Cómo puedes ayudar a tu perro si entra en pánico cada vez que oye un petardo
Lo que pasa por el cerebro de tu mascota es lo mismo que te pasa a ti cuando tienes una fobia.
Espe nunca olvidará la Nochevieja de 2015. Salió a cenar con una amiga y vecina suya, pero no estuvo un minuto tranquila. Sus perros se habían quedado en casa y Cuca, un bretón español de 7 años, se ponía muy nerviosa cada vez que oía un petardo. “Se le salía el corazón por la boca, muchas veces me la encontraba en la bañera escondida”, recuerda la dueña. Por eso, sospechando que esa noche sus vecinos tirarían petardos en la calle, Espe dio una valeriana a sus perros antes de salir, dejó “todas las puertas de la terraza cerradas y la tele encendida” y, nada más terminar de cenar, volvió a su casa.
Pese a sus precauciones, la escena que se encontró Espe al entrar a su vivienda era “dantesca”. “Todo estaba lleno de sangre y pensé que Cuca estaba muerta. No me sostenían ni las piernas”, cuenta a El HuffPost Life desde su Málaga natal.
Ante el ruido de los petardos que estaban tirando en la calle, Cuca intentó salir a la terraza por la gatera, rompió el cristal y, “al darse cuenta de que ahí el ruido era infernal”, quiso volver a entrar y se quedó enganchada, “con el cuerpo fuera y la cabeza dentro”.
“Para sacarla, tuve que romper el cristal con cuidado de que no se clavara los trozos que se habían desprendido, que parecían la espada de Damocles. La pobre estaba aterrorizada, me la llevé a la bañera y la lavé. Tenía un tajo en el cuello. Mis otros perros ladraban como posesos. Gracias a Dios no pasó nada más; podía haberse guillotinado”, explica Espe. “Desde entonces, no salgo en Nochevieja”.
Esta experiencia no le resulta ajena a Jaume Fatjó, director de la Cátedra Fundación Affinity Animales y Salud de la Universitat Autònoma de Barcelona. “Se calcula que el 50% de los perros reacciona de forma desmesurada a los ruidos intensos”, corrobora este veterinario especialista en medicina del comportamiento de animales de compañía y coautor del artículo Clinical characterisation of noise sensitivity in dogs.
“Dentro de ese porcentaje de animales afectados, sus respuestas son diferentes, pero lo que sí suele coincidir es que se producen solamente como reacción a petardos y truenos”, explica el especialista. “Y el principal motivo es el miedo”.
Dependiendo de la intensidad de ese miedo, “ante el estímulo, los perros presentan manifestaciones posturales (la cola entre las patas, el cuerpo encogido) y de comportamiento, ya sea de forma pasiva (se quedan quietos, se esconden, bajan las orejas, tienen temblores) o de forma activa (ladran, se ponen ansiosos, dan vueltas, tratan de escapar, rascan la puerta)”, enumera Fatjó.
En los casos más fuertes, se convierte en una fobia, y no difiere mucho de las que tenemos los humanos.
“Las fobias no son aleatorias”, aclara Fatjó. “En los humanos, hay temas que se repiten, como las alturas, los animales y las inyecciones, lo cual tiene un componente evolutivo. Esa aprensión tiene una explicación: el peligro. Biológicamente, la fobia es una forma de protegernos. Si te asustas al oír un trueno, hay un sentido adaptativo, implica la idea de huir del peligro”, apunta. “El miedo es un sentimiento universal”.
“Lo que pasa por el cerebro de un perro y de una persona es lo mismo”
Curiosamente, “lo que pasa por el cerebro de un perro y de una persona ante una situación así es lo mismo”. “En el sistema nervioso hay toda una circuitería al servicio del miedo y los mensajeros químicos que se orquestan en caso de pánico son idénticos en los seres humanos y en los perros”, explica Fatjó. Es más, el tratamiento para calmar los nervios en animales y personas es exactamente igual: “A los perros también se les da ansiolíticos, como Valium, para inhibir esas reacciones químicas”.
Junto a Jonathan Bowen, veterinario responsable del servicio de etología clínica del Royal Veterinary College de la Universidad de Londres, Fatjó ha desarrollado un cuestionario validado científicamente para evaluar el miedo de los perros a truenos y petardos, que mide de 0 a 25 la gravedad de los síntomas y está disponible online en varios idiomas. “Ya tenemos resultados de 25.000 pacientes, pero no constituye un retrato fiel de la realidad porque la escala suele contestarla quien tiene el problema”, matiza Fatjó.
Eso sí, su investigación les ha permitido descubrir que hay animales “con cuadros más graves” que llegan a anticiparse al estímulo. Por ejemplo, “se ponen nerviosos cuando ven llover o incluso cuando hace un día nublado, antes de que haya tormenta, o se asustan cuando sus propietarios están viendo un partido en la tele porque asocian el fútbol a los petardos”, señala. “En casos más serios, los animales no se recuperan en cuanto vuelve a haber silencio: aunque se acaben los fuegos artificiales, tardan horas en relajarse”, añade Fatjó.
Es inusual, pero la fobia puede llegar a provocarles la muerte
Es “poco habitual” que un animal muera por estos miedos, reconoce el experto, “pero un perro con una cardiopatía o con un comportamiento peligroso asociado a la fobia (como huir o saltar por la ventana) sí puede morir”.
“Sí pueden morir y, de hecho, ya ha sucedido”, corrobora Silvia Barquero, presidenta del Partido Animalista Pacma. Además de los ataques directos con petardos a animales, en Pacma han “denunciado varios casos de perros que, por miedo al ruido, han saltado por la ventana”, señala Barquero. “Por eso somos contrarios al uso de petardos, porque son dañinos para perros, aves, niños y otras personas con patologías como el autismo”, defiende.
Con todo esto en mente, hace unos años la organización animalista lanzó en redes sociales la campaña #NoSeasPetardo, en contra del uso de pirotecnia en fiestas.
“Personalmente, a mí los petardos me suenan a guerra. Me sorprende que se vendan tan a la ligera, cuando hay niños que han perdido los dedos de la mano por lanzarlos”, lamenta Barquero. La presidenta de Pacma habla de “un debate necesario” en torno a su uso, y sostiene que “cada vez más gente los rechaza”.
En su organización celebran medidas como la que tomó el Ayuntamiento de Roma en 2017 al prohibir la pirotecnia en Nochevieja. En Collecchio, otro municipio italiano, se instauraron en 2015 los fuegos artificiales sólo lumínicos, eliminando así el ruido de la explosión.
“Los animales experimentan la vida de manera muy similar a como la experimentamos los humanos”, recuerda Barquero. Para imaginar el sufrimiento de un perro con un petardo, añádele a la sensación de pánico el factor del desconocimiento y te acercarás a lo que supone su fobia: “Cuando un animal oye un petardo o un trueno no sabe lo que está sucediendo. Lo nota como una amenaza y eso le genera más estrés y ansiedad”.
Qué puedes hacer para minimizar el daño
“Existen dos estrategias: la paliativa y la curativa”, apunta Jaume Fatjó. “La primera trata de minimizar el impacto antes de que se produzca. Por ejemplo, se prepara un lugar seguro donde el perro pueda esconderse, se le enseña a utilizar un espacio de la casa como zona segura, como un trasportín grande aislado acústicamente que esté siempre abierto”, recomienda el veterinario. “La idea es volver de algún modo al concepto de guarida”, señala. “Tampoco hay que dejar al perro solo, hay que tratar de tranquilizarlo, minimizar el sonido o incluso darle un fármaco, un suplemento dietético o unas feromonas sintéticas”.
La segunda estrategia es la curativa, algo similar a un tratamiento de choque “por el que el perro se va acostumbrando poco a poco al ruido con una grabación de menos a más volumen”. “Se trata de que el animal vaya cambiando su percepción”, señala Fatjó. “Lo que pasa es que esto lleva mucho tiempo y no hay garantía de éxito, porque con una sola exposición el perro puede volver al punto inicial”, admite. “Estos tratamientos se indican para cuadros extremos, como en casos de perros que se pasan un mes entero temblando, sin salir de casa”, cuenta Jaume Fatjó. “Porque así no pueden vivir”.