El paro sube entre los jóvenes: "Mi plan de futuro es llegar a fin de mes"
Los datos confirman el aumento, impulsado principalmente por la estacionalidad. Sin embargo la precariedad, en términos globales, retrocede.
Los datos del paro del mes de octubre publicados este jueves supusieron una auténtica revolución: por primera vez registraron un descenso significativo, concretamente de 27.027 personas. Esto solo había pasado en 2021, con una rebaja de 734 parados. Sin embargo, al carro de esta celebración no han podido subirse los jóvenes. La recuperación para ellos sigue produciéndose a paso de tortuga.
Si se saca la lupa, se detectan zonas grises. Tanto los datos de este jueves como los de la Encuesta de Población Activa (EPA) reflejan un aumento del paro entre los menores de 25 años. Entre el Segundo y el Tercer Trimestre del año, la tasa de paro en esa franja de edad pasó del 28,52% al 31,01%, 2,51 puntos más.
Carmen, cuyo nombre real ha sido modificado para este reportaje, atiende la llamada de El HuffPost mientras se dirige al acto de conciliación que tiene con la empresa en la que trabajó durante alrededor de tres años y medio como auxiliar de contabilidad.
Tiene 24 años. “Ellos [por la empresa] sostienen que mi despido es procedente porque había falta de motivación por mi parte”, narra la joven. Antes de este trabajo, tuvo un sinfín de oportunidades para incorporarse al mercado laboral sin remuneración en distintos puestos de becaria. Sin embargo, aguantó durante meses hasta que consiguió un trabajo remunerado.
Cobraba 1.050 euros netos, de los cuales la mitad se iban todos los meses a apoyar la economía familiar de sus padres, con los que vive. Carmen es tajante cuando se le pregunta sobre qué planes de futuro de los que querría puede realizar: “Prácticamente ninguno”.
Le gustaría independizarse y seguir formándose, pero asegura que viendo el panorama y los sueldos que se ofrecen lo ve muy complicado. “Que me haya podido sacar el carnet de conducir ya es bastante”, comenta con ironía.
La conversación telefónica con María, otra joven de 24 años, se entrecorta a ratos porque atiende a este medio durante el trayecto en metro que la lleva desde su piso en Usera hasta Pinar de Chamartín, donde trabaja de barista en una cafetería cerca de las cuatro torres. Lleva apenas un mes en ese trabajo.
Cuando escucha la palabra “perspectivas” suelta un suspiro: ”Ahora mismo mi plan de futuro es llegar a fin de mes″. Esta joven cordobesa vino a Madrid a trabajar hace tres años. Hasta finales de junio trabajó en un local de restauración del centro de la capital, pero tuvo que irse porque el ambiente laboral se tornó irrespirable.
“A mí me gustaba, pero la encargada empezó a favorecer a los familiares que trabajaban en el local y al final apenas tenía ni dos días libres seguidos, me encomendaban más responsabilidades... Me cansé y me fui”, narra María.
Después de aquello, la contrataron como encargada en una tienda de empanadas argentinas. Cobraba 1.300 euros, el sueldo más alto que ha percibido nunca. “Pero tenía que hacer los pedidos, gestionar el stock, abrir y cerrar el local...”, apunta la joven. Un día antes de que se le acabara el contrato de prueba la despidieron: “Acabé mi jornada y me dijeron que no volviera al día siguiente”.
Ahora, con el nuevo empleo en la cafetería, por lo menos ha hecho “un buen grupo de amigos en el trabajo”, algo fundamental para esta joven que admite que su ánimo muchas veces acaba por los suelos. “Voy de casa al trabajo y del trabajo a casa, casi no tengo ocio”. Comparte piso con una amiga y paga algo más de 400 euros por una habitación.
La situación de su familia tampoco es para tirar cohetes: solamente su padre trabaja y tiene una hermana que todavía va al instituto. “Con esa perspectiva no puedo pensar en ponerme a estudiar, ni siquiera es algo que se me pase por la cabeza”, sostiene.
La “mili laboral” y la parte positiva
Para Adriá Junyent, secretario de Juventud de Comisiones Obreras (CCOO), en España se ha aceptado socialmente el concepto de “mili laboral”. “Se da por hecho que los jóvenes, por el mero hecho de serlo, tienen que aceptar una serie de condiciones laborales y sociales que no querríamos para el resto de la población”, apunta el sindicalista.
Esta dinámica, prosigue Junyent, no es de ahora, sino que es un problema “estructural” del mercado laboral español desde hace décadas y que aún hay que luchar por revertir.
Pero no todo es malo, y también hay que decirlo. Junyent afirma que los los datos de la EPA del Tercer Trimestre responden a la estacionalidad del empleo que caracteriza el modelo productivo español.
“Si se mira con lupa, las comunidades que más empleo destruyeron fueron las más ligadas a actividades turísticas de verano, a excepción de Madrid. En el resto de España, la tendencia es estable o incluso de descenso del número de parados”, asegura Junyent.
Al mismo tiempo, desde CCOO ponen el foco en los efectos que la reforma laboral está teniendo cobre las condiciones laborales de la juventud.
Cada vez hay más jóvenes con contratos indefinidos y jornadas completas, en detrimento de los temporales y las jornadas parciales, enseñas por antonomasia de la precariedad.
Las jornadas a tiempo completo han pasado de de suponer el 41,1% al 53,7% de los contratos entre los jóvenes de 16 a 19 años, y entre los 20 y los 24 años, del 62,7% al 70,1%. Aunque siguen estando varios escalones por debajo del 84% y hacia arriba de los mayores de 25 años, según los datos de la EPA.
Al ser un problema estructural, Junyent afirma que debe huirse de las luchas generacionales: “Cuando mis padres empezaron a trabajar siendo jóvenes existía el mismo problema, es un problema en el que se tiene que involucrar toda la sociedad para cambiar la manera en que pensamos y organizamos el trabajo”.
Las generaciones más jóvenes siguen lidiando con la carrera de obstáculos del mercado. María, la joven precaria, detiene un momento la conversación: “Espera un momento”.
Se hace el silencio y de fondo se escucha el ruido de una voz que anuncia algo por la megafonía del vagón que la lleva hasta la otra punta de Madrid para trabajar. Vuelve a ponerse al teléfono: “Ha habido una avería, así que nada, hoy llegaré tarde... ¿Qué te estaba diciendo?”.