El filósofo al que los políticos no quieren leer
Tras Pitágoras y Sócrates, el novelista Marcos Chicot cierra con 'El asesinato de Platón' la novela total sobre el filósofo griego.
Si el filósofo Platón levantara la cabeza y alguien le comentase que un novelista español ha escrito un tocho de 944 páginas con su nombre en la cubierta, probablemente pensaría que ese autor se lo debería hacer mirar.
Nada más lejos de la realidad: la cabeza de Marcos Chicot carbura muy bien y su entusiasmo con El asesinato de Platón es tal que incluso cuesta sacarle, en media hora de conversación, de un mundo que no sea otro que el de la Grecia antigua, con sus academias, luchas sangrientas y discursos filosóficos.
Durante los últimos 15 años Chicot se ha erigido en el gran relator de los asesinatos en la Grecia antigua. Comenzó con Pitágoras, liquidó a Sócrates —novela con la que fue finalista del Premio Planeta 2016— y, ahora ejecuta a Platón. No lo dice, pero en ningún caso sería descabellado imaginar que la posible tetralogía se cerrase con Aristóteles.
Que nadie se confunda: El asesinato de Platón no tiene como personaje principal al filósofo griego. Obviamente es una de las piezas fundamentales de un puzzle del que se vale Chicot para construir y relatar 25 años de la historia de la Grecia clásica. La guerra entre Grecia, Esparta y Tebas, las traiciones, los vicios, los amores, los discursos filosóficos, la vida cotidiana e incluso la gastronomía de la época le sirven al autor madrileño para ofrecer un menú —”una novela coral”, matiza— que supura por los cuatro costados elementos del mejor best-seller.
Chicot ha estado cuatros años “encerrado” trabajando bajo el convencimiento de que “si te explican bien a Platón se descubre al personaje más fascinante de la Historia” y la premisa de que se puede entretener y enseñar al mismo tiempo. “Ofrezco 900 páginas de intriga, filosofía y emoción”, subraya.
La novela refleja cómo muchas de las preocupaciones de la época siguen teniendo vigencia en la el mundo del siglo XXI. Por ejemplo, respecto al lugar que deben ocupar las mujeres en la sociedad. La vida de Altea, uno de los personajes capitales de la novela, podría ser la de cualquier mujer actual: debe luchar más que los hombres para encontrar su posición y lograr el respeto ajeno. Para ello cuenta con el apoyo convencido de Platón, quien defendía que “las mujeres podían realizar las mismas tareas que los hombres, incluso gobernar, y que un Estado que prescinde de sus mujeres renuncia a la mitad de sus recursos”, recuerda el autor.
Se trata, en definitiva, de una sociedad de la que bebe la actual: “Es en Grecia donde se alcanza un nivel prodigioso en todos los campos del arte y del pensamiento, desde el arte a la literatura pasando por la democracia o la medicina”, señala Chicot. Para desentrañar esa realidad y adaptarla a la novela, el escritor madrileño se ha sumergido en todo tipo de fuentes históricas y documentación para ofrecer “una trama real” basada de forma fehaciente en todo lo que ocurrió. Apenas hay invención: “Mi premisa es transmitir lo real de forma rigurosa. Todo lo que hay relevante de aquel mundo, de aquella época y del personaje —tanto de su vida como de su pensamiento— quiero transmitirlo y que se comprenda de forma amena”.
Durante un año en el que estudió “absolutamente todo” dio forma al armazón de su historia. Fue en ese momento cuando estableció los límites que le marcaba la realidad histórica y lo que quería contar. “Con esos elementos construyo la trama de ficción y los personajes que me permitan enlazarlo todo con un ritmo dinámico. Si en un momento dado hay un hecho que no me coincide con la trama de ficción y me vendría bien modificarlo o incluso renunciar a él, jamás lo hago. Nunca quito un elemento relevante ni muevo un elemento real. Si es necesario, me paro un mes y reconstruyo la trama de ficción hasta que me permita encajarlo todo”.
Su mayor dificultad la encontró al tomar algo que no bebía directamente de las fuentes, bien porque no existan referencias o bien porque hubiera que dejar volar la imaginación. Por ejemplo, en los diálogos de Platón con sus amigos: “Tienes que decidir por qué pones una palabra y no otra, cada palabra matiza un concepto y te planteas si es exactamente lo que diría Platón o cómo se expresaría Platón”. Para aferrarse a la verosimilitud, Chicot volvía una y otra vez a la obras de Platón. Sólo así podía “construir un diálogo adecuado a la realidad de Platón, no a nuestra realidad. No es exactamente lo que se dijo, pero sí lo que podría haber dicho. Para eso tuve en cuenta lo que pensaba, sentía y sus circunstancias. Así, con cada elemento de la novela”. Un “defecto” de minuciosidad compulsiva que el propio Chicot se atribuye y que tiene su cara positiva: “Es la novela más ambiciosa y la que más esfuerzo me ha exigido”.
Además de ser una novela pura y dura, El asesinato de Platón es toda una enseñanza sobre su filosofía. “Consideraba que los mayores enemigos de la democracia eran los demagogos, defendía que gobernasen no los más capacitados para convencer, sino para gobernar”, explica Chicot. Toda una serie de valores que, en definitiva, se podrían aplicar en 2020: “Que gobierne la justicia en vez de la corrupción, que gobierne la razón y no la retórica vacía de los demagogos, que gobierne la sabiduría, el conocimiento en lugar de la ignorancia o la necedad. Al mejor médico no se le elige por aclamación popular, sino al que más sabe, al más formado, al que tiene más experiencia”.
Entonces, ¿por qué no elegimos así a nuestros gobernantes? “A los gobernantes actuales no les interesa leer a Platón”, zanja el escritor.
Hoy Platón no le diría nada a los políticos. Porque no le escucharían.