Relaciones Transatlánticas del Real Instituto Elcano.
“El asalto del otro día va en contra de la ortodoxia republicana”, apunta. “Los republicanos se jactan de ser el partido de la ley y el orden, y ahora hay muchos que se sienten furiosos. Hay división, hay tensión, ha habido dimisiones… pero, por otro lado, llegan tarde y siguen siendo pocos”, reconoce. “A Trump se le ha dado muchísimo oxígeno desde noviembre hasta ahora, y esto ha encendido la llama que acabó en el ataque al Capitolio”.
Con el impeachment a Trump, que todavía debe votarse en el Senado, el Partido Republicano podría de algún modo redimirse; mejor aún, les libraría de que Donald Trump volviera a presentarse en 2024, como ya ha dejado caer en alguna ocasión. De todo el proceso, “esto es lo que les resulta más atractivo a los republicanos”, opina García Encina.
“Podría ser el mazazo definitivo al trumpismo”, coincide José Ángel López, profesor de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales de Comillas ICADE, que entiende que a un sector de los republicanos esta estrategia les parezca “interesante”. “Depende del cálculo que hagan las estructuras del Partido Republicano; si de verdad los poderes fácticos tienen el temor de que Trump se presente a las elecciones de 2024, a lo mejor les interesa reprobar al mandatario para anular esa posibilidad”, señala.
“Los republicanos viven con miedo a recibir un comentario de Trump o un tuit que los desacredite, debido al poderoso control que ejerce sobre sus seguidores”, explicaba el analista S. V. Dáte en un artículo del HuffPost estadounidense. “A nivel local y estatal del partido, los activistas republicanos más veteranos se han visto obligados a abandonar y han sido reemplazados por personas leales a Trump. El Comité Nacional Republicano se ha convertido en una rama del negocio familiar de Trump y en un benefactor para sus hijos”, apunta. “Ya no es un partido, es una secta”, describe Joe Walsh, un excongresista republicano que se presentó como contrincante de Trump para la candidatura del 2020.
Con el impeachment, ese problema podría desaparecer. Sin embargo, la postura del Partido ahora mismo es “muy compleja”, asegura López. “Por un lado, debe situarse al margen de Trump, pero no puede obviar que muchos de los millones que votaron al Partido Republicano en noviembre lo hicieron porque apoyaban los postulados de Trump y probablemente no habrían votado si no fuera por él”, sostiene.
Donald Trump obtuvo 74 millones de votos en las elecciones del pasado mes de noviembre, siete millones menos que su rival, el candidato demócrata y ahora presidente electo Joe Biden, pero once millones más que hace cuatro años, cuando el magnate se presentó por primera vez.
“Trump es mucho más popular entre los votantes que entre el establishment republicano”, afirma Carlota García Encina, que, al mismo tiempo, considera que las tendencias de voto de los jóvenes no auguran nada bueno a los republicanos si pretenden seguir por el camino actual.
“El Partido tiene que debatir a dónde quiere ir. O cambian o en el futuro lo tendrán muy complicado”, vaticina.
Este punto de inflexión, marcado por la insurrección trumpista, por el impeachment y por la derrota electoral, puede ser la excusa perfecta para que el partido haga “limpieza” y reclame su independencia de Trump.
“El partido tiene que hacer limpieza general y reconstruirse desde los cimientos. La lealtad se ha convertido en el requisito básico y eso ha permitido que gente que no está cuerda ni cualificada ascienda a los peldaños más altos”, comentaba un expolítico republicano desde el anonimato a la edición estadounidense del HuffPost. “Hasta que no arreglen eso, no creo que el Partido Republicano merezca estar en el poder”.
“Trump ha conseguido anular la figura del Partido Republicano, lo ha fagocitado completamente. Ahora es fundamental que el Partido articule un discurso político e ideológico más allá de Trump. Tiene que emprender otro rumbo si quiere recuperarse”, coincide José Ángel López.
Ernesto Pascual, profesor de los Estudios de Ciencias Políticas de la UOC, no es tan optimista con las aspiraciones de “limpieza” del Partido Republicano. “No todos los republicanos quieren destituir al todavía presidente. Hay una facción del Partido que ha vivido y vive muy cómoda a la sombra de Trump”, dice. “Donald Trump les permitió conseguir una gran base electoral y gobernar el país durante cuatro años, cuando el Partido se encontraba a la deriva”.
Al mismo tiempo, Pascual entiende que la élite republicana, o parte de ella, quiera desmarcarse de lo ocurrido en el Capitolio. “Es una característica que suele darse con los golpes de Estado fallidos. Cuando la élite ve amenazada su seguridad personal, abandona inmediatamente al líder que apoyaba”, ilustra. “Cuando han visto la dimensión del ataque del miércoles, cuando han visto que había militares y policías implicados, y que los manifestantes pretendían secuestrar a gente, la élite republicana ha dicho ‘hasta aquí’”, describe el profesor, que, sin embargo, considera que ese ‘hasta aquí’ llega demasiado tarde.
Entre los republicanos que reprueban a su líder se distinguen varios grupos. Están los más protocolarios, como el vicepresidente Mike Pence y el líder de la mayoría en el Senado, Mitch McConnell, que han apoyado religiosamente a Trump estos años pero no están dispuestos a cruzar líneas anticonstitucionales y a declarar inválida la victoria democrática de Biden. Están los que, abiertamente, han condenado a Trump tras el asalto, y este miércoles votaron a favor del juicio político. Y también están los que no votaron para no significarse, pero comparten el veredicto.
“Algunos republicanos se han asustado al ver hasta dónde ha llegado su Partido con la extrema derecha, y están dispuestos a romper con ello”, reconoce Pascual. “Hay una facción republicana que siempre ha existido, y que ahora ha tomado más peso, que pretende volver a valores más antiguos, desescalar la polarización, dejar a un lado las fake news y la confrontación directa con el Partido Demócrata”, enumera.
“En general, quieren que Trump se vaya, pero no se quieren hacer notar por si acaso el dragón revive y acaba presentándose en 2024”, sostiene el profesor. “Quizás se despeje más su camino cuando Biden tome posesión el miércoles y la gente se dé cuenta de que Trump está fuera, de que no los va a poder cesar”, añade.
También están los republicanos con aspiraciones a ser candidatos en 2024, a los que les interesa o bien quitarse de encima el peso de Trump, o bien retomar el terreno abonado y ‘adueñarse’ de los votantes a los que el presidente dejará huérfanos.
En cualquier caso, depende del Partido Republicano decidir “si vuelve a las raíces o si sigue pensando en el electorado de Trump”, apunta Pascual. “Si se impone el espíritu democrático y constitucional en el partido, votarán por el impeachment”, afirma.
Todo esto quedará reflejado en el Senado, encargado de debatir y votar el juicio político ahora que la Cámara de Representantes le ha dado luz verde. Esa será “la prueba de fuego”, asegura José Ángel López.
Y no será fácil. El líder de la mayoría, Mitch McConnell, se ha negado a convocar una sesión de emergencia en la Cámara Alta para abordar el juicio político a Trump. La Cámara no se reunirá previsiblemente hasta el próximo miércoles 19 de enero, justo un día antes de la toma de posesión de Biden, con lo cual el impeachment se retrasaría.
Para que el juicio político salga adelante, 17 senadores republicanos tienen que votar a favor. No es imposible, pero sí muy difícil. “Antes era habitual que miembros de uno u otro partido votaran a favor de propuestas del partido contrario, pero ahora no. Ahora hay republicanos que no votarán jamás lo que apoya un demócrata”, comenta Carlota García Encina. Sin embargo, matiza, esta “polarización” se da más en la Cámara de Representantes y no tanto en el Senado, y esa puede ser la baza de los demócratas, sumado a la gravedad de los hechos que han provocado el impeachment (recordemos: Trump incitó a la insurrección el 6 de enero).
Hasta ahora, dos senadoras republicanas se han mostrado favorables a apoyar el impeachment, y se espera que también lo haga Mitt Romney, que ya votó contra Trump en febrero de 2020, en su primer juicio político. Tambise especula con que el propio McConnell, fiel escudero de Trump hasta hace muy, muy poco, podría dar la estocada a su líder en esa votación.
“Probablemente habrá más senadores que congresistas que voten a favor del impeachment”, augura Carlota García Encina. “Aunque llegar a los 17 va a ser complicado”.