Podemos cambiar Podemos
Si pudimos cambiar la forma de entender y hacer la política en el conjunto del país, PODEMOS cambiar la actual forma de hacer y entender dentro del partido.
En Podemos tuvimos que despedir el año en silencio ante la primera sentencia que anula unas primarias (las de Collado Villalba, en una sentencia extensible al sistema de primarias en todo el partido) tras encontrar señales de manipulación, constatando el juez la irredenta opacidad de los procesos electorales de Podemos, donde su Secretaría de Organización entiende que es mejor que el partido sufra el descrédito de uno de sus elementos distintivos de democracia y participación que entregar el censo al juzgado y que quede al descubierto la realidad de los procedimientos internos.
La sentencia no es firme. Lo es, sin embargo, la voluntad clara por parte de la dirección del partido de ignorar los principios fundamentales de un proyecto que nació de la demanda de participación, horizontalidad, transparencia y honestidad como forma de hacer política.
Silencio. Silencio ahora y hace ya tiempo. Y esperar a que escampe. La gente es un abstracto, la participación un tuit, la crítica un enemigo, la militancia una corte, las primarias una farsa… mientras se acumula la desafección y la distancia entre lo que iba a ser un proyecto de todas y todos y una dirección que, centrada en su propio autismo, acabará teniendo que reclutar entre los infames a los encargados de acallar cualquier voz, cualquier pregunta, cualquier ruido.
Esperar a que escampe el hundimiento de los resultados electorales producto de imponer desde arriba los pactos y las lealtades clientelares de la Dirección frente a las decisiones de las personas inscritas. Desgastar el nombre de nuestro Secretario General en sus candidaturas obedientes, utilizar todo tipo de artimañas internas para defraudar el voto de la gente y, finalmente, eliminar cualquier control y transparencia sobre los procesos de primarias de modo que puedan ser directamente manipulados.
Lo hemos visto en Galicia, lo acabamos de ver en Catalunya y, por supuesto, cómo no lo íbamos a ver en Canarias, coto privado del último encargado del “trabajo sucio” al frente de la Secretaría de Organización Estatal. Y, pese a que lo que sigue está circunscrito a un ámbito geográfico concreto, créanme si les digo que cualquier militante de cualquier territorio puede reconocerse en estas líneas, estas actitudes, esta manera de hacer y entender el partido. Lo ocurrido en estos últimos tres años nos recuerda que, así, no podemos.
Recordar lo que ha venido ocurriendo en Podemos en general y en Canarias en particular desde 2017, cuando las primarias se envolvieron de golpe en la más absoluta opacidad, sustituyendo a la revolucionaria transparencia de la que Podemos hacía bandera, aquel proyecto abierto, participativo y horizontal, aquel partido diferente, sin nada que esconder y donde se empoderaba a la gente común para que llegara a las instituciones.
Recordar también las primarias municipales, insulares y autonómicas de 2018, tras un acuerdo de la Asamblea Ciudadana Estatal en el que entre todas y todos habíamos decidido participar con IU y Equo en todas partes. Daba igual. En Canarias ya se había decidido incumplir la voluntad democrática del máximo órgano de decisión del partido, y nuestro Secretario de Organización daba la espalda a IU y Equo para priorizar los pactos con aquéllos a quienes debía oscuros favores.
Recordar, por ejemplo, aquel jueves de Semana Santa en el que nos levantamos con la denuncia del ganador de las primarias en Fuerteventura de que se estaba buscando a alguien para ponerlo como cabeza de lista. Si las primarias no las gana quien yo quiero, te impongo a alguien a dedo. Y encontraron a ese alguien en un miembro ¡de Coalición Canaria! que dejó de serlo el mismo día que lo presentaron como candidato de Podemos.
Recordar, en 2019, cuando un grupo de compañeras nos vimos obligadas a renunciar a participar en las listas al Parlamento de Canarias tras comprobar en el Boletín Oficial del Estado que las listas provisionales reflejaban los caprichos de la Secretaría de Organización en vez de la legítima decisión de las personas inscritas: daban igual los reglamentos, la participación o la democracia. La papeleta electoral se hizo prescindiendo de las primarias porque para la dirección y para la Secretaría de Organización esto no era ya un proyecto político honesto y democrático abierto a la ciudadanía, sino una herramienta al servicio de sus intereses políticos, económicos y personales.
O recordar, finalmente, las últimas elecciones internas al Consejo Ciudadano Autonómico y a la Coordinadora General Autonómica de Canarias, en las que una de las candidaturas, que contaba con el apoyo expreso de centenares de personas inscritas y más avales que ninguna otra, se vio obligada a retirarse del proceso, tras no darse las mínimas garantías de limpieza y transparencia, pese a que más de mil setecientas personas inscritas solicitaron con su firma a la Secretaría de Organización el establecimiento de los mínimos elementos de transparencia que hacen democrática cualquier elección, como el acceso al censo por parte de las candidaturas o la presencia de un actor independiente en la custodia de las urnas y en el recuento de votos. La Secretaría de Organización, que ya había tomado partido por la otra candidatura de forma explícita (tanto es así que la bautizaron con el nombre de “Equipo Pablo Iglesias”), desoyó a esas más de mil setecientas personas inscritas que pedían transparencia, atrincherándose en la opacidad de unos procesos de primarias teledirigidos desde hace años.
No es Canarias, no es Catalunya, no es Galicia, no es Andalucía y no es Madrid. No es un juzgado diciendo que las primarias en Podemos están manipuladas. Son hechos que se repiten y que nos recuerdan que, así, no podemos. Que las personas inscritas hemos perdido el control de una herramienta que fue nuestra para cambiarlo todo y que ahora pertenece a unos pocos para intercambiar sus pequeñas cosas, en sus pequeños pactos de intereses mezquinos.
Y aún tendremos que oír que dañamos al partido por levantar la voz… ¿Qué partido?, ¿quién está destruyendo un proyecto que es ya es solo el juguete de unos pocos?, ¿quién denuncia y exige transparencia, juego limpio y respeto a las normas que nos hemos impuesto, o quien desde dentro manipula, miente, engaña y traiciona la esencia misma de Podemos?, ¿quién pretende hacer a la gente corriente protagonista del cambio en las instituciones, o quién se empeña en volver a jugar, con las cartas marcadas de la representación, el juego de la subalternidad con sus consiguientes migajas personales en forma de cargos?
Solo oiremos silencio. Y esperar a que escampe… mientras apuran la antepenúltima nómina, el penúltimo cargo o el último privilegio. Proclamas, intercambio de favores, gangocheo, obediencia ciega y sordina mientras caen uno tras otro los resultados electorales.
Frente a ese silencio, toca una vez más levantar la voz. Frente a ese esperar a que escampe, la tormenta de ilusiones e ideas renovadas que termina por hacer añicos los diques de la infamia. Porque estas líneas no son de hastío ni rendición, son una llamada a recordar que podemos.
A recordar que, si pudimos cambiar la forma de entender y hacer la política en el conjunto del país, PODEMOS cambiar la actual forma de hacer y entender dentro del partido. A recordar que, si pudimos empujar al resto de partidos a elegir a sus cargos en primarias, AHORA PODEMOS devolver al nuestro la celebración de primarias con libertad, transparencia y garantías.
A recordar que, si pudimos doblegar gobiernos corruptos, CLARO QUE PODEMOS exigir responsabilidades en nuestro partido. A recordar que, si pudimos llevar aire limpio a las instituciones, también PODEMOS renovar los aires en el seno de nuestra organización. A recordar que, si pudimos llevar las demandas de la calle a las instituciones, PODEMOS llevar las demandas de la militancia a los órganos del partido.
A recordar que, si fuimos capaces de abanderar la plurinacionalidad en el conjunto del Estado, CLARO QUE PODEMOS traducirla en diversidad y respeto a la leal autonomía del partido en los territorios. A recordar que si impulsamos políticas que cambiaron la vida de la gente desde la oposición, AHORA PODEMOS hacerlo con más fuerza desde los gobiernos.
A recordar que, si vinimos a cambiarlo todo, también PODEMOS romper el silencio, levantando una voz unánime, sin esperar a que escampe: que también PODEMOS CAMBIAR PODEMOS.