'Pegasus' no es un camión
En una democracia también hay reglas para los espías: todo ha de hacerse bajo la atenta mirada de los jueces competentes.
Los servicios secretos son secretos, como su propio nombre indica. Por lo tanto,
tienen siempre un halo de misterio. De duda. Sobre ellos se sospecha de oficio; casi por necesidad: en una democracia, pues, también hay reglas para los espías: todo ha de hacerse bajo la atenta mirada de los jueces competentes. Mucha gente no cree en su existencia. Piensa que solo los hay en las películas. Pero no es así. Además, son inevitables, como estamos viendo por ejemplo con el asombroso y tenebroso caso Villarejo’, las colusiones con las ‘cloacas’.
Por eso es tan importante que funcionen los controles, sin perder ripio, por mal que suene. Para ello, aparte de las pertinentes autorizaciones judiciales previas, y episodio por episodio, nombre a nombre, motivo a motivo, hay una comisión parlamentaria especial de acceso restringido. Pero cualquier noticia a este respecto tiene un inevitable ingrediente de escándalo, como casi todas las obviedades. Por algo será que sobre esta actividad se han escrito excelentes guiones y novelas para el género del espionaje. También el periodismo tiene en esta especialidad una inacabable cosecha de titulares.
Ahora todo anda revuelto con las noticias sobre ‘Pegasus’, que no es el nombre de un camión sino de un sofisticado sistema de cíber espionaje creado por la empresa israelí NSO Group solo accesible, en principio, para gobiernos o con autorización de ellos. Unas filtraciones envueltas en un enredo revelan la posible utilización de este ‘software’ para la vigilancia de móviles de personas vinculadas con la organización del ‘procés’ catalán; pero nada en concreto se sabe.
Lo único probado y ratificado en los tribunales es que la Generalitat separatista quiso llevar a cabo la desconexión de España mediante procedimientos ilegales.
Concretamente era un atentado de libro y delito de sedición, como mínimo, contra el artículo 2 de la Constitución: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas”. Es lo que hay mientras lo haya.
Y resulta que no solo los condenados o en busca y captura dicen que lo volverían a hacer, sino que desde hace meses se viene diciendo que miembros del clan Puigdemont han entablado contactos con círculos rusos. Y como es público, desde hace tiempo un objetivo estratégico del presidente Putin ha sido la desestabilización interna de los países de la Unión Europea, para así debilitar a las dos grandes organizaciones occidentales: la OTAN y la UE. La guerra de Ucrania confirma a mayores la afirmación de H. Kissinger en ‘Orden Mundial’: “En cada época la humanidad produce individuos demoniacos y seductoras ideas de represión”. Propaganda combinada con una férrea censura y un nuevo telón de acero que impide la penetración de información desde el exterior permite la creación de un ambiente uniforme de fanatismo y fe alrededor del ‘líder salvador’.
Esta guerra que vive Europa no ha nacido por generación espontánea: forma parte de una línea continua que ya fue explicada en el siglo XVII por un ministro del zar Alejandro: “Expandir el Estado en todas direcciones, esa es la función del Ministerio de Asuntos Exteriores”. Una tradición zarista, recogida por el bolchevismo y actualizada por Putin. En el documental francés El regreso de Putin, emitido por laSexta el pasado domingo 1 de mayo una señora resguardada del frío por un abrigo de pieles celebraba en Moscú la última reelección del ex espía del KGB con estas palabras: “Es una fortaleza para nuestro imperio multinacional”. Manda carallo.
De esta doctrina resurgen los intentos para desvertebrar Europa y volver a los tiempos del colchón de naciones o espacio de ‘soberanía limitada’ que se extendía desde la frontera de Rusia hasta Berlín. Están fuera de duda los ataques informáticos en línea con la estrategia del Kremlin, tanto que están siendo frecuentes los foros sobre las ‘amenazas desde el ciberespacio’. Interferencia en las elecciones de EE. UU., apoyando a Donald Trump; interferencia en el Reino Unido apoyando el ‘Brexit’…etcétera. También España ha sufrido agresiones de este tipo a órganos vitales, que han podido ser neutralizadas.
Es notoria la ayuda del nuevo régimen ruso a la extrema derecha de la ‘península europea’. El lepenismo ha recibido fondos y créditos de Moscú; el húngaro Orbán, puesto en cuarentena por Bruselas, no esconde sus simpatías putinescas… En Europa poco a poco resucitan los fantasmas del pasado.
En esta situación los servicios de inteligencia tienen sobrecarga de trabajo. Han de estar atentos a las circunstancias que van superando la mera apariencia. En enero de 2020 el ministerio del Interior de la RFA ‘planta cara’ a la extrema derecha e ilegaliza a un grupo neonazi, ‘Ciudadanos del Reich’. Delitos de los que se le acusa: “Expresar claramente su intolerancia hacia la democracia a través del racismo, el antisemitismo y el revisionismo histórico”. (Atentos con las semejanzas). En marzo de 2021 se pone bajo vigilancia al partido ultraderechista AfD (Alternativa para Alemania) por sus ‘tendencias extremistas’. Poco después el gobierno disuelve la segunda compañía del Comando de Fuerzas Especiales’ a causa de los vínculos de algunos miembros con la extrema derecha.
Oído cocina.
En España la banda terrorista ETA cesó su actividad armada por una eficaz suma de esfuerzos: los policiales, la Justicia, el Gobierno y los pactos de Estado y la sociedad. Pero fueron también determinantes los servicios secretos y el uso de topos, que infiltraron toda la galaxia de apoyo abertzale. Muchos agentes adoptaron identidades falsas, bajo amparo judicial, y lograron penetrar como un queso gruyere a la organización, y espiar no solo a los que empuñaban las pistolas o colocaban las bombas. Síntomas sociales de la ‘gripalización’ de la violencia –pintadas, agresiones, recibimiento a los asesinos como héroes…– muestran que aún quedan efectos secundarios cronificados de la enfermedad. No es extraño que tanto jueces como fiscales, y como la policía y el CNI sigan con el fonendo puesto.
Dirigentes de partidos políticos que han expresado o bien su ‘comprensión’ o bien su cínica falta de arrepentimiento constituyen en el mundo de lo real ‘personajes de interés’ para cualquier organismo de inteligencia y análisis.
El problema no es que haya espías; el problema es que se respeten las reglas. Y en principio hay datos preocupantes, que no son los que parece que son. Si se traspasa la cortina de humo de la desinformación, pues aquí hay mucha parte contratante de la primera parte y de la segunda parte del caos, no es muy normal que quienes abiertamente han tratado y siguen tratando de atentar contra la ‘indisoluble unidad de la Nación’ o banalizar la Constitución, incluyendo a los separatistas, a la extrema izquierda y, ojo al dato, a la extrema derecha nostálgico franquista, puedan conocer desde dentro de la Comisión de Secretos Oficiales las legítimas estrategias de información y defensa del Estado.
No fue una casualidad sino un tic revelador que Pablo M. Iglesias quisiera estar, en aquellos tiempos del humilde pisito de barrio, en las comisiones del CNI y en el control de TVE. En un seminario en Zaragoza hace casi una década, en una
intervención recogida por muchos medios, expresaba claramente sus ideas ad futurum: “¿Cuándo los comunistas han tenido éxito?. En los momentos de
excepcionalidad, en momentos de crisis”. Asimismo decía: “La palabra democracia mola, por lo tanto habrá que disputársela al enemigo cuando hagamos política”.
Cierto que ya este fundador es casi nadie en Podemos, y que la marca ha ido vaciándose de extremistas nostálgicos de la dictadura del proletariado… basculando algunos nuevos dirigentes moderados hacia una izquierda socialista clásica en el ámbito socialdemócrata. Pero, tiempo al tiempo.
De momento hay que aclarar si es cierto que el CNI espió a los que se dice que espió en ámbitos secesionistas catalanes o en los círculos de los herederos de ETA; y si lo hizo, si fue con amparo judicial y a cuántos y con qué motivos. Porque lo mismo estamos ante una clásica maniobra de amenaza y distracción tipo Villarejo. O tipo Puigdemont y compañía. O tipo Putinclub. La última hora es que asimismo se han ‘pegaseado’ los móviles del presidente y de la ministra de Defensa y que todos los mandatarios europeos están revisando sus teléfonos. Esto ya es otra dimensión. ¿Un cruce de caminos?…
Lo que está claro es que Pedro Sánchez metió al diablo en las cocinas gracias a la reculada hacia el vacío de Albert Rivera que quiso ser califa en lugar del califita de la derecha. Hasta ahora el presidente del Gobierno ha sabido caminar en la cuerda floja. Pero cada día según se acercan las elecciones está más floja. Lo importante para el perro flaco es ponerse el collar antipulgas a tiempo.
Y atentos.